viernes, 20 de mayo de 2016



Adiós al Toro de la Vega


Hay que celebrar que el gobierno de Castilla y León haya decidido prohibir la muerte del animal en la fiesta taurina de Tordesillas



Tras años de polémica y campañas en contra, el Gobierno de Castilla y León ha tomado por fin la decisión correcta en relación al cruento espectáculo del Toro de la Vega que se celebra en Tordesillas: prohibir que se mate al toro. Aunque el decreto gubernamental sigue permitiendo la fiesta, impide que el toro muera alanceado de forma salvaje. El espectáculo consiste en acosar y perseguir al animal hasta campo abierto y darle muerte a lanzadas en una competición en la que los mozos exhiben su destreza y puntería a costa del sufrimiento del animal. Veinte minutos duró el año pasado la agonía del toro que tuvo la mala suerte de ser elegido para esta fiesta.
Esta exhibición de crueldad se había convertido en un símbolo de atraso cultural que dañaba la imagen de España. Por mucho que la fiesta del toro alanceado se remontara a 1534, formaba parte del tipo de tradiciones que no merecen ser mantenidas. Ya estuvo formalmente prohibida en 1964, pero volvió a celebrarse a partir de 1970. Es de esperar que esta vez el decreto ley emitido suponga el final definitivo. Tratar a un animal del modo en que se hacía en Tordesillas con el único objetivo de proporcionar diversión no puede considerarse de ningún modo un acto cultural. Una sociedad civilizada no puede convertir los instintos más primarios, como la crueldad y el ensañamiento, en motivo de orgullo y celebración. España no podía verse reflejada en un espectáculo tan indigno y anacrónico.
Hay que celebrar que el Gobierno de Castilla y León haya decidido finalmente acabar, como había pedido este diario, con lo que era un símbolo de una brutalidad insoportable. El decreto modifica el reglamento de espectáculos taurinos populares y anula la excepción que lo amparaba, alegando, muy acertadamente, que “el ordenamiento jurídico no puede ser ajeno a la realidad y a la ética social de cada momento histórico”. Las organizaciones animalistas consideran el decreto un paso adelante, pero creen que se ha quedado corto. Habrá que ver cómo queda finalmente la fiesta para juzgar si es o no suficiente. En todo caso, el paso dado era del todo necesario.

miércoles, 18 de mayo de 2016


Andrea Camilleri: "En italia hay gente honesta, aunque parezca extraño"

A sus 91 años, el esritor siciliano sigue haciendo evolucionar a su comisario Montalbano, cada vez más descreído

                       
Andrea Camilleri: "En italia hay gente honesta, aunque parezca extraño"
ERNEST ALÓS
Andrea Camilleri, en su despacho, junto al escritor Antonio Manzini, que fue su alumno en la escuela de arte dramático y hoy compite en las listas de ventas italianas con él.
                         
Ernest Alós/ El periódico de Cataluña/     Martes, 17 de mayo del 2016               
                    
Andrea Camilleri nos recibe en el despacho de su casa, con vistas a los estudios de dramáticos de la RAI donde trabajó cuatro décadas. A sus 91 años, este director teatral que tras su jubilación empezó a escribir compulsivamente novelas en las que transformaba su Porto Empedocle natal en la imaginaria ciudad siciliana de Vigàta ha perdido prácticamente la vista pero no deja de imaginar libros protagonizados por su comisario Salvo Montalbano, ni tampoco de fumar. En la mano humea un cigarrillo. En una estantería, un humidificador compensa el humo con vapor de agua. "Si no se siente como en una cámara de gas, podemos hablar aquí", ofrece con su voz ronca. Ahora publica en España 'Una voz en la noche' / 'Una veu de nit' (Salamandra / Edicions 62); con ella suman ya 20 las novelas del comisario Montalbano traducidas en España (más otros 8 libros de relatos, y 23 titulos al margen de esta serie policiaca).
¿Cómo se encuentra, señor Camilleri? Digamos que de salud estoy bien. En cuanto a la vista, no veo más que sombras difuminadas. Nada más. Pero consigo trabajar gracias a la ayuda de esta señora (a sus espaldas se sienta su agente y colaboradora, Valentina Alferj), así que la cosa es menos grave de lo que podría parecer.

