miércoles, 5 de agosto de 2009


Están crecidos (los empresarios).
La Patronal y la privatización de los Servicios Públicos.



José Manuel Marañón Gutiérrez.

El Sr. Mirones, presidente de CEOE-CEPYME, ha manifestado públicamente la necesidad de iniciar el camino hacia la gestión privada del conjunto de los Servicios Públicos. Para comenzar, propone que se comience por el suelo público para VPO, el turismo y la sanidad.


Algunas consideraciones:


1. La patronal está crecida. Pone encima de la mesa programas máximos, no solo en lo laboral sino, también, en lo social. Y espera que haya mucha gente que se olvide de que entre sus filas, las de la patronal, están los responsables directos de esta crisis. Y desde la izquierda no debemos desdeñar ese riesgo de olvido.
2. Si se produce ese olvido, si las cosas no se acaban de enderezar en el campo de lo económico y lo laboral, el culpable….el “porco gobierno”. Y por lo tanto habrá que votar a la oposición con la que nos reunimos frecuentemente para coordinar estrategias. Nosotros, la patronal, ya les hacemos de voceros de su programa oculto.
3. Pero, en Cantabria, no debemos temer nada. No se va a privatizar la sanidad aunque vuelva el gobierno el PP. Y lo digo por que la pasada primavera estuve en una manifestación contra la privatización de la gestión del archivo de Valdecilla. Era un aviso al Gobierno por si pretendían seguir por ese camino. Y en esa manifestación estaban altos dirigentes del PP. Por lo tanto, deduzco que no solamente no van a privatizar sino que están dispuestos a revertir la situación del archivo hospitalario una vez venza la concesión actual.
4. ¿O no? ¿O es que el PP en su línea de irresponsabilidad institucional permanente, sobre todo, cuándo está en la oposición, se apunta a cualquier cosa que desgaste al gobierno aunque el lema vaya contra su forma de pensar?.
5. Adjunto a continuación un artículo que ha hecho Vinçenc Navarro para la Fundación Sistema sobre el modelo sanitario estadounidense. Solamente, esto y la permanente noticia de los que está sucediendo en el Sistema Sanitario de la Comunidad de Madrid tenía que vacunarnos contar las “echadas” de Miguel Mirones.


El modelo liberal sanitario: EEUU
* Vicenç Navarro.NUEVATRIBUNA.ES - 3.8.2009PARA FUNDACIÓN SISTEMA...


Existe en España una presión, que procede primordialmente (pero no exclusivamente) de las derechas, de privatizar la sanidad y expandir el aseguramiento sanitario privado a base de ofrecer desgravaciones (es decir, subsidios públicos) a las pólizas de aseguramiento privado sanitario. Sería deseable que tales proponentes visitaran y conocieran el sistema sanitario estadounidense, que está financiado (en su mayoría) de forma privada, a base de pólizas a las compañías de seguro sanitario privado, las cuales gestionan el sistema...



