martes, 29 de abril de 2014


Habitualmente, cuándo quiero resaltar un artículo de un de los blogs de los que soy seguidor me limito a  copiar el ehlace. Pero esta vez, excepcionalmene, voy a "copiar" el artículo entero del compañero Javi López.  Grandioso y preciso tu artículo, Javi. Un saludo.j.m.marañón

AL 1 DE MAYO, CONTRA EL PODER DE LOS FRIKIS


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-Hay un millón de personas con cero cualificación y te obligan a pagarles aunque no valgan para nada.
Lo dice una friki, una de esas personas que se han encontrado todo hecho en la vida. De esas que nacieron en “alta cuna”. De esas que hicieron carrera de Ciencias Económicas y Empresariales y luego completaron estudios en la London School of Economics (esa misma que Blesa quiso traernos a Madrid de la mano de uno de sus fieles vicepresidentes). De esas con seis hijos, que montó negocio propio, manejando su apellido, su fortuna, su crédito familiar y encontrando, por su buen hacer, sin duda, una magnífica acogida para su empresa de seguridad, que ha actuado en plazas reconocidas, como Madrid Arena en aquella triste y fatídica noche, Mercamadrid, Madrid Salud. Presidenta y accionista mayoritaria de una de esas empresas que ha hecho fortuna cortesana en este Madrid que tan bien sabe repartir dádivas y beneficios entre sus cortesanos.
Lo dice esta friki, que se ha beneficiado de la baja cualificación cada vez que ha sido posible y se permite, ahora, pedir un salario supermínimo para esos que, por su baja cualificación, “no valen para nada”.
Lo que muchos dicen en los corrillos de los desayunos cortesanos que pueblan las mañanitas madrileñas, el argumentario en los selectos palcos, en las presentaciones vespertinas del último libro de cualquier tertuliano, o de cualquier personaje cuyas memorias son escritas en negro por un guionista a sueldo, va esta friki y lo suelta en público, ante los numerosos medios de comunicación presentes.
-Hay que sacar a los ninis del limbo en el que viven…
-Las prestaciones por desempleo promueven el parasitismo entre los parados…
Y lo dice quien participa en el reparto del maná que cae de las administraciones. De todas las administraciones, directamente, a unos pocos y selectos empresarios que se reparten el pastel, en la corte y en cada corte autonómica o municipal. Que se turnan, se rotan, cambian de nombre, pero siempre son los mismos perros, aún con distintos collares, o los mismos collares, los mismos amigos, los mismos dineros en liza.
Se llaman liberales, neoliberales, ultraliberales, amantes de la libre competencia y la libre concurrencia, pero siempre que la competencia sea ordenada, controlada, entre unos pocos buenos compadres. Ese tipo de “emprendedores”que partía a América a vencer o morir, o volver ricos, indianos, ennoblecidos por el dinero, tras dejar un rastro de sangre, fuego, selvas arrasadas, indios esclavizados. Ese tipo de conmilitón que convertía el honor en negocio y el negocio en patria, aunque para ello hubiera que desangrar a los patriotas, en sucesivas e interminables contiendas, guerras civiles, alzamientos, pronunciamientos.
Hemos entrado en Europa, hemos entrado en la OTAN, pero esos personajes patrios han perdurado en el tiempo. Nunca entenderán la miseria de este pueblo, el cansancio secular de este pueblo, ante los malos gobiernos, los salvapatrias, los chupasangres. Nunca entenderán que este silencio no es asentimiento, ni resignación, sino el preludio de la tormenta. Porque ya no hay patria que nos una en los derechos. Porque esos derechos que exhiben sin pudor, parece convertirles en patriotas y a todos los demás nos transforma en extranjeros. Aunque, tal vez, en realidad, estos personajes sean los extranjeros y seamos nosotras y nosotros, los patriotas.
Han utilizado la crisis para mantener y recomponer sus beneficios, a costa de todos los demás. Han medrado con la crisis, porque han convertido en negocio cada uno de nuestros derechos. La educación, la sanidad, la dependencia, nuestra seguridad, se han convertido en su nuevo pelotazo. Han puesto precio a cada servicio. Han decidido que no todos podemos acceder a los mismos servicios. No todos podemos tener un empleo. No todos podemos costearnos la vida con un salario decente. No todos podemos obtener protección, si el empleo falla.
