martes, 30 de diciembre de 2014

 

El Barça se agiganta frente a un Madrid achicado

Satoransky, Doellman y Tomic propulsan a los blaugrana ante un rival sin rebote ni puntería y que añora el brío de Sergio Rodríguez


Jackson intenta avanzar ante Carroll. / RODOLFO MOLINA (EL PAÍS)
El clásico empezó raro sin Navarro y acabó echando de menos a Sergio Rodríguez. El duelo navideño deparó mejores sensaciones en el Barcelona y confirmó las dudas y la falta de chispa del Real Madrid. El base canario, fuera de forma, fue abrumado por Satoransky en un tramo intermedio del partido que delató por dónde iban a ir los tiros. La convicción, la garra y los resortes del juego fueron cosa del Barcelona, que se agigantó, como si las bajas y el estreno del recién aterrizado Edwin Jackson no hicieran sino estimular la complicada tarea a la que se enfrentaba. El Madrid fue perdiendo gas y confianza a medida que avanzaban los minutos, cada vez más achicado y errático.
El inicio fue un espejismo. El Madrid arrancó a toda pastilla y el Barcelona, tras aguantar la embestida, remató con un estilo guerrero, pausado y pragmático. Se agigantó el equipo azulgrana y se fue apagando el Madrid. Dio la sensación durante muchos minutos que le faltó al equipo de Pablo Laso la vertiginosa velocidad y los variados recursos que le hicieron imparable y admirable durante muchos meses del pasado curso. Una vez más se encogió en el Palau, donde no gana un partido de la Liga regular desde abril de 2006. Perdió una buena ocasión, dadas las bajas que se agolpan en el Barcelona, cuatro por lesión, Navarro, Abrines, Oleson y Eriksson —todos aleros— y una adicional, en esta ocasión la de Nachbar, porque con su contingente actual el equipo de Pascual solo puede cumplir con los cupos mínimos si incorpora en la docena de inscritos para el partido a tres jugadores del filial.