"Los casos de Montalbano representan un momento de Italia. El contexto político, o esas situaciones turbias que en Italia se encuentran a cada paso"

Me han dicho que ahora dicta sus libros. ¿Cómo cambia esto la manera de redactarlos? Es diferente. Cuando uno escribe, tiene siempre a la vista lo que ha escrito antes. Aquí has de tenerlo todo en la memoria. Lo que lo que hago es formarme una especie de imágenes con los personajes, y los puedo hacer hablar y moverse teniendo una visión continua como si fuese el teatro. Eso me permite mantener el hilo del discurso. Después está la continua relectura ("Certo", apunta Valentina). Digamos que mi trabajo se ha ralentizado. Pero funciona. He escrito ya dos libros de Montalbano en estas condiciones y creo que funcionan bastante bien.
Así que vuelve a sacar provecho de su larga experiencia teatral. Porque usted ya la aplicaba a los diálogos de sus novelas... En el diálogo ha sido fundamental para mí la experiencia teatral. Porque en teatro entra el personaje y no sabes nada de él. Ha de decirlo todo a través de sí mismo, de cómo habla, de cómo se mueve. Cuando escribo un personaje nuevo para introducirlo en una historia, lo primero que me imagino es cómo habla. Y después de haber intuido cómo habla, solo entonces lo empiezo a describir. Eso siempre ha sido un residuo de mi experiencia teatral.

El maestro y el alumno

Coincidimos en casa de Andrea Camilleri con Antonio Manzini. Un antiguo alumno del siciliano en la escuela de arte dramático que compite ahora con él mano a mano en las listas de los libros mas vendidos con sus novelas del corrupto policía Rocco Schiavone, de las que se acaba de publicar ahora en España la tercera entrega, 'Una primavera de perros' / 'Temps boig'. "Cuando él era director teatral éramos muy amigos, ha sido para mí una persona fundamental, me enseñó muchísimas cosas del teatro, de la literatura y de la vida. Enseñaba sin enseñarte, algo muy difícil. Luego dejamos de vernos, porque quedó absorbido por Montalbano, y ahora nos hemos reencontrado". Las décadas de trabajo en el teatro de Camilleri no son conocidaas en España, pero Manzini destaca que su carrera fue "maravillosa". "Para empezar, fue el primero en representar a Beckett en Italia, hizo grandes adaptaciones para la televisión, no era un dictador, era demasiado culto, monstruosamente culto para nosotros. Para mí tenía grandes sombras de infelicidad, y con la escritura acabó con ellas. Para mí en realidad es más un poeta, porque ha escrito mucha poesía aunque ha publicado poca, que un novelista", explica.
El rostro tampoco es muy importante. No, solo como habla y cómo se relaciona con los otros personajes.
Así que el hecho de que el intérprete de Montalbano en TV, Luca Zingaretti, no se parezca demasiado al que nos imaginamos en los libros, tampoco es tan grave... No, no (ríe), no es algo grave. En realidad, a Montalbano no describí hasta la segunda o tercera novela. Se sabe que tiene bigote... pero yo mismo no lo visualizaba completamente.
Volvemos otra vez al teatro. Un personaje puede tener una cara en un montaje, otra en otro, otra más en el siguiente... Cierto.
El último libro que se ha publicado en España es ‘Una voz en la noche’. El libro se publicó en Italia en el 2012 pero además tiene una nota final que advierte de que fue escrito unos años antes. ¿Cuándo lo escribió? Al menos dos años antes.
Con Berlusconi aún. Así que las circunstancias han cambiado bastante... No tanto. En este caso específico hablo de un político, la persona determinante en el caso es un presidente provincial con poquísimos escrúpulos y Montalbano se comporta ante él en los márgenes de la ley porque si procediera según las reglas difícilmente podría llegar a una solución. Porque las coberturas políticas que existían entonces, y que continúan existiendo ahora, son fortísimas. Me interesaba mostrar la estatura moral de ciertos políticos italianos. Y lo he hecho a mi manera. Porque los casos de Montalbano en general representan un momento de Italia. Difícilmente el contexto en el que se produce el delito es un contexto no politico. En casi todos el contexto es la ambición política, o los servicios políticos, o esas situaciones turbias que en Italia se encuentran a cada paso. Por ejemplo en ‘La pirámide de barro’, que aún no se ha traducido en España, el tema son las uniones de empresas para obtener contratas públicas, un mundo en el que anida un volumen tal de corrupción que da miedo. Las obras públicas son una fuente de corrupción notable, siempre, en Italia.
Cuando lo entrevisté hace unos años, me explicó que en sus novelas la figura del mafioso no aparecía porque no quería correr el riesgo de convertirlos en personajes atractivos, como los del cine norteamericano. Pero me parece que la presencia de la mafia va siendo mayor en cada una de sus novelas. No los convierto en protagonistas pero existen, actúan, están allí, no puedo no hablar de ellos. En la mafia está sucediendo un hecho, más que la organización mafiosa empieza a contar el sentir mafioso, el comportamiento mafioso. Hoy no disparan, no hay atentados, pero todo lo que ha sucedido en Roma, por ejemplo, es otro tipo de mafia. Y por eso escribo un poco más sobre ella. Es un tipo de mafia que no utiliza el kalashnikov, cosa que me interesaba poco, me interesa más la mafia que actúa con complicidades políticas y bancarias. Pero su modo de comportarse es el mismo, es mafioso, son solo los medios de imponer la voluntad mafiosa los que han cambiado. Esto es lo que intento hacer entender.

