“Autopsia de un mar
de ruinas”-Joâo
de Melo.
Acabo de leer un libro que
me ha impresionado. “Autopsia de un mar
de ruinas” del novelista portugués Joâo
de Melo.
Joâo de Melo escribe esta
novela a partir de sus experiencias en la guerra colonial de Angola entre 1971
y 1974. Narra las miserias de esta guerra que pueden extrapolarse a cualquier
guerra.
Y lo hace desde un doble
punto de vista. Por una parte desde los soldados enviados a esta guerra que no
es suya. Aquí cabe la frase de Samuel Johnson: “La patria es el último refugio
de los canallas”. Por otra parte, desde el punto de vista de la población civil
nativa obligada a llevar una vida miserable y en estado de servidumbre de los
colonos blancos, la policía y el ejército.
En el libro se insertan tres
cartas de amor de un soldado a su novia lisboeta. Están escritas en prosa pero
al leerlas te suena inmediatamente un ritmo poético. Te ponen la piel de
gallina. Me he permitido transcribirlas en un cierto formato de poesía porque
insisto son fascinantemente dramáticas.
Autopsia de un mar de ruinas.
Joâo
de Melo.
(Fragmento
1).
En las manos inciertas de mi amor reposarán algunas de las
palabras.
Las escribo en
transparentes, levísimos telegramas de un azul de ángeles, porque viene un
avión, son las tres de la tarde y el amor desespera tanto.
Nadie mejor que tú, amor,
me recordará vivo.
Son las tres de la tarde y
yo de ti tan sediento como del agua que pudiese caber en los mares del
desierto.
Soy sin embargo un hombre
con manos de cedro.
La piel citrina de las
arenas soporta mal el alambre de espinas alrededor del cuello.
¿Por qué tardan tanto los
abominables sargentos de día la distribución del correo?.
No saben, no sabrán nunca,
amor, que una carta no tiene solo la importancia de ser escrita.
Me abre las sábanas para que
mi sueño te duela como un címbalo despertado en Lisboa.
Me hablas de un país a las
tres de la tarde, mil novecientos setenta y dos, y nunca fue tan triste el mes
de noviembre.
África transcurre-demora
en la ausencia de un millón de voces desconocidas.
Busca la voz que brame como
una campana, en el aire de lejía de la
ciudad.
No la encontrarás seguro
en el Rossio ni en los barrios enmugrecidos por el mirar de los viejos que
todos los días mueren de escoliosis o
tan solo del mercurio del que se hicieron sus huesos.
NO LA ENCONTRARÁS.
Ni en los ojos proletarios
que a las seis de la tarde regresan a casa, en oscuros transportes de gente
condenada a vivir la vida.
Busca el mirar de los
pobres, amor.
Escucha de cerca a las
viejísimas mujeres de los pobres que dicen: tengo un hijo en África.
AHÍ ME ENCONTRARÁS
Tal vez sepas que tus ojos
fatigados recuerdan tan solo la lluvia, el muelle de Alcántara en el mes de
noviembre y el modo en como yo te hacía señas desde la cubierta, con un
uniforme de muerte envolviendo la desnudez, los huesos y todo cuanto la noche
ausente arrastró al mar.
Te amo en África y en todo
lo que dejó de estar presente: el cuerpo, mis manos sobre tí se encienden como
armas, alas navegantes.
Pájaros de fuego recorren
todo el cielo de noviembre, en el viaje hacia el Norte.
Escribiéndote desde
África, quería tan solo darte la noticia de los colonos ahorcados en los
árboles.
Hablarte de grandes y
poderosos señores envenenados por el
cianato de los decretos que hacen la guerra del Norte.
Sin embargo, voy despacio,
amor
¿Te he dicho alguna vez
que hay aquí un tiempo?.
El tiempo de los pastos
quemados.
El tiempo de las
tempestades que llegan de la frontera y después desertan hacia el Sur, al
encuentro de Luanda.
Quería sacrificarte
generales, hacendados, animales
acéfalos.
Te ofrecería la caliza de los muros de fusilamiento, las
flores de tiza que vuelan del suelo y son la polvareda pulmonar de quién muere.
UN TIEMPO
Y sin embargo, he aquí mis
días serenos, parados e iguales.
Un exilio de hombre en la
guerra, mientras cree que el amor, amor, tiene sus recuerdos y no conoce otros
países.
Por eso te digo que en
todo hay un tiempo y un lugar para él.
Hasta que el amor ausente
sea un canto.
Este canto ausente eres
tú, mi amor, y solo a ti te lo digo.
Escribiéndolo en el
abandono y el desamparo de un sentimiento de amor que ha de ser siempre mayor
que mi vida
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