Barcelona, 76 - Real Madrid, 68

Parciales: 24-18; 23-18; 11-15; 18-13
Barcelona: Marcelinho (10), Hezonja (5), Thomas (6), Doellman (12), Tomic (12) —quinteto inicial—, Pleiss (6), Lampe (7), Satoransky (10) y Jackson (8).
Real Madrid: Llull (12), Rudy Fernández (8), Nocioni (6), Maciulis (14), Bourousis (3) —quinteto inicial—, Campazzo (-), Rivers (7), Ayón (2), Carroll (10), Reyes (4) y Mejri (2).
Árbitros: Pérez Pizarro, Cortés, Martínez Fernández. Sin eliminados.
7.261 espectadores en el Palau Blaugrana. Encuentro correspondiente a la 13ª jornada.
Los dos equipos zarparon con las velas desplegadas, fiados a lo mejor de sus repertorios. Llull partió como una locomotora. Sus compañeros buscaron con fiereza y pericia los primeros rebotes en ataque. El Barcelona se vio exigido desde los primeros escarceos. Con 8-13 en el marcador, hubo quien empezó a echar de menos al arsenal de aleros que tiene en la enfermería. A falta de Navarro, Oleson, Abrines y hasta Eriksson, Pascual había apostado por situar a Hezonja junto a Thomas. El primer cambio del entrenador blaugrana reveló las exigencias de su hoja de ruta. Maciulis le birló un rebote a Thomas y el alero estadounidense fue el primero en irse al banquillo. Lo relevó el recién aterrizado Edwin Jackson. El alero francés, que encabezaba esta temporada la lista de cañoneros de la Liga de su país, notó la lógica desubicación, pero se mostró hacendoso e instintivo en facetas más prosaicas. El Madrid se sintió a las mil maravillas, atacando con su extraordinaria línea exterior, muy inspirados y cómodos Llull, Maciulis y Rudy. Sin embargo, el Barcelona respondió con su batallón de jugadores interiores. Tomic, Lampe y Doellman percutieron desde el interior de la zona y el partido se equilibró al paso del primer cuarto.
Los cambios cambiaron por completo el panorama. El Barcelona salió ganando con el carrusel, sobre todo con los relevos de los bases. El checo Satoransky se mostró devastador. Sergio Rodríguez, destemplado, saliendo de una lesión que lo había mantenido inactivo durante 20 días, salió claramente perdedor en su pulso con Satoransky, agresivo y certero en ataque como pocas veces se le había visto en sus primeros meses de blaugrana. El Barcelona abrió brecha (39-29), pero el Madrid se rehízo gracias de nuevo a la segunda oleada de aleros que propuso Pablo Laso. Los 15 puntos de Rivers y Carroll en el segundo cuarto acortaron la brecha en el marcador. Cuando Llull empezó a boquear en el tercer acto, Laso le dio la alternativa a su teórico tercer base. Campazzo cubrió el expediente y Mejri, con un palmeo en el último segundo dejó la contienda de lo más apretada, 58-55, en vistas al asalto definitivo.
Los fallos en los triples, la bajada de revoluciones en las transiciones y la falta de ideas frente a la defensa que planteó el Barcelona mermó al Real Madrid. Perdió terreno de una forma exasperante para Laso. Rivers, Bourousis, Llull... todos iban fallando triple tras triple en un momento muy delicado. El Barcelona había conseguido bajar las pulsaciones del juego. Eso le permitió maximizar sus aciertos y compensar sus errores, en algunos momentos de bulto, especialmente espeso Pleiss. El Barcelona perdió ocho balones más que el Madrid, pero también capturó 14 rebotes y estuvo mucho más certero en el tiro, entre otras cosas porque movió mucho mejor el balón y lo manejó al ritmo que más le convino. A las carencias de sus aleros, respondió con los puntos de sus bases, Satoransky y Marcelinho, que complementaron a la perfección la efectividad de Tomic y Doellman. El Barcelona abrió brecha en el último cuarto (71-60) y se permitió el lujo de jugar con comodidad durante los últimos minutos, en un clásico resuelto con una contundencia inesperada.

“Este Barça tiene tanta calidad como los equipos de la NBA”