Antes de esta crisis el Estado velaba por el empleo, por una vida digna, por una protección a las personas. Ahora ya no. Gracias a esta generación friki, de antiguos caciques y nuevos esclavistas, la crisis supone el fin del Estado como garante de derechos compartidos. A fin de cuentas qué más les da a estos frikis vivir aquí o en cualquier otro lugar del planeta. Qué les importa atrincherarse, con sus empresas privadas de seguridad, en sus urbanizaciones y espacios de lujo inimaginables para el común de los mortales.
Cantan la recuperación económica y preparan el asalto definitivo a los derechos laborales y sociales. El Estado del Bienestar ha muerto, el Estado Social ha muerto, la Constitución Española ha muerto, la Europa de los Ciudadanos ha muerto. Es la hora de los mercaderes, de competir a muerte, del sálvese quien pueda, del final de la solidaridad, del individualismo feroz.
-Estás solo. Camina o revienta. Nadie va a hacer nada, ni a dar un duro por ti…
Han decretado la recuperación económica para ver si ganan algo, si no pierden tanto, en las contiendas electorales que se avecinan. Pero la publicidad y la propaganda masiva no pueden ocultar los recientes y transparentes datos de la EPA (Encuesta de Población Activa). Una tasa de paro del 25´93% no es recuperación económica.184.600 empleos destruidos en un trimestre y 424.000 personas menos con empleo en un año, no aportan ni un solo brote verde en el horizonte. Todo el empleo perdido es del sector privado, que sigue sin remontar y más de 42.000 son empleos industriales. Tenemos menos capacidad productiva. Somos un país que se achica, adelgaza hasta el raquitismo. Un país de sectores productivos conducidos al enanismo.
-Poco más de 5 millones de personas paradas.
(Rajoy lo dice así, para decirnos que ese poco más son 933.300 personas. Es decir, somos ya 5.933.300 personas paradas en este país de todos los demonios).
Lo más grave, lo que nunca entenderá la friki, ni su corte de frikilianos, es que con más de 53.000 nuevos hogares con todos sus miembros en paro, tenemos ya 1.978.900 familias en esta dramática situación. 6 millones de personas viven en estos hogares en los que nadie tiene un empleo. Dónde quedan sus seis hijos, sus pagas semanales convertidas en créditos, su tratar a los niños como si fueran empresas y ella la gran mamá banquera.
Por eso volveremos al 1 de Mayo. Porque no queremos un país gobernado por frikis. Porque toleramos mal las imposiciones. Porque queremos vivir en un país con derechos laborales y sociales generales y compartidos. Porque sabemos que no hay recuperación sin crear empleo. Porque no hay futuro, con empleo basura. Porque no tendremos país si algunos de nuestros mejores jóvenes, los más cualificados, se van.
(los jóvenes de hoy son los más preparados de nuestra historia, mal que le pese a alguna gente friki e indocumentada).
Porque no creemos en una España que deja en la cuneta a millones de sus mejores ciudadanos y ciudadanas. Porque no creemos que ser competitivos sea sinónimo de ser degenerados xenófobos.
Estamos dispuestos a sentarnos a hablar de estas cosas. De empleo, de jóvenes, de recuperación de los salarios para una recuperación económica real, de protección a las personas. Estamos dispuestos a aceptar que, si queremos encontrar un camino como país, tendremos que sentarnos con algunos frikis para hablar de estas cosas. Pero decir esto, no significa que aceptemos insultos, imposiciones, menosprecios, por parte de quienes no saben nada de España, ni les interesan sus ciudadanos y ciudadanas, porque su patria no son los españoles, sino el dinero, su dinero, sus beneficios especulativos, sus pelotazos.
Somos gentes sencillas. Vivimos de nuestro trabajo. Si no tenemos trabajo malvivimos, o no vivimos, o nos amoldamos a ir muriendo. Nuestro trabajo es nuestra pensión futura. Nuestra protección por desempleo. Nuestro trabajo asegura los recursos para la sanidad, la educación, los servicios sociales. Porque no son los frikis, somos nosotros, los que pagamos impuestos y no los evadimos, no los compensamos, ni los bonificamos, ni los deducimos.
El trabajo es nuestra patria. Y nuestro día de la patria es el 1 de Mayo. Por eso seguimos conmemorando en las calles las luchas y la sangre que han conquistado derechos. Derechos que ninguna friki tiene autoridad moral, ni ética, ni categoría humana, para cuestionar. Derechos a los que no vamos a renunciar y por los que vamos a seguir luchando, porque esos derechos son nuestra línea roja.
¡Viva el 1 de Mayo!
Francisco Javier López Martín

lunes, 28 de abril de 2014


Una remontada de ‘dream team’

