domingo, 13 de julio de 2014


Juby Bustamante, emblema del periodismo y de la cultura

Trabajó en el MinisterIo de Cultura con Solana y Semprún


Juby Bustamante, escritora y periodista
Juby Bustamante, periodista, fallecida ayer a los 76 años, dormía a sus hijos con poemas, no con cuentos; en estos últimos tiempos, en que el dolor de su larga enfermedad ya fue una herida a la que fatalmente se fue acostumbrando, fue su hija Andrea (periodista; el otro hijo, Miguel, es editor) la que aliviaba sus últimos días leyéndole algunos de aquellos poemas, el de la infancia de Machado, por ejemplo; ella los continuaba, como si aún estuviera fresca la infancia de los chicos, con una memoria que tanto le sirvió para convertirse en una de las mejores periodistas de su generación.
Lo contaba ayer tarde un hombre desconsolado, su marido Miguel Ángel Aguilar, periodista, en el tanatorio de Tres Cantos (Madrid). El lugar se llenó en seguida de compañeros de Juby Bustamante, acaso la periodista más conocida, y entre las más queridas, del tiempo en que el periodismo español se debatía entre el cinismo de la dictadura y la esperanza de un porvenir que dependía de la muerte de Franco. Esos últimos años, así como los años de la transición, tuvieron en Juby un emblema; la pareja Juby-Miguel Ángel era entonces un símbolo del periodismo de la época; el cuadro lo completaban escritores y artistas de todo género, que compartían la vida y la noche con un extraordinario periodista, también desaparecido, Cuco Cerecedo.
Su trabajo mayor como periodista fue en la revista Cambio16, y después en Diario16, del que fue fundadora. Una vez enterrada la dictadura, y ya con el socialismo de Felipe González en el poder, Javier Solana la convocó al Ministerio de Cultura, como jefa de prensa y Jorge Semprún reincidió en el encargo. Conoció, pues, la vida del periodista desde el otro lado, y consideró que en esas premisas podía desarrollar una vocación que marcó también su trabajo previo como periodista. Ella había sido una extraordinaria periodista cultural, perspicaz y bien humorada, capaz de un sentido común implacable y de una pluma que no se casaba con nadie. Su manera de ser era también su manera de trabajar; y tanto en ese tiempo en que se convirtió en una ciudadana dedicada al servicio público como antes, ejerciendo el periodismo, tuvo más presente su pasión por la noticia que la servidumbre del poder. Fue una buena compañera, discreta y leal, pero se reía de ti con un afecto y una gracia inolvidable.


Fernando Soto, memoria de la honestidad

Histórico sindicalista de CC OO, fue uno de los diez condenados en llamado 'Proceso 1001'


JUAN FERRERAS (EFE)
Ha muerto en Sevilla, a los 75 años, Fernando Soto, histórico sindicalista de CC OO y uno de los diez del llamado Proceso 1001, que en diciembre de 1973, junto a otros nueve compañeros de la dirección nacional de CC OO, fue condenado a 17 años, 4 meses y 1 día por los tribunales de la dictadura.
Fernando Soto nació en Sevilla, el 7 de diciembre de 1938. Hijo de un matrimonio de trabajadores, recibió educación en un colegio público hasta los 12 años para ingresar después en la escuela de aprendices de la Hispano Aviación. Aprendió el oficio de chapista, y como tal ingresó en la empresa a los 18 años. En agosto de 1961 se casó con María Mendoza, con quien tuvo tres hijos.
No había cumplido los 21 años cuando ingresó en la célula del PCE en su empresa. Desde entonces no paró de defender los derechos de los trabajadores y trabajadoras, participando en la creación de Comisiones Obreras de Sevilla. En 1963 fue elegido enlace sindical y vocal provincial del Sindicato del Metal, desafiando a las estructuras de la organización sindical franquista.
Detenido por primera vez en 1967 cuando se manifestaba contra el paro y la represión y en demanda de libertad sindical, fue multado con 25.000 pesetas y procesado por el Tribunal de Orden Público, que le condenó a tres meses de cárcel. Detenido de nuevo en enero de 1969 al proclamarse el Estado de excepción, pasó un mes en la cárcel de Sevilla y luego fue deportado a Valdepeñas en Ciudad Real, hasta la finalización del Estado de excepción en el mes de marzo. En diciembre de 1970, se exilió a París y a su vuelta a Madrid vivió un año en la clandestinidad, hasta que fue nuevamente detenido en la reunión de la Coordinadora Nacional de Comisiones Obreras, celebrada en el convento de los Oblatos, en Pozuelo de Alarcón (Madrid) el 24 de junio de 1972, y encarcelado en Carabanchel.
Fernando Soto fue ya, en la legalidad, parte esencial del proyecto de crecimiento y consolidación de CC OO como el primer sindicato de España.
Podría extenderme con su historial militante hasta llenar páginas suficientes para editar un libro. No sería mala idea en estos tiempos de desmemoria o de crónicas temerarias de la transición. Cuesta entender que cuando, agazapada, la derecha del tardofranquismo, derrotada estrepitosamente en las urnas en 1977, conspiraba contra la democracia, que a duras penas se abría paso en España, gracias a la lucha fundamentalmente del movimiento obrero, se pretenda ahora reconstruir la historia reciente y vender madurez democrática donde solo había resignación o asonada. Hemos de hacer un esfuerzo para que la transición democrática española sea conocida y contextualizada, y por supuesto sometida a la reflexión crítica, pero evitando la frivolidad y la opinión precipitada. El agotamiento de aquel impulso democrático y la inaplazable necesidad de cambios políticos y constitucionales, no debe llevarnos a la torpeza intelectual de abandonar tan generoso patrimonio.
Fernando Soto, como tantos otros que nos han dejado sin hacer ruido y, en muchas ocasiones, sin que nadie haga ruido por ellos, lo cual me produce vértigo, debe servirnos para que no se manipule el tiempo de la resistencia y de la libertad. CC OO hará los esfuerzos necesarios para que eso no ocurra. Reivindica y reivindicará la historia de lucha por la democracia, el papel de las Comisiones Obreras y de aquellas gentes que gracias a la memoria de la honestidad harán posible que sigan entre nosotros.
Ignacio Fernández Toxo es secretario general de CC OO.