Justin Doellman, bajo una de las canastas del Palau. / JUAN BARBO
Justin Doellman cumple su cuarto mes en el Barcelona. El ala-pívot estadounidense de 2,04 metros y 29 años se ganó el reconocimiento en la élite europea tras una larga travesía por equipos más modestos —seis en siete años— y gracias a sus logros en el Valencia, con el que fue elegido el mejor jugador de la Liga Endesa 2013-2014 y conquistó la Eurocup, en cuya final también fue elegido MVP. Tras sus inicios en la Universidad de Xavier (Ohio), sus credenciales en Europa, le sitúan bajo la lupa de la NBA. La prioridad del Capitán América, como le apodaron sus compañeros cuando jugaba en el Manresa, es triunfar en el Barcelona.
Pregunta. ¿Ha jugado al baloncesto toda su vida?
Respuesta. Sí, mi padre jugó y, desde muy pequeño, empecé a tirar a canasta en el patio de mi casa. Siempre he estado metido en deportes: fútbol americano, béisbol, baloncesto.
P. Su padre destacó en la Universidad Northern Kentucky.
R. Sí. Es una universidad pequeña. Allí estuvo cuatro años, y después, otro en Argentina, pero allí lo dejó. Le vi un par de partidos. Tenemos un juego similar.
P. ¿De pequeño ya era un tirador o poseía otras virtudes?
R. Lo mismo que ahora. Hago un poquito de todo [en Estados Unidos lo definen como un jugador all-around, capaz de despuntar en todas las facetas].
P. ¿Qué aprendió de su padre?
R. Todo. Él me entrenó desde que era un crío y cuando fui creciendo siempre estaba al lado de mis equipos, sin ser el entrenador principal. Me inculcó la cultura del esfuerzo y el trabajar los pequeños detalles. El esfuerzo es muy relevante. Si dejas de ponerte retos, dejas de evolucionar y detrás de ti hay alguien que está en constante mejora. Si entiendes esto, puedes tener una carrera exitosa. Si no, la gente te superará.
Mi padre me inculcó la cultura del esfuerzo. Me sigue por Internet y aún me aconseja”
P. ¿Su padre era muy exigente con usted?
R. [Risas] Sí. Mira los partidos por Internet y todavía hoy me da consejos.
P. ¿Por qué eligió una Universidad como Xavier?
R. Estaba cerca de casa, a unos 45 minutos. Fue una oportunidad y tuvimos un gran equipo.
P. ¿Tuvo grandes expectativas de llegar a la NBA en 2007?
R. No, no esperaba ser drafteado. Fui a los entrenamientos pre-draft y a la Liga de verano con Charlotte. Simplemente no funcionó, no le gusté lo suficiente a nadie. Al final del proceso pensé que era mejor venir a Europa para pasar página y crecer.
P. Y desde entonces, siete ciudades en ocho años. ¿No le resulta difícil una vida tan nómada?
R. Para los americanos es diferente. Son muy habituales los contratos de un año, y yo estaba de acuerdo. Seguí construyendo mi juego y al final ha sido una experiencia maravillosa. Ha sido una bendición poder vivir en siete ciudades. Hemos visto mucho mundo, hemos conocido gente nueva y hemos vivido muchas experiencias. Me ha ayudado a crecer como persona y como jugador. Nos ha ayudado, a mi mujer y a mí, a abrir los ojos al mundo. En algunos momentos fue difícil. Mis equipos me decían al final de temporada que querían seguir contando conmigo y me ofrecían renovar, pero venían otros con ofertas muy interesantes que me hicieron cambiar, en Francia primero, y en España después. Ahora no quiero cambiar, España es como mi segunda casa.
Vivir y jugar en siete ciudades europeas me ha ayudado a crecer como persona y jugador”