El Barça sella su pase a la Final a Cuatro tras ganar por siete goles al Rhein-Neckar

Karabatic celebra la victoria del Barcelona / fcb

Con un triunfo de otra época, con una remontada de dream team, el Barça aplastó al Rhein-Neckar Löwen y sacó el billete para la Final a Cuatro de Colonia (31 mayo-1 de junio) . Los azulgrana honraron al Palau, el coliseo donde todo es posible. Incluso dar la vuelta a siete goles de diferencia (38-31 en la ida en Alemania). En unos cuartos de final. Ante el líder de la Bundesliga. Porque para honrar al Palau, Sterbik se vistió de Svensson y Barrufet; Raul Entrerríos fue Masip, Víctor Tomàs rindió tributo a O’Callaghan y Antonio Carlos Ortega. Y Karabatic... Karabatic se erigió en lo que fue y sigue siendo: el único hechicero capaz de generar tanta magia.

BARCELONA, 31-RHEIN-NECKAR, 24

Barcelona: Sterbik; Víctor Tomás (6, 3p.), Gurbindo (3), Sorhaindo (2), Raúl Entrerríos (3), Karabatic (7), Juanín (2) —siete inicial—; Morros, Rutenka (5), Noddesbo, Sarmiento (1), Lazarov (2, 1p) y Ariño.
Rhein-Neckar Löwen: Landin, (Stojanovic); Groetzki (7), Petersson (4), Myrhol (1), Schmid (3), Ekdahl Du Rietz (2), Gensheimer (2) —siete inicial—, Isaias Guardiola, Manojlovic, Gorbok (5), Gedeón Guardiola y Sigurmannsson.
Marcador cada cinco minutos: 2-1, 4-2, 7-5, 8-8, 12-11, 15-11 (descanso); 17-14, 19-15, 21-16, 24-20, 28-21 y 31-24.
6.800 espectadores, lleno, en el Palau Blaugrana.

La urgencia colapsó al Barcelona durante buena parte del partido. Las imprecisiones se sucedían en el conjunto azulgrana, ansioso por abrir diferencias cuanto antes. Pero una remontada así requiere de una tortura para el equipo rival. Una gota malaya que se inició en la recta final de la primera parte. Quizás en el minuto 22, cuando Karabatic anotó su primer gol. Cuando ya no hubo discusión y el francés jugó en ataque y en defensa. No hay sobre el 40x20 mundial un jugador tan determinante como el galo en forma. Metió Karabatic el miedo en el cuerpo a los alemanes, vulnerables entre tanto estruendo, anulados en ataque Gensheimer y Myrhol. Solo Landin los mantuvo con vida, porque opciones de victoria no tuvieron. El líder de la Bundesliga sucumbió de forma estrepitosa: logró los mismos goles que en toda la primera parte del partido de ida.
Le costó al Barça, sin embargo, alcanzar la épica. Lo tuvo en sus manos Rutenka cuando faltaban 14 minutos para completar los 120 de la eliminatoria. Vencía el Barça por seis goles y el bielorruso erró un lanzamiento que activó al Rhein-Neckar. De la remontada se pasó a una ventaja de solo tres tantos. Estéril. No dejó pasar la segunda ocasión. Apenas quedaban cinco minutos para claudicar y el Barça se situó 27-21. Sterbik agrandó su ya gigantesca leyenda y detuvo un penalti a Gensheimer, aquel muchacho que seis días atrás había marcado 14 goles. Y fue el capitán, Víctor Tomàs, en la siguiente jugada quien puso el 28-21. Los siete goles de diferencia eran ya una realidad. Suficientes, pues era imposible que el Rhein-Neckar alcanzara los 31 del Barça en la ida.
Se desgañitaba Xavi Pascual en el banquillo azulgrana mientras Svensson, ayudante del técnico alemán, miraba a la nada. El exportero sueco saboreó durante muchos años lo que estaba padeciendo. Guardián junto a Barrufet del eterno dream team de la segunda mitad de los noventa, veía cómo la magia del Palau sentenciaba a su equipo.
El triunfo del Barcelona es un balón de oxígeno, al menos estadístico, para el balonmano español, que los últimos seis años ha luchado por el máximo cetro continental. Desde que el Teka ganase la Copa de Europa en 1994 al menos un equipo español ha alcanzado las semifinales, que han ganado en 13 ocasiones: cinco de ellas un Barça para el recuerdo. Un dream team que vislumbra reencarnación.