"Escribo un poco más sobre la mafia. La que actúa con complicidades políticas y bancarias, que no utiliza el kalashnikov pero solo ha cambiado los métodos"

Hay tres ‘montalbanos’ publicados en Italia pero aún no en España. ‘Un covo di vipere’, ‘La piramide di fango’ y ‘La giostra degli scambi’. ¿Cómo sigue evolucionando Montalbano? El segundo es más político, el último una especie de investigación policial casi pura, sin intervención mafiosa, el primero tiene pocos elementos mafiososos... en realidad lo que me interesa más es la evolución del personaje de Montalbano, que se aleja cada vez más del interés por seguir, digamos, el desarrollo judicial de su investigación. Cada vez se convierte más en un juego solitario de descubrimiento de la verdad. Porque en el 90% de los casos la persona que envía a prisión saldrá tarde o temprano absuelta, o con una leve condena, así que no es un justiciero, es un investigador que quiere averiguar la verdad. Cuando lo consigue, todo lo demás no le importa nada. Cada vez le interesa menos el que debería ser su deber oficial para convertirse en una especie de cazador solitario que intenta hacer luz para sí mismo, más que en nombre de la justicia.
Pero a Montalbano, aunque no le importe mucho la ley, los procedimientos de la justicia, siempre le ha importado la justicia en el sentido moral. ¿O ya ha renunciado? No, pero es un camino hacia el desinterés definitivo. Cuando yo hablo de su vejez, en realidad no es un hombre viejo. Es un hombre cansado. ¿Qué hacer con los imbéciles? Porque él, el crimen lo considera sobre todo un acto de imbecilidad. Y una vida consumada al contacto continuo con determinado tipo de gente es agotadora, lo ha acabado por cansar.
La sensación de envejecimiento ya aparece en la primera página de ‘Una voz en la noche’. Es para destacar que mi personaje, en el curso de todos los libros que he escrito, envejece con sus investigaciones. Siempre lo he querido diferenciar de personajes emblemáticos como Maigret, que son atemporales. Puede estar ocupada Francia y eso no lo afecta.

"A Montalbano cada vez le interesa menos su deber oficial para convertirse cada vez más en una especie de cazador solitario"