P. ¿Su esposa, Meredith, continúa jugando al fútbol?
R. Nos conocimos en la universidad, en el entorno deportivo en el que nos movíamos los dos. Nos casamos en mi último año de carrera [Comunicación y Publicidad]. Sigue jugando, pero no en este momento porque tenemos dos hijos y está muy ocupada con ellos. Jugó cuatro años en la universidad y después tres años en Francia. En Alicante se entrenó pero no pudo jugar debido a problemas con el pasaporte.
P. ¿Su reto cuando llegó a Francia ya era fichar por un grande?
R. Siempre es un sueño, algo que te pasa por la cabeza. Pero no recibí ese tipo de ofertas. Fue uno de los motivos del cambio. La Liga española es más potente. En Valencia estuve genial y el club posee una gran organización. Pero el Barcelona es otra cosa. En mi opinión, el mejor club del mundo. Y la mentalidad es diferente: estoy aquí para ganar títulos.
P. ¿Siente más presión?
R. No. Siento más entusiasmo. Quiero jugar para ganar.
P. ¿Tuvo la opción de elegir entre el Barcelona y el Madrid?
R. Sí, hubo ofertas.
P. ¿Cómo ve esta Liga?
R. Las diferencias son pequeñas. Cualquier equipo puede ganar a cualquiera. El Madrid es un gran equipo. Ha cambiado a algún jugador pero su bloque es casi el mismo. Cabe esperar que siga consiguiendo muy buenos resultados y el hecho de perder algún partido no cambia mucho su condición de favorito.
El Madrid es una gran escuadra. Por haber perdido algún partido no deja de ser favorito”
P. ¿Y el Barcelona?
R. Tenemos muchos lesionados (Navarro, Abrines, Oleson y Eriksson), pero es parte del juego. Hay que adaptarse a ello, estar más concentrados. Algún jugador deberá ocupar varias posiciones. Pero con nuestro equipo, repleto de buenos jugadores volveremos a encontrar nuestro ritmo. Y se ha incorporado Edwin Jackson. Jugamos contra él en pretemporada, sabemos de lo que es capaz y creo que nos ayudará.
P. ¿Su estilo ha cambiado respecto al de Valencia?
R. Es un poco distinto debido a la calidad de los compañeros. Es un lujo estar en un equipo con tanto talento, tener diferentes armas a explotar. Nuestros rivales no pueden centrarse en alguien para frenarnos, tienen que fijarse en todos. Mi rol es distinto, ya que mucha gente puede anotar.
P. ¿Qué le preocupa más del Madrid?
R. Es el clásico, es un gran partido y existe una gran rivalidad. Se trata de ir con la misma mentalidad de siempre, intentar ganar.
P. ¿Qué jugadores admira?
R. Jordan, Bird, Magic… Fue bueno crecer viendo a esas leyendas. Mi ídolo era Larry Bird, por proximidad geográfica y por su estilo de juego.
Mi ídolo era Larry Bird, por proximidad geográfica y por estilo de juego”
P. Todos los que destacaron en la Universidad de Xavier, como David West, Posey, Brian Grant o Tyron Hill, han jugado en la NBA.
R. Es cierto. Se trata de grandes jugadores. David West jugó a un altísimo nivel. Yo llegué cuando él ya había dado el salto. Tuve éxitos pero también algún fracaso. Jugar con ellos sería un sueño.
P. Es más, casi todos los MVP de la Liga española se marchan a la NBA: Nocioni y Navarro en su día, Scola, Marc Gasol, Splitter o, el anterior a usted, Mirotic.
R. No me inquieta. Para mí, el Barcelona tiene una calidad similar a los equipos de la NBA. Estoy muy contento con la ciudad y con mi papel en el equipo. Mi sueño sería retirarme aquí.

