miércoles, 2 de abril de 2014

El conflicto del sindicalismo español: representar a todos los trabajadores con las cuotas de unos pocos

Las centrales sindicales cuentan con menos recursos económicos que en la mayoría de países europeos, pese a tener una de las representatividades más altas
Los convenios y acuerdos que firman tienen eficacia general, es decir, sirven para todos los trabajadores, estén o no afiliados, y eso, aseguran, no incentiva a la afiliación
Para financiarse han recurrido en ocasiones a actividades no sindicales que han derivado en escándalos por la mala gestión de fondos
Trabajadores de Coca-Cola protestan contra el ERE cerca del Congreso
Trabajadores de Coca-Cola protestan contra el ERE cerca del Congreso. / Efe
España es el cuarto país de la Unión Europea con más representación sindical en sus empresas, tanto pequeñas como medianas y grandes. Según la Encuesta Europea de Empresas 2013, por delante sólo se encuentran Dinamarca, Finlandia y Lituania. La cobertura de la negociación colectiva es también una de las más elevadas de la UE (más del 80% de los trabajadores están resguardados), una cifra que equipara a España con los países nórdicos y centroeuropeos. Sin embargo, al hablar de financiación, la cosa cambia: es una de las más escasas de Europa.
"No hemos articulado bien un mecanismo para financiar a los sindicatos. Son entidades privadas, como los partidos, pero que ejercen unas funciones de interés general: la interlocución social, la negociación colectiva, formar parte de organismos públicos, la presencia en las empresas... El despliegue de todas sus funciones necesita apoyo económico", explica la catedrática de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid Yolanda Valdeolivas.
Ella es una de los más de cien firmantes de un manifiesto en defensa de la actividad sindical que acaba de presentarse y en el que personas dedicadas a la investigación y la universidad piden que los poderes públicos aborden cuanto antes "el sostenimiento legal, económico y social" de los sindicatos "como instituciones imprescindibles para la defensa de los intereses que le son propios, que son hoy, más que nunca, los de todos los ciudadanos".
El fraude de los cursos de formación es la última noticia que ha puesto sobre el disparadero el problema de la financiación de los sindicatos. Pero en realidad el conflicto se enraíza muy atrás y lleva a otros escándalos anteriores como el de la cooperativa de las PSV del caso de UGT. Al final, los sindicatos buscan recursos financieros en actividades que no son las centrales del sindicato –como la organización de viajes– y es cuando aparecen los problemas.
En el modelo español, todos los trabajadores se benefician de la negociación colectiva, del diálogo social y de la actividad de los representantes sindicales en la empresa, es decir, su aplicación es universal. Sin embargo, sus costes corresponden a las propias organizaciones. ¿Cómo se financian? La principal fuente de financiación de los sindicatos mayoritarios –UGT y CCOO– son las cuotas de sus afiliados.
Precisamente, el hecho de que en España la negociación colectiva sea de eficacia general desincentiva la afiliación a los sindicatos. "Hay países donde la negociación colectiva es limitada y la afiliación es muy alta. Allí los convenios sólo afectan a los trabajadores sindicados y luego hay una vía de adhesiones que pasa por compensar por los gastos de negociación", explica Valdeolivas.

Menos dinero

Por otro lado, los Presupuestos Generales del Estado determinan una partida destinada a financiar parte de la actividad sindical y de las organizaciones empresariales. Esta cantidad depende de la representatividad de cada organización. Existe, además, otra partida para compensarles por su labor de interlocución social e institucional y su participación en órganos de representación. En total, la partida dirigida a la financiación sindical es ahora aproximadamente la mitad que hace dos años.
España es también uno de los seis países europeos con el porcentaje más bajo de empresas que financian la actividad sindical y con menos medios para formar a los representantes de los trabajadores, según muestran varios indicadores de la OCDE y la Comisión Europea.
Las organizaciones sindicales también arañan recursos de otros caladeros: cobro de algunos servicios a trabajadores no afiliados, alquiler de espacios e instalaciones o, por ejemplo, subvenciones para impartir cursos de formación. No obstante, estas últimas tienen un carácter finalista, es decir, sólo pueden emplearse para llevar a cabo la acción para las que han sido concedidas. Los sindicatos (como el resto de empresas u organizaciones que pueden acceder a estas subvenciones) se quedan un pequeño margen de beneficio como gastos de gestión.
El exministro de Trabajo Valeriano Gómez, uno de los firmantes del manifiesto, sostiene que los sindicatos no deben convertirse en "grandes academias de formación", sino que deben concentrarse en la defensa de los intereses de los trabajadores. "Mientras que hemos creado un modelo sindical cuya eficacia se extiende a todos los trabajadores, no hemos creado los medios para que las organizaciones sindicales puedan sostenerse, y eso está generando problemas constantemente", asegura.
En España hubo un intento por mejorar la financiación sindical a través del llamado canon de negociación: una cantidad proporcional al salario que cada trabajador afectado por un convenio pagaría como compensación por los gastos generados por el proceso. El Tribunal Constitucional, sin embargo, tumbó la idea por considerarla una forma de presionar indirectamente para que las personas se afiliaran. Después de eso, no hubo más intentos por introducir novedades.
Con todo, los escándalos en la gestión de los cursos de formación han puesto este problema bajo el foco. Urge una solución y, por lo pronto, los expertos abogan por instaurar unas auditorías internas exhaustivas que aseguren que los fondos que mueven los sindicatos y las organizaciones empresariales se utilizan debidamente. "En realidad son organizaciones muy grandes y muy federalizadas, es muy difícil controlar hasta el último euro", comenta un sindicalista.
El Gobierno ha puesto sobre la mesa una reforma de la financiación de los cursos de formación, pero los sindicatos lamentan que sólo se abogue por su privatización sin intentar enfrentar los problemas de fondo.