Sus novelas siempre tienen una pequeña introducción, a veces un sueño, a veces una ensoñación, o una escena absurda... Introduje este recurso a partir de la tercera novela. La serie ha tomado forma a medida que la iba escribiendo. Por ejemplo, en la primera escena de la primera novela, ‘La forma del agua’, no está Montalbano. A partir del segundo siempre está presente. Y en el 99% de los casos he acabado haciendo que fuese en forma de un sueño que, aunque sea de forma muy lejana, tuviese que ver con el desarrollo de la novela, como sueños premonitorios imposibles de descifrar pero que después el lector, en el transcurso de la lectura, acabará por relacionar.
Usted ha distinguido sus novelas/novelas, utilizando la terminología de Simenon, y las novelas policiacas. Además de esta función argumental, ¿en estos capítulos introductorios usted aprovecha para mostrar el estilo de ese otro Camilleri de las novelas/novelas? Puede que sea así. Mi escritura ha ido evolucionando. En Montalbano he contenido mucho mi escritura para que no se convirtiese en otro problema para el lector. Pero a medida de que los lectores se han habituado a mi lenguaje he ido llevando más el de mis novelas/novelas al interior de las novelas de Montalbano, no simplificado como en realidad lo era en las novelas que protagonizaba. Muchos lo han notado en las últimas novelas, que irrumpe cada vez más. Esto es algo voluntario.
Antonio Manzini  me dijo que usted, en realidad, es un poeta. La poesía la escribí de joven, e incluso gané algún premio. Pero cuando empecé a dedicarme al teatro, la dejé. Y cuando al cabo de muchos años retomé la escritura, la poesía ya se había ido. Aunque supe que bajo el régimen de Franco un poema mío, ‘La muerte de Lorca’, se tradujo y tuvo cierta difusión.
Hablando de Franco. En España se llegó a decir que contra Franco vivíamos mejor. ¿Contra Berlusconi se vivía mejor? Ja, ja, es una frase deliciosa. ¡El espiritu  sabio de los españoles! En realidad contra se vive siempre mejor.
¿Y ahora que no se puede salir a la calle contra Berlusconi? Estar contra es siempre una posición cómoda. Yo siempre he sido del partido comunista y siempre estábamos contra, contra, contra. Pero una vez que estuvimos a punto de ganar unas elecciones un alto dirigente comunista dijo, aterrorizado por la posible victoria: '¿Pero ahora qué hacemos?'
¿Y qué opinión tiene del actual gobierno de Renzi? Yo soy antirenziano, no por prejuicio sino porque tú no puedes gobernar diciendo que eres de izquierda y pactar a veces con Berlusconi, a veces con Verdini. Una cosa como esta no me interesa. Son compromisos sucios.
Pero quizá es imposible gobernar sin compromisos. Sí, dicen que la politica es el arte del compromiso. Estoy completamente de acuerdo. Pero estará de acuerdo también en que ha de haber un límite al que no se puede llegar. Y Renzi ha superado muy fácilmente estos límites.

"Mi personaje envejece con sus investigaciones, no como Maigret. Aunque en realidad no es un hombre viejo, sino cansado"

¿Hay alguna posibilidad de que algo movilice o ilusione a los jóvenes italianos? No, hay un alejamiento de la politica, lo dicen las cifras. Hay gente honesta en Italia, aunque parezca extraño, pero es gente que se ha alejado de la política, que se demuestra continuamente que es corrupta. No siempre los italianos están dispuestos a colaborar con sus marranadas. Los jóvenes se dedican solo a buscar trabajo y si no lo encuentran se van.
Usted fue un pionero a la hora de introducir la figura de los inmigrantes en sus novelas. ¿Cómo está reaccionando Italia a su llegada? Cuando desembarcan en Sicilia se encuentran perfectamente. En otras partes de Italia, no tanto. Es un gran problema que durará y crecerá y que Europa no está preparada para afrontar. Se hace pagar a Italia, a Grecia, precios altísimos por esta inmigración sin que el resto de Europa colabore. Incluso el final de Europa puede acabar por producirse por esta invasión pacífica.
Usted escribe sobre Sicilia, pero hace 70 años que vive en Roma. ¿Es usted ya un romano o sigue siendo un siciliano? Siempre seré un siciliano. Usted puede irse a vivir a Nueva York, pero en su interior siempre será un catalán, ¿verdad?
¿Es distinto ver Sicilia desde la distancia? Esta mirada lejana de Sicilia es peligrosa, porque cuanto más alejado estás, más nostalgia sientes. Y la nostalgia te hace ver menos peligrosas algunas situaciones peligrosas. Por eso en los últimos años me niego a hablar de Sicilia, sobre todo de sus circunstancias políticas, porque no vivo allí pero sobre todo porque sería demasiado clemente. Porque en la memoria, en la distancia, el afecto que sientes hacia tu propia tierra te puede llevar a no querer ver cosas que no funcionan.
Hace pocos meses también se ha publicado en España un libro sobre las mujeres, reales o imaginarias, importantes en su vida. ¿Cómo refleja la figura de las mujeres en sus libros? Suelen ser fuertes, con personalidad... pero parece que vivan en un mundo aparte. En la comisaria de Montalbano no hay mujeres, Livia vive allí en Génova... Es que es diferente. Montalbano es perfectamente consciente de que si tuviese que vivir con Livia su relación no iría bien. La distancia de verse de vez en cuando hace que su relación se mantenga viva. Montalbano es sustancialmente un solitario que ha encontrado en la comunicación con esta mujer una relación en que es todo: es amante, es marido, es hijo. Livia tiene este poder.

martes, 17 de mayo de 2016


La construcción del euroyihadismo

Europa debe mirar hacia adentro para hacer frente con eficacia al radicalismo islámico gestado en el interior de su propia casa. Entre otras cosas, debe garantizar un ‘sueño europeo’ que permita a todos mejorar sus vidas.