 

Descubriendo (neuropsicológicamente) al crack


Messi sonríe en una sesión de esta temporada. / ALBERT GEA (REUTERS)
¿Alguna vez se ha preguntado por qué Messi ha podido marcar 258 goles en la Liga? ¿Cómo conduce el balón pegado al pie? ¿Por qué sus rivales dicen que es imprevisible? La ciencia ofrece algunas respuestas. Me gustaría discutir sobre las capacidades cognitivas de Messi, que son remarcables. El quid radica en cómo entendemos el término “inteligencia”. Deberíamos dejar de lado la concepción de inteligencia como un todo y no sentenciar: este es inteligente y este, no. Pero, ¿a qué nos referimos? ¿Hablamos de habilidades lingüísticas? ¿De resolver problemas? ¿De capacidad de adaptación? ¿De habilidades sociales? Para entender la inteligencia hay que saber cómo funciona el cerebro. Grosso modo, se trata de una máquina increíble con muchas áreas de especialización funcional que trabajan en paralelo para ofrecer la mejor respuesta, la mejor conducta. Es decir, existen muchas capacidades cognitivas y no necesariamente una persona debe ser buena en todas para considerarla inteligente.
Todos tenemos nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles en lo que a capacidades cognitivas se refiere. En el caso del fútbol, aparte de la condición física, siempre se habla de talento innato, técnica, habilidad, intuición, visión de juego. ¿Y por qué Messi es un tipo con unas capacidades cognitivas remarcables? Porque es capaz de hacer cosas que la inmensa mayoría de los jugadores (y mortales) no puede hacer. Su cerebro procesa la información visoespacial a una velocidad de vértigo. Su coordinación visomotora es sublime al regatear y ejecutar lanzamientos o pases precisos. Y cuando hablamos de marcar goles, una de sus mayores virtudes, hablamos de múltiples capacidades cognitivas combinadas: planificación, coordinación, secuenciación, flexibilidad, e incluso anticipación a los movimientos del rival. Y todo ello en breves lapsos de tiempo.
Messi no destaca probablemente en otras habilidades cognitivas. Por ejemplo, ni la lingüística ni la comunicación son su fuerte. Pero también es cierto que estas últimas son las habilidades que más se relacionan con la formación académica y con la concepción general de inteligencia. Un tipo que no se expresa bien no parece muy inteligente. Son el resto de habilidades cognitivas las que le han llevado al éxito.
Messi es un chico introvertido y tímido, que son características de su personalidad, no rasgos clínicos
Por otro lado, me gustaría tratar de romper otra de las leyendas urbanas respecto a él. Leo no cumple ninguno de los criterios diagnósticos para ser considerado autista. Entre otras cosas porque, para empezar, nadie es autista, en todo caso puede padecer un Trastorno del Espectro Autista (TEA). Un chico tímido (incluso extremadamente tímido), introvertido y no muy sociable no es un chico con TEA. Es importante cuidar la selección de palabras por el impacto y el daño que pueden causar. Una persona que está triste en un momento dado no necesariamente tiene depresión; y un niño movido no necesariamente tiene TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad). Una persona con TEA es una persona con un diagnóstico clasificado dentro de los trastornos del neurodesarrollo. En términos generales el trastorno se caracteriza por déficits sociales, dificultades de comunicación, comportamientos e intereses estereotipados y repetitivos, problemas sensoriales y en muchos casos alteraciones cognitivas. ¿Le hace eso pensar en Messi? La respuesta es no.
Messi es un chico introvertido y tímido, que son características de su personalidad, no rasgos clínicos. Messi, especialmente como símbolo mediático que es, debe adaptarse a partidos, entrenamientos y tácticas; debe relacionarse con compañeros, entrenadores y empleados; y vivir según las jerarquías del vestuario, además de atender a compromisos publicitarios, cambios de rutinas, ciudades y países. No confundamos el auto-aislamiento mediático de Messi con otras cosas.
Las teorías expuestas en este artículo son opiniones profesionales basadas en la observación externa del jugador, pero en ningún caso corresponden a los resultados de una evaluación neuropsicológica.
Joan Forns es doctor en Epidemiología, neuropsicólogo e investigador en el Centre de Recerca en Epidemiología Ambiental de Barcelona.