Se darían cuenta, rápidamente, de que tal sistema de financiación y gestión de la sanidad es la causa de que la sanidad estadounidense se haya convertido en el problema doméstico número 1 en aquel país. Ni que decir tiene que EEUU dispone de centros sanitarios excelentes y la formación del personal sanitario es de elevadísima calidad. Pero, como ya bien dijo el filósofo Hegel en el siglo XIX, la totalidad es mucho más que la suma de sus partes. Los componentes del sistema pueden ser excelentes y, en cambio, la totalidad puede ser enormemente deficiente. Y esto es lo que ocurre precisamente con la sanidad de aquel país.Pero veamos primero las características del sistema de financiación sanitaria de aquel país. Tal sistema se estableció inmediatamente después de la II Guerra Mundial. Las izquierdas, (los sindicatos y los movimientos sociales) querían establecer un sistema de financiación pública, propuesta que contaba con el apoyo del Presidente Truman. Las derechas (el mundo empresarial y el capital financiero –banca y compañías de seguro-) se oponían a aquella propuesta, apoyando en su lugar la ley Taft-Harley Act, aprobada por dos terceras partes del Congreso de EEUU (dominado por el Partido Republicano y por los congresistas del Partido Demócrata procedentes del Sur, la región mas conservadora de aquel país). Esta mayoría permitió aprobar la ley, a pesar del veto del Presidente Truman. Esta ley estableció que la cobertura sanitaria se debe negociar en los altamente descentralizados convenios colectivos (empresa por empresa), y tiene que ser financiada con las pólizas de aseguramiento sanitario privado, pagadas conjuntamente por empresarios y trabajadores de cada empresa. Las compañías de seguros privados acuerdan, a su vez, con los proveedores de servicios (tales como médicos y hospitales) la provisión de la atención médica.El 65% de la población estadounidense tiene su cobertura sanitaria relacionada con su lugar de trabajo. Como consecuencia de este tipo de financiación, aquellos trabajadores que tengan sindicatos fuertes en su lugar de trabajo, es probable que consigan una cobertura extensa (aunque nunca tan extensa como la existente en los países de la UE-15). Pero donde los sindicatos sean débiles o no existan, la cobertura sanitaria de los trabajadores es muy insuficiente o, incluso, pueden no tenerla. De ahí la enorme variabilidad en el grado de cobertura sanitaria que la ciudadanía tenga. Las personas que no trabajan o las que trabajan en centros de trabajo donde los empresarios no quieran (no es mandatario que lo hagan) o no puedan pagar la póliza de aseguramiento sanitario, pueden asegurarse con pólizas individuales, muy caras en caso de tener una enfermedad crónica.Este sistema fue resultado de la alianza política entre las grandes empresas de EEUU y las compañías de seguro. Las primeras querían controlar a la fuerza del trabajo pues, cuando el trabajador pierde su puesto de trabajo pierde, no sólo su salario, sino también su cobertura sanitaria y la de su familia. El impacto disciplinario de tal sistema es enorme. El trabajador se lo piensa dos veces antes de enfrentarse con el empresario. Ésta es la causa de que EEUU sea el país de la OCDE que tenga menos días de huelga al año. Ello explica que los sindicatos siempre hayan intentado desligar la cobertura sanitaria de la situación laboral del trabajador, promoviendo la universalización de la cobertura sanitaria (tal como propuso el grupo de trabajo de la Casa Blanca, presidido por la Sra. Clinton, del cual yo era miembro). Esto significaría que todo ciudadano o residente tuviera derecho de acceso a los servicios, derecho al que se oponía, hasta hace poco, el gran mundo empresarial, que prefiere que la cobertura sanitaria se haga a través de las empresas, para controlar mejor a los trabajadores. Esta oposición empresarial, sin embargo, comienza a diluirse, puesto que el enorme encarecimiento de las pólizas de seguro sanitario hace que General Motors, por ejemplo, gaste en aseguramiento sanitario para sus empleados más que en cualquier otro input de la producción en automóviles (sea éste acero, neumáticos, o lo que sea). Por cada coche fabricado, General Motors destina 1.600 $ a tal capítulo, mientras que Toyota en Japón destina sólo 74 $ (en impuestos) como su contribución a cubrir la sanidad de los ciudadanos (que son sus empleados). De ahí que algunos empresarios comiencen a tener dudas de los beneficios de tal sistema, pues afecta negativamente su competitividad internacional.El otro grupo de presión que se beneficia de tal sistema son las compañías de seguro sanitario privadas que, después de las farmacéuticas, son las que tienen los beneficios más elevados de EEUU (12.000 millones de $ en 2007). La persona mejor pagada en EEUU es William McGuire, presidente de la Compañía de seguros sanitarios privados United Health Group, que recibe 37 millones de dólares al año, más 1.776 millones en acciones de tal compañía. Los dirigentes de tales compañías son, según el The New York Times (09.04.05), los ejecutivos con los ingresos más exuberantes.Este maridaje de intereses ha forjado un sistema que se caracteriza por:1. Ser enormemente caro. El gasto sanitario representa el 17% del PIB. El gasto público sanitario per cápita de EEUU es el más alto del mundo, 6.397 dólares (en dólares estandarizados para comparar la capacidad adquisitiva del dólar en varios países), mucho más alto que el francés (el más alto de la UE: 3.306 $), el alemán (3.251 $), el británico (2.580 $), el japonés (2.474 $) y el español (2.260 $). Y este gasto público se invierte en cubrir el 51% de los gastos de asistencia sanitaria a los ancianos (Medicare), el 12% de los pobres llamados indigentes medios (Medicaid) y a las Fuerzas Armadas.2. Ser muy insuficiente, pues a pesar de los enormes costes, 48 millones de habitantes no tienen ninguna cobertura sanitaria, y 93 millones tienen una cobertura insuficiente, es decir, que su seguro sanitario privado es muy limitado, teniéndose que gastar más del 10% de su ingreso familiar para pagar directamente sus facturas médicas.3. Alcanzar niveles de crueldad. El 40% de las personas que se están muriendo manifiestan que están preocupadas por como ellos o sus familiares pagarán sus facturas médicas.4. Ser muy impopular, pues sólo el 21% de la población está satisfecha con su sistema sanitario (comparado con el 64% de Francia).La pregunta que uno se hace es “¿Por qué no se cambia el sistema de financiación sanitaria?”, y la respuesta radica en la privatización del proceso electoral en EEUU. Las campañas electorales de los candidatos las financian los grandes grupos económicos y financieros, incluyendo las compañías de seguros. Estas últimas, por ejemplo, aportaron 525.188 dólares a la candidatura Clinton, 414.853 al candidato Obama, y 277.724 a McCain (que recibió menos porque tal industria creía que no tenía muchas posibilidades de ganar). De ahí se deriva que la clase política sea muy reticente a enfrentarse a las compañías de seguro, que son las que financian sus campañas. De ahí la gran frustración de la población hacia Washington, que representa el maridaje entre los grupos empresariales y financieros y la clase política. ¿Es éste el modelo liberal que las derechas (y algunas voces de centroizquierda) desean para España?




Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), profesor de Políticas Públicas en la Johns Hopkins University (en Baltimore, EEUU) y director del Programa Políticas Públicas y Sociales (Universidad Pompeu Fabra- The Johns Hopkins University).

martes, 4 de agosto de 2009


Adiós al 'sir' del fútbol
Robson, pasión por el balón y la vida

El ex técnico del Barça, fallecido el viernes pasado, elevó el concepto 'loco por el fútbol' a una categoría desconocida.

JOHN CARLIN- El País-03/08/2009

En julio de 1995, cuando entrenaba al Oporto, a Bobby Robson (Langley Park, Inglaterra; 1933) le diagnosticaron un tumor maligno en el cerebro. El especialista del hospital Royal Marsden, de Londres, le explicó todos los detalles de la compleja operación a la que se tendría que someter. Cortarían por encima del labio superior, alrededor de la nariz; abrirían un agujero en el paladar y, si todo iba bien, le extraerían un trozo de tejido canceroso del tamaño de una pelota de golf.
Su esposa, Elsie, me contó que la respuesta de Robson fue: "Vale. ¿Cuándo podré volver a trabajar?". El médico no dijo nada, recordó Elsie Robson. Le miró, boquiabierto. Había explicado el temible procedimiento a sus pacientes muchas veces, pero nadie había respondido con tan seca tranquilidad. El médico sabía además que, después de semejante operación, uno no se recupera lo suficiente para volver a hacer una vida normal. Pero Robson era un hombre fuera de lo común. Pasado un mes, ya estaba hablando por teléfono mañana y noche, planeando la temporada entrante. En noviembre volvió al trabajo, seis meses después conquistó el campeonato portugués y en la temporada siguiente, la de 1996-97, ganó tres trofeos con el Barcelona de Ronaldo: Recopa, Copa del Rey y Supercopa de España.
Bobby Robson, que murió el viernes pasado, a los 76 años, tras perder la última de sus cinco batallas contra el cáncer, elevó el concepto loco por el fútbol a una categoría desconocida. "Es mi droga, es mi vida", decía Robson, que ejerció como profesional durante 60 años, que jugó para la selección inglesa y después la entrenó, que ganó títulos en cuatro países. Vivía un partidillo de entrenamiento, seis contra seis en un campo reducido, con la misma intensidad que una final; veía todo el fútbol que podía en televisión, todas las Ligas de todos los países, y trataba a sus jugadores como si fueran sus hijos. Cuando estaba en el Barcelona, no se cansaba de hablar del talento puro de Ronaldo o de la tenacidad de Luis Enrique, en cuya dedicación al trabajo Robson veía un fiel reflejo de la suya. "I love Luis Enrique", me dijo una vez; "I love him!" ["¡adoro a Luis Enrique, le adoro!"].
Pero Robson no sólo amaba el fútbol. Amaba la vida. Vivía cada día, cada hora, cada minuto con el más puro entusiasmo, como un niño con un juguete nuevo, en un estado de permanente excitación. Estuve una mañana paseando con él en Sitges, el pueblo en el que vivió cuando entrenaba al Barcelona. Cualquiera que nos hubiera visto habría pensado que él trabajaba para una inmobiliaria y me quería vender una casa: "¡Mira las flores en esa terraza! ¡Qué preciosas!, ¿no? ¡Mira el paseo marítimo! ¡Qué grande! ¡Mira ese olivo! ¡Dos mil años! ¡Desde antes de Cristo!". Me acuerdo de que nos acercamos a una tienda en la que vendían cuadros. "Mira esos paisajes", me dijo; "esas mujeres vestidas de negro. ¡Qué belleza!".
A Robson le encantaba Sitges, y Barcelona también. "La catedral, las obras de Gaudí, el paseo de Gracia, Santa María del Mar: wow, wow, wow! ", exclamaba. Descubrí que sentía pasión por el teatro y que incluso de vez en cuando leía novelas. Y que le gustaban otros deportes. Veía rugby, jugaba al golf. Lo curioso es que le quedase energía para el fútbol, deporte del que vivía, pero que además amaba como el más apasionado forofo. Iba a ver partidos en campos ajenos por el puro disfrute de hacerlo, sin que hubiera ningún motivo profesional.
Una noche volvimos a su casa en Sitges a la 1.45 de la mañana. Estaba agotado. Había sido un día largo. El Barça jugaba contra el Madrid en menos de 48 horas. Pero se quedó despierto hasta las 2.25, hora en la que pasaban en televisión los resúmenes de un par de partidos (de poca trascendencia, recuerdo) que se habían disputado esa noche en Inglaterra.
Murió el viernes por la mañana. Desde el lunes había estado en la cama, agonizando. ¿Pero qué hizo el domingo? Fue a un partido. Un partido benéfico, en su honor, para recaudar fondos para la lucha contra el cáncer. Fue en Saint James Park, el estadio del Newcastle, el equipo que iba a ver jugar con su padre cuando era pequeño. La ovación con la que le recibió el público cuando entró en un campo de fútbol por última vez, en una silla de ruedas, combinó afecto, orgullo y admiración. Hay muchas ovaciones en el mundo del fútbol. Pocas han sido tan merecidas como ésa.