La vida alrededor de un balón

Vilanova fue 12 años futbolista profesional, además de pasar tres cursos como director deportivo y ocho en los banquillos

Tito, con Messi / Getty

No había nadie mejor para explicar el fútbol, toda vez que Pep Guardiola, entonces entrenador del Barcelona, solo atendía en las ruedas de prensa por lo que apenas se podía mantener un diálogo o profundizar en un tema específico. Pero Tito Vilanova, segundo hasta que tomó el relevo en 2012, encontraba a veces un hueco para atender a las preguntas de los periodistas, sobre todo si versaban sobre el juego del Barça, inquietudes del balón. No era extraño que su voz apagada cogiera ritmo y se extendiera en las explicaciones del porqué se atacaba por ahí, del porqué el balón se sacaba desde ese lugar, del porqué se presionaba en tales zonas… “¿Lo has entendido?”, cuestionaba al final. Le preocupaba transmitir la idea del cuerpo técnico. Y le daba vueltas sin parar al juego, hasta el punto de que Andoni Zubizarreta, director deportivo azulgrana, llegó a decir que “trabaja dormido”. Pero la enfermedad le privó de ocuparse del grupo y de hacer lo que siempre hizo, rodeado de balones.
Tito llegó a La Masia a los 14 años, procedente de Bellcaire d’Empordà, un pueblo de unos 620 habitantes en el corazón de Girona. Centrocampista que en ocasiones actuaba de mediapunta, cómodo con alguien físico por detrás, brillaba en la conducción y en el pase, por más que siempre estuviera a la sombra de Guillermo Amor, el futbolista en el que todos los jóvenes de la cantera se fijaban, como el propio Guardiola. Pero Tito se ganó su sitio en un equipo de futbolistas con pinta de Primera, como Sebastián Herrera, Sergi López –era el hermano de Gerard, ahora seleccionador de Cataluña-, Jordi Roura –su segundo en el Barça-, Cristóbal Parralo y, un año después, Chapi Ferrer. Juego de jerarquía que se explicó en dos finales juveniles de la Copa del Rey: un espléndido 6-3 sobre el Madrid; un ajustado 2-1 sobre el Athletic con gol sobre la bocina del 7, de Tito.
Asentado en el filial azulgrana de Lluís Pujol, entonces Barça Atlètic, la falta de resultados en 1989 –descendieron de Segunda a Segunda B- y que Danny Muller era su rival por el puesto (además del yerno del propio Johan Cruyff, entrenador del primer equipo), hicieron que Vilanova perdiera protagonismo en el club. Aun así, el holandés le llamó para disputar dos amistosos, el primero contra el Banyoles (2-6; día en el que también se estrenó Pep); el segundo ante el Palamós (2-1), siempre figurante en las segundas partes.
Tito Vilanova, en su época en el Celta / halacelta.com

Sin más recorrido como azulgrana, Vilanova se marcha al Figueres de Jorge D’Alessandro, equipo en el que llegaría a jugar la promoción de ascenso a Primera en 1992. Allí, además, coincidió con Aureli Altimira, Albert Valentín y Pere Gratacós, actual preparador físico, responsable de la gestión de la secretaría técnica y relaciones deportivas del Barcelona, respectivamente. También estaba otro exazulgrana, Alejo Indias, uno de los pioneros en ponerle el apodo de Marqués, toda vez que era fino y elegante en el manejo del balón al tiempo que siempre quería el césped bien regado y bien cortado, pendiente de cualquier detalle. “Manejaba códigos, valores de vestuario y era riguroso y analista. Tito ama el fútbol”, le reconocía D’Alessandro. Su excelente participación en el Figueres hizo que el Celta le diera la tentativa de Primera, donde pasó tres años. Época de elogios y críticas entremezclados porque era un jugador técnico en un equipo al que se le exigía brega y pelea, siempre con el descenso como alarma. Por lo que a su inicial efervescencia del primer curso le siguieron dos temporadas de ostracismo con Txetxu Rojo y Carlos Aimar. “Vivíamos uno frente al otro, íbamos a entrenarnos juntos y las conversaciones eran de fútbol y más fútbol”, recordaría Patxi Salinas.
Terminado el sueño de Primera, Tito nunca renunció a darle al balón, feliz por defender a equipos de Segunda como el Badajoz, donde, de la mano de Colin Addison –exjugador de Arsenal y técnico del Atlético, entre otros- se quedaron a un tanto del ascenso, con Tito más escorado a la derecha, una suerte de volante. Un año más tarde, ya en 1996, fichó por el Mallorca de Víctor Muñoz y Pichi Alonso, despedidos del equipo en abril cuando eran líderes. Logrado el ascenso, en cualquier caso, Tito se marchó al Lleida de Juande Ramos. Un año más y de nuevo las maletas para jugar, de 1998 a 2000, en el Elche, donde le entrenó Bartolomé Plaza y después, otra vez, D’Alessandro. Pero su carrera se acabó dos cursos más tarde, en la Gramenet, donde compartió vestuario con Oleguer.