 

Leo, el héroe atípico

Messi escapa al estereotipo de estrella y solo aspira a ser una persona normal   EL PAÍS25 DIC 2014  


Messi celebra un gol contra el Córdoba. / ALEJANDRO GARCÍA (EFE)
La noche que Leo Messi batió el récord de Zarra como máximo goleador de la Liga, se abrazó al balón con el que había marcado tres tantos y bromeó con sus compañeros mientras se proyectaba en el estadio un vídeo homenaje. Cuando abandonó el campo ya no se supo de él hasta que batió otro récord: el de máximo goleador de la Champions. A Messi no le gusta hablar en público. Apenas articuló palabra ante un Camp Nou repleto después de ganar la Champions y la Liga, en 2011: “Prometí que hablaría, acá estoy. No tengo nada que decirles…”, balbuceó.
Algo parecido vivió el vestuario de Argentina durante el Mundial de Sudáfrica. “Dos días estuvo pensando qué decir. Al final dijo algo, pero se trabó porque no sabía cómo seguir”, relata Verón en Messi, el libro de Leo Faccio. Tampoco lo hizo en Mestalla hace unos días, cuando recibió el impacto de una botella lanzada desde la grada. Le dolió. Pero no protestó. Ni siquiera después de ver tarjeta amarilla por perder tiempo. “Él no dramatiza. Siempre quiere seguir jugando. No le interesa otra cosa”, dice desde Buenos Aires el periodista argentino Ezequiel Fernández Moores.
Cualquiera sabe quién es Messi, cómo se perfila desde la banda derecha y bordea el área para poner a prueba su zurda y al portero de turno. Pero poca gente le conoce. Uno de los que mejor lo hace es Faccio. “Messi”, dice, “es un héroe atípico”. Y se explica: “Estamos acostumbrados a las estrellas, pero él tiene una vida privada que parece impermeable a su vida pública. Leo es irreconocible al salir del campo. Juega en el Barça, pero vive en Rosario”. Aunque su argentinidad no admite dudas, sí que hay compatriotas que dudan de él. “Maradona es pura extroversión. Messi es lo opuesto: aparte de ser un genio del fútbol, sólo quiere ser una persona normal. En Argentina hay mucha gente que todavía venera la imagen guerrera de Diego y a quien no le atrae la de caudillo silencioso de Messi. No le perdonan que no haya ganado nada con La Albiceleste”, explica Fernández Moores. Y cierra: “Lidiar con la presión de tener que ganar siempre exige mucho”.
“Juega en el Barça pero vive en Rosario”, dice Faccio, autor de un libro sobre el jugador
Messi siempre fue precoz: debutó a los 17 años con el Barcelona en la Liga y a los 18 con su selección. Y sufrió, especialmente en su país. Marcelo Roffé, psicólogo de la selección juvenil, trató de generarle confianza, explica Faccio. Pero en la absoluta todo es más complejo. “La selección genera exitismo.En los juveniles nunca se mencionó la palabra campeón”, le desveló Roffé al periodista argentino. Durante el Mundial de Sudáfrica Messi se confesó a Marcelo Sottile, del diario Olé, que se preguntaba por qué el genio del Barcelona no hacía goles con Argentina: “En las eliminatorias no era yo. Me dolía llegar a mi país y que dijeran que no sentía la camiseta”. Últimamente se especula con las causas de sus vómitos en algunos partidos, algo que le molesta —“Se le pregunta por los vómitos, por temas extradeportivos. Que le hablen de fútbol que es lo que le gusta”, dice el presidente del Barça, Josep Maria Bartomeu—; y se sabe que está contrariado por el litigio con Hacienda: no entiende por qué otros deportistas pudieron pactar una solución y él tiene que acudir repetidamente a los juzgados.
El misterio que le rodea cuando se saca las botas da pie a múltiples suspicacias
El Messi que se descubrió a Roffé ocultaba su ambición debajo de una personalidad humilde. A diferencia de la falta de liderazgo que un día le achacó Maradona, el psicólogo vio en él a un tipo ganador, con aspiraciones. Su timidez, a menudo, confunde a quienes intentan desentrañar quién se esconde detrás del personaje. Quién es ese chico que de pequeño necesitaba de “una ventrílocua de seis años”, esa compañera de clase de la que habla Faccio en su libro, para comunicarse con la maestra; ese que lleva tatuada en la espalda la cara de su mamá y que dedica cada uno de sus goles a su abuela Celia. Ese que, según las palabras de Verón, “cuando se opaca no te mira a los ojos”. Ese que se divierte jugando en línea a la Play, pues le fascina jugar contra chicos de todo el mundo: “A veces se enfadan en los partidos porque empiezo a tocar el balón hacia atrás para que pase el tiempo y es ahí cuando me putean”, contaba entre risas a TyC Sports en una de las pocas entrevistas que ha concedido. Ese que “en la rutina de su casa se acuesta cuando no se le ocurre nada mejor que hacer”, cuenta Faccio.
El misterio que le envuelve cuando se quita las botas ha dado pie a todo tipo de teorías y suspicacias. Se ha especulado, incluso, con un posible autismo. “Intentar encuadrar su conducta en una patología es injusto, además de erróneo”, apunta Faccio. La última teoría, basada en la observación del jugador, descarta cualquier tipo de trastorno del espectro autista e incide en unas capacidades cognitivas extraordinarias para explicar cómo y por qué es capaz de hacer lo que hace en un campo de fútbol. De lo que hace en su casa sigue sabiéndose muy poco.