El historiador belga Henri Pirenne vincula el nacimiento de Europa como continente cristiano en el siglo VIII a su ruptura con el islam. Pirenne probablemente nunca hubiese esperado que surgiera un gueto musulmán en Bruselas, y mucho menos que esta ciudad se convirtiera en un centro del yihadismo, donde viven jóvenes musulmanes marginalizados y enojados, quienes se sublevan en contra de Europa desde dentro de sus propias fronteras.
El divorcio con el yihadismo no es una opción viable en la actualidad. Pero tampoco lo es el tipo de matrimonio que propugna el académico islámico Tariq Ramadan. Ramadan, nieto del fundador de los Hermanos Musulmanes en Egipto y ciudadano suizo con residencia en Reino Unido, sostiene que la ética y los valores islámicos deben inyectarse en el sistema europeo. Europa, en ese caso, no solo toleraría el islam, sino que, de hecho, lo acogería como una parte integral de su propia esencia.
El problema con la visión de Ramadan es que Europa es un continente mayoritariamente laico, con un enfoque que tiene una profunda visión de futuro con respecto a la ética. Las sociedades islámicas, por el contrario, son, a la vez, profundamente religiosas y se encuentran hondamente incrustadas en el pasado. Cuando los islamistas hablan de la reforma política o social, normalmente están mirando hacia el pasado, con la esperanza de resucitar una época en la que los principios fundamentales de la Europa actual —que van desde la igualdad de género hasta el matrimonio homosexual— se repudiaban. Incluso los musulmanes que apoyan la modernización del islam, en su mayoría, no se convertirían en seguidores de la visión ética de Europa.
Las fallas con la solución al euroyihadismo que propone Ramadan reflejan los fallos en la explicación que brinda sobre el fenómeno, que atribuye esencialmente a la participación de Europa en las guerras en Oriente Próximo, en una supuesta confabulación de Europa para la supresión de los palestinos por parte de Israel y al supuesto apoyo del continente a los árabes autócratas. “No podemos”, escribe, “apoyar dictaduras... no podemos estar en silencio cuando los civiles son masacrados al sur de nuestras fronteras, y no podemos tener la esperanza de que no vamos a recibir una respuesta a la injusticia y humillación que hemos provocado”.
Sin embargo, es Estados Unidos el país que lanzó guerras en Irak y Afganistán. Es este país el que ofrece su apoyo incondicional a Israel, y es quien ha apoyado en repetidas ocasiones a los autócratas árabes. Y es Europa la que ha criticado sistemáticamente dichas políticas, a menudo con mucha dureza. Sin embargo, EE UU no experimenta un importante aumento del sentimiento yihadista dentro de sus fronteras.

EE UU no experimenta un importante aumento del sentimiento yihadista dentro de sus fronteras

Puede haber ayudado el hecho de que el presidente Barack Obama se alejara de algunas de estas políticas. Cuando comenzaron la primavera árabe, por ejemplo, se apresuró a cortar el apoyo al presidente de Túnez Zine el Abidine Ben Ali y al presidente egipcio Hosni Mubarak, permitiendo que los manifestantes —inspirados en el modelo occidental de democracia— forzaran los cambios de regímenes. El posterior retorno a la autocracia a Egipto en 2013, a través del golpe de Estado de Abdel Fattah al Sisi, ciertamente no recibió la ayuda de Estados Unidos ni de Europa, que apoyaron a la democráticamente elegida Sociedad de los Hermanos Musulmanes. Europa ha ofrecido aún más ayuda directa a los países árabes en los últimos años. Si no fuera por la intervención militar de Europa, los libios todavía estarían viviendo sometidos por el tirano Muamar el Gadafi.
En términos más generales, a pesar de que Occidente —sobre todo EE UU— ha cometido graves errores de política en el mundo árabe durante el transcurso de los últimos 50 años, no se le puede atribuir toda la culpa por la debacle de la región a las potencias externas. Y si la política exterior de Europa no es responsable por la actual agitación en el mundo árabe, desde luego que no puede ser la razón del surgimiento del yihadismo dentro de sus propias fronteras. El verdadero problema reside en casa: un déficit desastroso de políticas eficaces relacionadas con la justicia social, la educación, la vivienda y el empleo para los jóvenes musulmanes europeos. La marginación genera frustración, que a su vez es alimentada por una creciente islamofobia y el ascenso de estridentes movimientos de derecha en todo el continente.