Entrenó al Cadete B del Barça, la generación del 87, con intérpretes como Piqué, Cesc y Messi


A Tito no le costó nada coger la pizarra al colgar las botas; en el mismo 2002 entrenó al Cadete B del Barça, uno de los grandes equipos de La Masia, la generación del 87, con intérpretes como Piqué, Cesc y Messi, entre otros. Pasó después por el Palafrugell, probó fortuna como director deportivo del Figueres y Terrassa, y en 2007 atendió la llamada de Pep Guardiola para ser su segundo en el filial del Barcelona. Ascenso, títulos y gloria después, cogió las riendas del primer equipo. “Continuaremos jugando igual para ganarlo todo”, aseguró. Y el Barça empezó como un tiro, espectacular porque ganó 17 partidos y empató uno, ante el Madrid (55 de 57 puntos posibles), récord histórico en la Liga. Si bien después se desinfló, ya con Tito en Nueva York y con Jordi Roura en el banquillo, vapuleados ante el Bayern en Europa, el grupo logró imponerse en la Liga con 100 puntos, otro récord del Barcelona, el récord de Tito.

Adiós a Tito Vilanova, un líder natural

El exentrenador del Barça fallece a los 45 años, víctima de un cáncer detectado en 2011 ● Su tándem con Pep Guardiola en el club azulgrana conformó un equipo inolvidable

Incluso cuando hablaba de su enfermedad, Tito Vilanova desdramatizaba y se refería a la clínica como un taller por el que tenía que pasar con una cierta regularidad por exigencias de la ITV. La última parada ha sido mortal. Tito Vilanova ha fallecido a los 45 años en Barcelona víctima del cáncer en la glándula parótida que sufría desde 2011 y que le apartó del fútbol.
Había aprendido Tito a convivir tanto con su dolencia que suavizaba la situación más tensa, también la última, cuando informó a un pariente suyo que en lugar de acudir a su finca para descansar durante la Semana Santa ingresaría en la clínica Quirón de Barcelona. Tenía un virus y su sistema inmunológico no respondía después de que tampoco hubiera funcionado el tratamiento experimental que había seguido en Francia. No le dio mayor importancia, como si fuera una rutina, porque al fin y al cabo desde hace ya un tiempo Vilanova entraba y salía de la clínica, iba y venía del campo de fútbol en que jugaba su hijo Adrià con el juvenil B del Barça y de vez en cuando se pasaba a cenar por algún restaurante con su esposa Montse.
Aunque pretendía hacer una vida normal, la gente hablaba sobre su aspecto, sobre el pañuelo que cubría su cuello, sobre su gorro de lana, sobre sus relaciones con Pep Guardiola y también sobre lo bien que se estaba portando Sandro Rosell. Hubo algún amigo íntimo que dejó de visitarle porque le daba apuro verle y conversar sobre la vida con la entereza que hablaba Tito. Quizá por su carácter de ampurdanés (Bellcaire, 17 de septiembre de 1968), había aprendido a convivir con su dolencia, a relativizar su dolor, a desafiar a la muerte que anunciaba la maledicencia. Los propios médicos, o al menos algunos de los doctores que le trataban, preveían en abril del año pasado que podía afrontar la temporada con un renovado optimismo: “Me siento fuerte”, anunció para recaer poco después ante la sorpresa del club, de la clínica y de los oncólogos que le habían recomendado trabajar como el mejor de los remedios. Aquel día hubo quien sentenció en el club: “A la que dejas de ser entrenador del Barça, pasas a ser un enfermo común. No es la mejor terapia”.
El Barça le dio vida a Tito y Tito se desvivió por seguir en el Barça desde que regresó a la entidad en la temporada 2007-2008. Guardiola le llamó para que fuera su ayudante en el Barcelona B. Ambos eran buenos amigos desde que convivieron en La Masia. Aunque habían sido centrocampistas virtuosos, vivían el fútbol desde puntos opuestos: la rauxa de Guardiola contrastaba con el seny de Tito. La mezcla funcionó estupendamente y si el filial consiguió el ascenso a Segunda B fue por el buen conocimiento de los rivales que tenía Tito, exjugador del Figueres, Lleida y Gramanet, además del Celta, Badajoz, Mallorca y Elche; técnico del Palafrugell; y director deportivo del Figueres y Terrassa. Ha dicho Guardiola que el título que más recuerda fue el de campeón de Tercera. Así se explica que no dudara en reafirmar a Tito como su segundo cuando al año siguiente llegó al Camp Nou. Guardiola procuró que a Tito no le faltara de nada y consiguió que Rosell le extendiera un contrato propio del mejor técnico de la Primera División.