martes, 1 de abril de 2014

La Guerra Civil que nunca se aprendió en las escuelas

Por:  | El País/ 01 de abril de 2014
Cartel de Arnau sobre un parte oficial del cuartel general del Generalísimo. / Biblioteca Nacional (BNE)
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, nuestras tropas victoriosas han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”, decía el último parte oficial emitido desde el cuartel general de Franco el 1 de abril de 1939, con la voz del locutor y actor Fernando Fernández de Córdoba.
Atrás había quedado una guerra de casi mil días, que dejó cicatrices duraderas en la sociedad española. El total de víctimas mortales, según los historiadores, se aproximó a las 600.000, de las cuales 100.000 corresponden a la represión desencadenada por los militares sublevados y 55.000 a la violencia en la zona republicana. El desmoronamiento del ejército republicano en la primavera de 1939 llevó a varios centenares de miles de soldados vencidos a cárceles e improvisados campos de concentración. A finales de 1939 y durante 1940 las fuentes oficiales daban más de 270.000 reclusos, una cifra que descendió de forma continua en los dos años siguientes debido a las numerosas ejecuciones y a los miles de muertos por enfermedad y desnutrición. Al menos 50.000 personas fueron ejecutadas entre 1939 y 1946.
Los hechos más significativos de la Guerra Civil han sido ya investigados y las preguntas más relevantes están resueltas, pero esa historia no es un territorio exclusivo de los historiadores y, en cualquier caso, lo que enseñamos los historiadores en las universidades y en nuestros libros no es lo mismo que lo que la mayoría de los ciudadanos que nacieron durante la dictadura o en los primeros años de la actual democracia pudieron leer en los libros de texto del Bachillerato. Además, millones de personas nunca estudiaron la Guerra Civil porque no hicieron Bachillerato o porque nadie les contó la guerra en las asignaturas de Historia.
Setenta y cinco años después de su final, puede ser el momento de recordar cinco cosas básicas que todo ciudadano informado debería saber sobre la Guerra Civil, pero nunca le enseñaron.
 1. ¿Por qué hubo una Guerra Civil en España?
En 1936 había en España una República, cuyas leyes y actuaciones habían abierto la posibilidad histórica de solucionar problemas irresueltos, pero habían encontrado también, y provocado, importantes factores de inestabilidad, frente a los que sus gobiernos no supieron, o no pudieron, poner en marcha los recursos apropiados para contrarrestarlos.
La amenaza al orden social y la subversión de las relaciones de clase se percibían con mayor intensidad en 1936 que en los primeros años de la República. La estabilidad política del régimen también corría mayor peligro. El lenguaje de clase, con su retórica sobre las divisiones sociales y sus incitaciones a atacar al contrario, había impregnado gradualmente la atmósfera española. La República intentó transformar demasiadas cosas a la vez: la tierra, la Iglesia, el Ejército, la educación, las relaciones laborales. Suscitó grandes expectativas, que no pudo satisfacer, y se creó pronto muchos y poderosos enemigos.
La sociedad española se fragmentó, con la convivencia bastante deteriorada, y como pasaba en todos los países europeos, posiblemente con la excepción de Gran Bretaña, el rechazo de la democracia liberal a favor del autoritarismo avanzaba a pasos agigantados. Nada de eso conducía necesariamente a una guerra civil. Ésta empezó porque un golpe de Estado militar no consiguió de entrada su objetivo fundamental, apoderarse del poder y derribar al régimen republicano, y porque, al contrario de lo que ocurrió con otras repúblicas del período, hubo una resistencia importante y amplia, militar y civil, frente al intento de imponer un sistema autoritario. Sin esa combinación de golpe de Estado, división de las fuerzas armadas y resistencia, nunca se habría producido una guerra civil.  
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Vista la historia de Europa de esos años, y la de las otras República que no pudieron mantenerse como regímenes democráticos, lo normal es que la República española tampoco hubiera podido sobrevivir. Pero eso no lo sabremos nunca porque la sublevación militar tuvo la peculiaridad de provocar una fractura dentro del Ejército y de las fuerzas de seguridad. Y al hacerlo, abrió la posibilidad de que diferentes grupos armados compitieran por mantener el poder o por conquistarlo. El Estado republicano se tambaleó, el orden quebró y una revolución radical y destructora se extendió como la lava de un volcán por las ciudades donde la sublevación había fracasado. Allí donde triunfó, los militares pusieron en marcha un sistema de terror que aniquiló físicamente a sus enemigos políticos e ideológicos. Era julio de 1936 y así comenzó la Guerra Civil española.