Si no fuera por la intervención militar de Europa, los libios vivirían aun sometidos por Gadafi

Este vínculo es evidente en el hecho de que la mayoría de los yihadistas europeos proceden de entornos desfavorecidos. Esencialmente, no son personas bien versadas en las verdaderas enseñanzas del islam, y debido a que carecen de oportunidades para mejorar sus vidas, se convierten en presas fáciles para los extremistas. El yihadismo, con su certeza absoluta y su gran misión, ofrece propósito, orgullo e identidad —sin llegar a mencionar aventura— y una salida para la ira que sienten estas personas contra el lugar que llaman su “hogar”.
La historia de los musulmanes de Estados Unidos sirve de medida para evaluar el fracaso que se vive en Europa. Al igual que la mayoría de los estadounidenses, los musulmanes en EE UU mantienen una cierta dosis de fe en el sueño americano. Ellos pertenecen, en su mayoría, a la clase media, y no han renunciado a la creencia de que, en Estados Unidos, se recompensa el trabajo duro y la iniciativa. EE UU es un país de inmigrantes, con una economía dinámica que ha habilitado, repetidas veces, a los recién llegados para que alcancen grandes éxitos. En Europa, por el contrario, siempre ha sido muy difícil mejorar la propia posición social; y, en un momento de estancamiento económico y de desempleo extraordinariamente alto, esto no se hace más fácil en lo absoluto.
Asimismo, en lo social, Estados Unidos ofrece algo a los musulmanes que Europa no ofrece. La fundamentalmente religiosa cultura estadounidense permite que los musulmanes conserven su identidad en mucho mayor grado respecto a lo que ocurre en la Europa laica. De hecho, pueden digerir con mayor facilidad los valores fundamentales de EE UU —responsabilidad personal y patriotismo constitucional— en comparación con la forma de liberalismo más agresivamente laico de Europa.
Todo esto sugiere que Europa debe mirar hacia adentro para hacer frente con eficacia al yihadismo gestado dentro de su propia casa. Esto no quiere decir que debería moderar su esencia laica, y mucho menos sus valores liberales. Por el contrario, Europa tiene que dar vida a su propio sueño europeo, garantizando que todas las personas tengan acceso a las oportunidades reales para mejorar sus vidas. De lo contrario, se enfrentará a una generación perdida de millones de jóvenes europeos, ya sean estos musulmanes o no.

Shlomo Ben-Ami, exministro israelí de Asuntos Exteriores, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz. Es autor del libro Cicatrices de guerra, heridas de paz: la tragedia árabe-israelí.
Traducción de Rocío L. Barrientos.

domingo, 15 de mayo de 2016


Así es el verdadero macho alfa

El genuino líder de una manada de lobos es empático y respetuoso, lejos del estereotipo de padre y jefe controlador y agresivo con el que se identifican muchos hombres