Se formó en la Masia y en su época de jugador le pusieron el apodo de El Marqués


El Marqués, como se le calificaba en sus tiempos de jugador de los equipos inferiores del Barça, el mismo que había perdido la plaza de interior en el filial de Lluís Pujol en beneficio de Danny Muller, por entonces novio de una de las hijas de Johan Cruyff, era ahora el complemento ideal de Guardiola, igual que cuando mandaban Cruyff y Carles Rexach. Tito preparaba la estrategia, aconsejaba fichajes como el de Cesc, sabía a quién y en qué momento había que cambiar, entendía a Messi y concedía entrevistas con el visto bueno de Guardiola. El Barcelona se convirtió en el mejor equipo del mundo a partir del tándem Guardiola-Vilanova, 14 títulos en 19 competiciones. Hasta que en una consulta relacionada con los problemas de oído que había tenido desde pequeño se supo que tenía un tumor en la glándula parótida del que fue operado en noviembre de 2011 cuando el equipo viajaba a Milán. El cáncer ya no abandonó a Tito mientras Guardiola se distanciaba del Barça.
Guardiola y Tito también se fueron separando y les fueron enfrentando de forma progresiva hasta llegar a la ruptura y más tarde a la reconciliación, cuando ya no había ni intermediarios ni familiares de por medio, ambos alejados del Barça. Quizá Pep quería que la historia acabara como había empezado y puede que Tito pretendiera asegurar el futuro de su familia y dirigir la transición del Barça. El título de Liga de 2013 avala las intenciones de Vilanova, a cuyo regazo se entregó la plantilla, agotada por la cultura del esfuerzo de Guardiola. No pareció un ataque de vanidad sino que, consecuente con su personalidad, Tito consiguió relativizar el papel del entrenador del Barça frente a la figura de Messi. Y si alguna vez se dio importancia fue para combatir el menosprecio de quienes ninguneaban sus conocimientos.
Iba y venía Tito, como si no hubiera pasado nada, no sufriera ningún mal, igual que si estuviera de paso por la vida y por el Barça.

“Muchacho, es esta noche”

Uno de los capitanes de abril recuerda la Revolución de los Claveles, que este viernes cumple 40 años


Carlos Beato muestra su foto del 25 de abril de 1974 junto al capitán Maia (izquierda). / francisco seco