Fernando Soto, para unir el tiempo

Por Luis María González | Metalúrgico sevillano, activista por la libertad, sindicalista imprescindible, comunista, socialista...
 | Luis María González | 09 Julio 2014 
Fernando Soto en un mitin
Fernando Soto en un mitin
Ha muerto, a los 75 años, Fernando Soto, histórico sindicalista de CCOO. El metalúrgico sevillano, el activista por la libertad, el sindicalista imprescindible, el comunista, el socialista, el del 1001. Hubo un tiempo, en que la policía de Franco se volvía loca en Sevilla para encontrar a los hombres y mujeres de Comisiones Obreras. Perseguidos, detenidos, encarcelados, juzgados por defender a las trabajadoras y trabajadores. Soto, Acosta y Saborido, quizás el trío de militantes antifranquistas andaluces que más trajo de cabeza a los guardianes de la dictadura, tuvieron el honor y también la mala suerte de caer detenidos como integrantes de la dirección nacional de CCOO y ser condenados junto a sus compañeros en el conocido Proceso 1001 a 161 años de cárcel.
Fernando Soto, al que hace unos meses rendimos un caluroso homenaje en Madrid, junto a sus compañeros, con motivo del 40 aniversario del Proceso 1001, nos contó aquel día los avatares de la lucha sindical en la dictadura. Las reuniones en la clandestinidad, su actividad como representante de los trabajadores, la lucha por un convenio justo, la dura pelea por la democracia y la libertad. Hoy miércoles, 9 de julio, se nos ha ido.
Ahora que la derecha trata de reconstruir la reciente historia de España y de sacar tajada de una transición que combatió, o incluso cuando intrépidos retóricos de la más hueca radicalidad arremeten contra un tiempo que no vivieron y que en buena parte ignoran, nombres como Fernando Soto, emergen como faros de la libertad para evitar, en palabras de Marguerite Duras, que haya un tiempo “en que ya no sabremos dar un nombre a lo que nos una. Su nombre se irá borrando poco a poco de nuestra memoria. Y luego, desaparecerá por completo”.
En CCOO nos hemos propuesto reivindicar la memoria, hacer justicia a la libertad, poner nombre a la democracia. Lo que tuvimos en la transición y lo que tenemos  ahora no es la ocurrencia de unas cúpulas. Ni siquiera el resultado de la audacia institucional. Es la consecuencia de una lucha, en ocasiones heroica, de sindicalistas y gentes de izquierda (la mayoría de CCOO y el PCE) que lograron liderar la movilización en las fábricas y en la sociedad para que, muerto Franco, no valiese cualquier apaño. Intentos  hubo, pero personas como Soto no pararon hasta hacer posible la libertad.
Por eso sorprende tanta crónica retorcida de aquel tiempo. No han faltado quienes, desde la izquierda, se han permitido el lujo de sentenciar que la transición la ganó el franquismo. A veces me imagino a Simón Sánchez Montero, Camacho, Lobato, Marcos Ana, Soto y tantas otras personas saliendo de la cárcel y abrazando la libertad al inicio de la transición, y pienso ¿cómo es posible tanto desatino? Aunque solo sea por respetar la memoria de la honestidad.