2. ¿Por qué la propaganda domina a la historia cuando se trata de la violencia?
Para los españoles, la guerra civil ha pasado a la historia, y al recuerdo que de ella queda, por la deshumanización del contrario y por la espantosa violencia que generó.
Los bandos que se enfrentaron en ella eran tan diferentes desde el punto de vista de las ideas, de cómo querían organizar el Estado y la sociedad, y estaban tan comprometidos con los objetivos por los que tomaron las armas, que era difícil alcanzar un acuerdo. Y el panorama internacional tampoco dejó espacio para las negociaciones. De esa forma, la guerra acabó con la aplastante victoria de un bando sobre otro, una victoria asociada desde ese momento a los asesinatos y atrocidades que se extendían entonces por casi todos los países de Europa.
La apelación a la violencia y al exterminio del contrario fueron además valores duraderos en la dictadura que se levantó sobre la Guerra Civil y que iba a prolongarse durante casi cuatro décadas. Por eso, la sociedad que salió del franquismo y la que creció con la democracia mostró índices tan elevados de indiferencia hacia la causa de las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. Y sigue sin haber acuerdo fácil en esa cuestión, porque todas las complejas y bien trabadas explicaciones de los historiadores quedan reducidas a quién mató más y con mayor alevosía. En ese tema, todavía hoy, la propaganda, con sus habituales tópicos y mitos, suele sustituir al análisis histórico.
3. ¿Cómo se vio y se ve la Guerra Civil española en el exterior?
Pese a lo sangrienta y destructiva que pudo ser, la Guerra Civil española debe medirse también por su impacto internacional, por el interés y la movilización que provocó en otros países. En el escenario internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y de fascismo, España era, hasta julio de 1936, una país marginal, secundario. Todo cambió, sin embargo, a partir de la sublevación militar de ese mes. En unas pocas semanas, el conflicto español recién iniciado se situó en el centro de las preocupaciones de las principales potencias, dividió profundamente a la opinión pública, generó pasiones y España pasó a ser el símbolo de los combates entre fascismo, democracia y comunismo.
Lo que era en su origen un conflicto entre ciudadanos de un mismo país derivó muy pronto en una guerra con actores internacionales. La situación internacional era en ese momento my poco propicia para la República, y para una paz negociada, y eso marcó de forma decisiva la duración, curso y desenlace de la guerra civil española. La Depresión había alimentado el extremismo y minado la fe en el liberalismo y la democracia. Además, la subida al poder de Hitler y los nazis en Alemania y la política de rearme emprendida por los principales países europeos desde comienzos de esa década crearon un clima de incertidumbre y crisis que redujo la seguridad internacional.
Los mejores expertos sobre la financiación de la guerra y su dimensión internacional han destacado el desequilibrio a favor de la causa franquista de suministros de material bélico, pero también de asistencia logística, diplomática y financiera. Al margen de las interpretaciones canónicas de un lado o de otro, esos historiadores subrayan la trascendencia de la intervención extranjera en el curso y desenlace de la guerra. La intervención de la Alemania nazi y de la Italia fascista y la retracción, en el mejor de los casos, de las democracias occidentales condicionaron de forma muy importante, si no decisiva, la evolución y duración del conflicto y su resultado final.