 

 Cuando Joe Cocker era la poderosa voz del exceso

El músico se ganó un lugar de honor en el rock de la contracultura por sus primeros discos y su legendaria actuación en el festival de Woodstock

Joe Cocker, en 1977. / GETTY
Como esa voz que retumbaba en los altavoces hasta parecer que iban a estallar en With a little help from my friends, la inocente y bella composición de los Beatles a la que insufló litros de sangre y todo un universo de rabia y nueva energía, el mejor Joe Cocker, el más legendario, fue el excesivo. Antes de que todo el planeta le conociese como un superventas, la garganta que había incitado como pocas al deseo carnal en la contagiosa canción de la película Nueve semanas y media, capaz de encarar cualquier composición del estilo que fuera, gracias a la hábil combinación de su vozarrón y la experiencia, el cantante británico fue representante de un soul fiero e imbatible, que encajaba a la perfección en el agitado mundo del rock de los sesenta.
Tuvo algo de hazaña que Cocker entrase en el olimpo de la contracultura de los sesenta desde el soul, un estilo alejado de la psicodelia y la experimentación eléctrica, tan propia de los puntales sonoros del verano del amor. También que se dedicase a ello en Reino Unido cuando todos sus compañeros de generación andaban entre el rock y el blues. Pero si lo hizo fue por un carácter musical rompedor y adictivo desde que debutó en 1969 con dos álbumes impactantes como With a little help from my friends y Joe Cocker!
Entre los surcos de esos artefactos, se hallaba un verdadero soulman, una garganta blanca con el pundonor de las negras, que como los grandes maestros del género, entre los que se pueden citar influencias directas como Ray Charles u Otis Redding, tenía su propia fórmula para hacer de canciones de otros sus propias armas emocionales, bañadas de un poderoso dramatismo. Unas veces, reducía su ritmo como en Just like a woman de Bob Dylan o Bird on wire de Leonard Cohen, otras fraseaba, como si en el púlpito de una iglesia sureña estuviese, como en Something de The Beatles o Delta lady de Leon Russell y en otras aceleraba todo hasta enloquecer de éxtasis como en With a little help from my friends de The Beatles.
Ese éxtasis era el que reclamaba la generación contracultural de los sesenta antes de estallar en mil pedazos, como esos sueños adolescentes que terminan por convertirse en un chiste de adultos. Por eso, su actuación en directo en el famoso festival de Woodstock es tan recordada como la de Jimi Hendrix y se incluyó como lo mejor del multitudinario evento. Porque la otra virtud de Cocker fue llevar al escenario todo su soul desgarrado.
Con su imagen de tipo enmarañado y descuidado, moviéndose como poseído por un diablo bendito del ritmo, el músico nacido en Sheffield, que, a diferencia de muchas estrellas británicas de los sesenta, era de origen obrero y fue fontanero antes que cantante, representaba todo el tormento de su propia música tensa, dramática y pasional. Aparte de la grabación del festival de Woodstock, el disco en directo Mad Dogs & Englishmen, publicado en 1970, muestra el poder de esa voz cavernosa y llena de nervio. Para rematarlo, en aquellos primeros años, Cocker, que pecaba de violento, llevaba un desastroso estilo de vida que abrazaba todos los excesos de la época con las drogas y el alcohol. Como con su música, no tenía término medio, recreándose en el extremo.
Tras una travesía en el desierto, sobrevivió a sus propios excesos. Ayudado por un concienzudo manager, Cocker se ajustó desde los ochenta a las expectativas de una industria que sabía que esa voz grave podía amoldarse a baladas para todos los públicos. Por sus cuerdas vocales, empezaron a caer clásicos como When a man loves a woman o What becomes of the broken hearted. También las bandas sonoras que le llevaron al mayor de los éxitos como las de las taquilleras películas Oficial y caballero con Up where I belong oNueve semanas y media con You can leave your hat on.
Ya sólo gastaría la imagen de dandi maduro, como salido de un anuncio de una marca de ropa de lujo, que cantaba el emotivoYou're so beautiful en el homenaje a Diana de Gales. Pero si a un Joe Cocker hay que reivindicar, por mucho que seamos cientos de miles los que alguna vez quisimos ser Mickey Rourke contemplando en vivo y en directo a Kim Basinger durante los poco más de cuatro minutos que dura You can leave your hat on, tiene que ser al joven desatado de los sesenta, a esa encarnación del exceso sentimental que hizo que una canción de los mismísimos Beatles sea ya su patrimonio, nuestro himno de la amistad, una fortaleza contra el desamparo.