Corría el 24 de abril de 1974 y Portugal languidecía bajo una dictadura que duraba más de 50 años. Esa mañana, en el cuartel de la Escuela Práctica de Caballería, en Santarem, a 70 kilómetros al norte de Lisboa, el capitán José Salgueiro Maia, se cruzó con el alférez de reemplazo Carlos Beato (entonces de 27 años) y le dijo, en secreto:
—Muchacho Beato, es esta noche.
Lo que pasaría esa noche era un levantamiento o rganizado por un grupo de capitanes y oficiales jóvenes portugueses destinado a derribar la podrida dictadura de Marcelo Caetano, instaurar la democracia en Portugal y acabar con una guerra colonial en Angola y Mozambique completamente imposible de vencer desde el punto de vista militar.
“Y yo, claro, cuando oí al capitán Maia informándome de que todo iba para adelante y de que iba a ser ese día, pues sentí un escalofrío que me heló. Se puede imaginar: una cosa es conjurarse y otra distinta saber que todo va a comenzar en horas”, dice Beato, de 67 años.
Hay una foto famosa, reproducida en innumerables textos, folletos y cárteles, convertida en un icono histórico que presenta al capitán Salgueiro Maia, considerado el héroe de la Revolución de los Claveles, fallecido en 1992, con el fusil de asalto a la espalda, mirando al frente. Al lado hay un soldado con casco y bigote, con la guerrera abotonada hasta arriba que mira de reojo a su capitán con aire algo asustado.
“Claro que estaba algo asustado. Eran los momentos decisivos: cuando esperábamos a que Marcelo Caetano se rindiera ya, a eso de las cuatro de la tarde del 25 de abril. Por encima de nosotros volaba un helicóptero artillado que en cualquier momento podía hacer fuego y armarla. El dictador estaba encerrado en el cuartel general de la policía del Largo do Carmo, defendido por soldados fieles, y afuera, el pueblo, con nosotros, que quería entrar a tomarse la justicia por su mano”, añade.
Beato, vestido con traje y corbata, afable, simpático, sonríe hoy al recordar el jueves nublado que nada parecía encerrar pero que cambió la vida entera de Portugal con una revolución incruenta.
Todo había comenzado a las doce de la noche: en el despacho del cuartel de Santarem de Maia los oficiales implicados en el golpe esperaban la señal: a esa hora, debía sonar en Radio Renascença la canción Grândola, Vila Morena, de José Afonso. Su emisión, en una época sin teléfonos móviles, significaba que el plan seguía adelante en todas las guarniciones del país. No emitirla implicaba que algo había fallado. Beato, emocionado, nervioso, se pone en pie 40 años después para seguir contando: “Y ahí estábamos, esperando que sonara la canción, con los mapas de Lisboa en la mesa del capitán. Y dan las doce y nada. Y las doce y cinco y nada. Y las doce y diez y nada. Yo ya estaba envolviendo los mapas porque parecía que no iba a sonar cuando, pasadas las doce y cuarto, comenzó a oírse la canción. Y allí sí que pensé: no hay vuelta de hoja”.
Pocos minutos después, el capitán Salgueiro Maia reunió a todos los soldados del cuartel, alrededor de 700, y les dijo que sólo quería voluntarios después de una frase que ha pasado a la historia: “Hay, señores, tres clases de Estados: el Estado social, el Estado corporativo y el estado al que hemos llegado”. Todos dieron un paso al frente.
La misión de la Escuela Práctica de Caballería de Santarem era la más peligrosa y delicada de todas las acciones de aquel día: debían ocupar la Baixa lisboeta y los ministerios allí ubicados. “Llegamos muy pronto, a las seis de la mañana. Y entonces la gente empezó a acercarse, a preguntarnos. Todos estaban de nuestro lado. Nos decían: ‘Muy bien, vamos allá, viva la libertad”.
Con todo, hubo un momento decisivo: cuando cuatro tanques fieles al Gobierno cercaron al batallón de Maia en la ribera del Tajo. “Pero el cabo que debía obedecer al general de brigada que le ordenó abrir fuego se negó a hacerlo, y se encerró en la cabina del tanque para que el otro no le pegara un tiro con la pistola. Ahí se ganó el 25 de abril desde el punto de vista militar”, recuerda Beato. “Si ese cabo hubiera disparado habríamos muerto todos y se habría destruido la plaza”, aventura.
El cabo en cuestión, José Alves Costa, que aquel día tenía 24 años, ha permanecido hasta ahora en el anonimato, ya que trató, después de aquel día, pasar desaparecido. Y lo consiguió. Sólo en 2013 los periodistas Alfredo Cunha y Adelino Gomes lograron localizarlo en la aldea de Balazar, al norte de Portugal, donde vive.
Beato, que tras dejar el Ejército se licenció en Relaciones Internacionales y, entre otras cosas, fue alcalde de la ciudad de Grândola (la localidad que inspiró, casualmente, la canción-emblema de la Revolución de los Claveles), trabaja hoy como administrador en una caja de ahorros con función social.
Su agenda ha estado llena durante esta semana de conmemoraciones, encuentros, llamadas de periodistas y cenas de aniversario. Este viernes celebrará, solemnemente, junto a sus viejos compañeros, el 40 aniversario de la Revolución de los Claveles en un acto ajeno a la conmemoración oficial en el Parlamento, como señal de protesta contra la política de ajustes y recortes del Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho.
“Las puertas que abrimos ese día están hoy un poquito más cerradas”, explica Beato, mirando hacia el suelo. Luego añade, sin perder la sonrisa: “Pero a pesar de que hay cosas que faltan, valió la pena jugarse la vida por un Portugal libre y democrático”.