Compañía del ejército fascista, de marcha por España durante la Guerra Civil. La foto fue tomada en 1937 por el teniente italiano Guglielmo Sandri.Pero  a España no sólo llegaron armas y material de guerra. Llegaron también muchos voluntarios extranjeros, reclutados y organizados en las Brigadas Internacionales por la Internacional Comunista, que percibió muy claramente el impacto de la Guerra Civil española en el mundo y el deseo de muchos antifascistas de participar en esa lucha. Frente a la intervención soviética y a las Brigadas Internacionales, los nazis y fascistas [en la foto, una compañía del ejército fascista de marcha por España en 1937, retratados por el teniente italiano Guglielmo Sandri] incrementaron el apoyo material al ejército de Franco y enviaron asimismo miles de militares profesionales y combatientes voluntarios. La guerra no era sólo un asunto interno español. Se internacionalizó y con ello ganó en brutalidad y destrucción. Porque el territorio español se convirtió en campo de pruebas del nuevo armamento que estaba desarrollándose en esos años de rearme, previos a una gran guerra que se anunciaba.
4. ¿Por qué se movilizaron tantos extranjeros en la guerra española?
Dentro de esa guerra internacional en suelo español hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su lugar las armas. Fue también una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la patria y de la nación, y una guerra de ideas que estaban entonces en pugna en el escenario internacional. En la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo. Por eso tanta gente de diferentes países, obreros, intelectuales y escritores, se sintió emocionalmente comprometida con el conflicto.
5. ¿Por qué ganó Franco la guerra?
Los militares sublevados en julio de 1936 ganaron la guerra porque tenían las tropas mejor entrenadas del ejército español, al poder económico, estaban más unidos que el bando republicano y los vientos internacionales soplaban a su favor. Después de la Primera Guerra Mundial y del triunfo de la revolución en Rusia, ninguna guerra civil podía ser ya sólo “interna”. Cuando empezó la Guerra Civil española, los poderes democráticos estaban intentando a toda costa “apaciguar” a los fascismos, sobre todo a la Alemania nazi, en vez de oponerse a quien realmente amenazaba el equilibrio de poder. La República se encontró, por lo tanto, con la tremenda adversidad de tener que hacer la guerra a unos militares sublevados que se beneficiaron desde el principio de esa situación internacional tan favorable a sus intereses.
La victoria incondicional de las tropas del general Francisco Franco, el 1 de abril de 1939, inauguró la última de las dictaduras que se establecieron en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. La dictadura de Franco, como la de Hitler, Mussolini u otros dictadores derechistas de esos años, se apoyó en el rechazo de amplios sectores de la sociedad a la democracia liberal y a la revolución, quienes pedían a cambio una solución autoritaria que mantuviera el orden y fortaleciera al Estado.  
  Franco preside un desfile militar en los años cuarenta
Setenta y cinco años después, pocos creen ya que el objetivo del historiador es presentar a sus lectores “la verdad sin mancha ni pintura”, o que el pasado existe independiente de la mente de los individuos y lo que tiene que hacer el historiador, en consecuencia, es representarlo de forma objetiva. Que los hechos de la historia nunca nos llegan a nosotros en estado “puro” es algo que popularizó Edward H. Carr hace ya muchos años y había sido ya dicho por los historiadores norteamericanos de la “New History” a comienzos del siglo XX. Pero asumiendo que la verdad absoluta es inalcanzable, la función del historiador debería ser todavía, en palabras de François Bedarida, “la de descubrir modestamente las verdades, aunque sean parciales y precarias, descifrando parcialmente en toda su riqueza los mitos y las memorias”. Y algunas verdades relativas y bastantes certezas tenemos ya sobre la Guerra Civil, después de tantos intentos por reconstruir aquellos hechos y las vidas de los que los presenciaron, y por ampliar el foco, las fuentes y las técnicas de interpretación.
Además de difundir el horror que la guerra y la dictadura generaron y de reparar a las víctimas durante tanto tiempo olvidadas, hay que convertir a los archivos, museos y a la educación en las escuelas y universidades en los tres ejes básicos de la política pública de la memoria. Más allá del recuerdo testimonial y del drama de los que sufrieron la violencia, las generaciones futuras conocerán la historia por los libros, documentos y el material fotográfico y audiovisual que seamos capaces de preservar y legarles. Archivos, erudición, análisis, debates y buenas divulgaciones de los conocimientos. Eso es lo que necesitamos para seguir construyendo las partes del pasado que todavía quedan por rescatar. La propaganda y la opinión son otra cosa.
Julián Casanova es autor de España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española (Crítica).