La dignidad del hijo de un payés

Tito creció en un pequeño pueblo de Girona y heredó los valores del campo en su modo de ser y su trayectoria humana y profesional

“Todo irá bien”, repetía incluso cuando peor lo estaba pasando, a sus padres, a los que no quería contarles ni lo bueno ni, por supuesto, lo malo, a sus hijos y a sus amigos, metido en una lucha agónica contra la enfermedad que se lo ha terminado llevando. Tito Vilanova rehuyó, incluso, el contacto con los más cercanos en los últimos meses, cuando peor estaba, cuando sabía que todo se acababa, en su refugio de L’Escala escapando de la compasión, convencido de que no era justo hacer sufrir a la gente que quería. Prefirió eludir afectos y se aferró a la dignidad con la que creció en su pueblo, hijo de payeses, heredero legítimo de valores que hablan de la tierra, de campo. Así vivió y así murió, con los valores que le señalaron por leal, reflexivo, trabajador, sencillo, y recto. De Tito decían que cuando caía, caía de pie, digno y orgulloso. Tito Vilanova creció en un pueblo de 600 habitantes en el corazón de Girona, en Bellcaire de L’Empordà, y presumió de origen. “Cagarse no se cagará”, contó un amigo al explicar la manera en la que vivía el cargo y su lucha.
A Tito le gustó rodearse de amigos, por mucho que en los últimos meses rehuyera de todo. Por digno, prefirió abrazarse a su gran amor, Montse Chaure, la mujer con la que creció, soñó, luchó, sufrió y vivió desde que tenía 18 años, antes que dejarse compadecer. Fue tímido al declararse, pero cuando se ganó el amor, lo defendió de por vida.
“Tengo cuatro amigos, no más, me basta
y no los pierdo por nada”, solía decir
Le gustaba comer, especialmente caracoles, setas y los canelones de su suegra. Más allá de la mesa, su mayor pasión reconocida siempre fue la música y se le recuerda comprando discos de Julio Iglesias en tiendas de Barcelona para llevárselos a su madre. Fue suya la banda sonora del mejor Barça de la historia, básicamente porque él llevó a la ciudad deportiva el CD de Coldplay, pero le venía bien Serrat y escuchaba a Keane o a The Cure si convenía; si antes de los partidos, en el calentamiento del equipo, suenan los Blau Mut fue él quien lo propuso.
Presumía de tener pocos amigos —“cuatro, no más, me basta y no los pierdo por nada”, solía decir— y de tan fiel, entregó su amor a Montse Chaure cuando jugaba en el filial de Barcelona y con ella se casó en 1992. Mujer de carácter, barcelonesa, hizo camino de Barcelona a Mallorca, pasando por Vigo, Badajoz, Lleida y Elche hasta echar raíces en una casa con terraza en la ciudad condal que gustaba de iluminar con velas para cenar en verano a solas.
Amante de la música, fue suya la banda sonora del mejor Barça de la historia
Montse fue quien le hizo los mayores regalos que jamás hubiera soñado en su vida: Carlota, su hija mayor, la niña de sus ojos, esa mujer de la que tan orgulloso estaba, estudiante de Derecho —y según presumía siempre, “más guapa y más lista que sus padres”— y Adrià, jugador del juvenil B del Barça —“fichó antes de que yo volviera al club con Pep”, solía recordar siempre que intuía cualquier sospecha de los motivos por los que su hijo jugaba en el club—. A Tito le gustaba decir que Montse era, “de largo”, lo mejor que le había pasado en la vida. Y así la miró siempre
Lo cierto, dicen, es que fue Tito Vilanova el que resultó un regalo para cuantos le conocieron, en familia, entre amigos compartiendo mesa y mantel o en un vestuario. Fue futbolista y entrenador pero, por encima de todo, fue un buen amigo, un buen hijo, un gran marido, un gran padre y una persona que recordarán más allá de su muerte quienes le trataron.