Los hombres se sienten a menudo presionados para comportarse como machos alfa. Macho alfa evoca la imagen del padre que deja claro en todo momento que tiene el control total de su hogar y que, lejos de su guarida, se convierte en un jefe malhumorado y agresivo. Pero ese estereotipo es una mala interpretación de cómo se comporta el genuino macho alfa en una familia de lobos, que es un modelo de conducta masculina ejemplar. En mis observaciones de los lobos que viven en manadas en el parque nacional de Yellowstone, en Estados Unidos, he visto que los machos que mandan no lo hacen de forma forzada, ni dominante, ni agresiva para con los que le rodean. Los lobos auténticos no son así.
Sí son, en cambio, de otra forma: el macho alfa puede intervenir de forma decisiva en una cacería pero, inmediatamente después de la captura, irse a dormir hasta que todo el mundo está saciado. “La principal característica de un lobo macho alfa”, dice el guardabosques y veterano estudioso de esta especie Rick McIntyre mientras los observamos, “es una discreta confianza y seguridad en sí mismo. Sabe lo que tiene que hacer; sabe lo que más conviene a su manada. Da ejemplo. Se siente a gusto. Ejerce un efecto tranquilizador”. En definitiva, el macho alfa no es agresivo, porque no necesita serlo. “Piense en un hombre seguro de sí, o en un gran campeón; ya ha demostrado todo lo que tenía que demostrar. Imagíneselo así: piense en dos manadas de lobos, o dos tribus humanas. ¿Cuál tiene más probabilidades de sobrevivir y reproducirse, el grupo cuyos miembros cooperan, comparten y se tratan con menos violencia unos a otros, o el grupo cuyos miembros están atacándose y compitiendo entre sí?”.
Rick lleva 15 años observando la vida diaria de los lobos, y asegura que un macho alfa no ejerce casi nunca ningún comportamiento agresivo respecto a los demás miembros de la manada, que comprende su familia, es decir, su pareja, sus hijos, tanto biológicos como adoptados, y tal vez un hermano.
Ahora bien, saben ser duros cuando es necesario. Hubo un lobo famoso en Yellowstone —el 21, así llamado por el número de su collar—, a quien la gente que seguía de cerca su trayectoria consideraba un superlobo. Defendía ferozmente a su familia y, al parecer, nunca perdió una riña con una manada rival. Pero uno de sus pasatiempos favoritos era pelear con los cachorros de su manada. “Y lo que de verdad le gustaba hacer”, dice Rick, “era dejarse ganar. Le encantaba”. Aquel gran lobo macho dejaba que un lobezno diminuto se le tirara encima y le diera mordiscos. “Entonces él se dejaba caer patas arriba”, dice Rick. “Y el pequeñajo, con aire triunfador, se erguía sobre él sin dejar de menear la cola”. En una ocasión, había un cachorro algo más enclenque de lo normal. Los demás cachorros lo veían con desconfianza y no querían jugar con él. Un día, después de llevar comida a los lobeznos, el superlobo se puso a mirar a su alrededor. De pronto, empezó a mover el rabo. Estaba buscando al cachorro y, al encontrarlo, se acercó a estar un rato con él. Con todas las historias de victorias que cuenta Rick del superlobo, esta anécdota es su preferida. La fuerza nos impresiona, pero lo que deja un recuerdo indeleble es la bondad.
Si uno observa a los lobos, no sólo con toda su belleza, su flexibilidad y su capacidad de adaptación, sino también con su violencia a la hora de defenderse y de cazar, es difícil evitar la conclusión de que no existen dos especies más parecidas que los lobos y los humanos. Teniendo en cuenta que vivimos en grupos familiares, nos defendemos de los “lobos” humanos que nos rodean y controlamos a los “lobos” que llevamos en nuestro interior, es normal que reconozcamos los dilemas sociales y las búsquedas de estatus de los lobos de verdad. No es extraño que los indios norteamericanos consideraran a los lobos como almas gemelas.
Pero es que las similitudes entre los machos lobos y los humanos son asombrosas. Hay muy pocas especies en las que los machos proporcionen comida y protección a las hembras y las crías durante todo el año. Las aves llevan comida a sus hembras y sus polluelos sólo durante la época de cría. Entre algunos peces y algunos monos, los machos cuidan de sus hijos, pero sólo mientras son pequeños. Los micos nocturnos transportan y protegen a sus recién nacidos, pero no les dan de comer.
Ayudar a obtener comida durante todo el año, llevársela a los recién nacidos, ayudar a criar a los hijos durante varios años hasta que alcanzan la madurez y defender a las hembras y a los jóvenes todo el tiempo contra los individuos que amenazan su seguridad, son un conjunto de atributos poco frecuentes en un macho. Los humanos y los lobos, y poco más. Y el más fiable, el más seguro, no es el humano. Los lobos macho cumplen mejor sus obligaciones, ayudan a criar a sus hijos y ayudan a las hembras a sobrevivir con una lealtad y una devoción modélicas.

Nos pueden enseñar a gruñir menos, tener más confianza, respetar a las hembras y compartir la crianza

Y otra cosa más: “En los viejos tiempos”, dice Doug Smith, “la gente decía que el macho alfa era el jefe”. Sonríe y añade: “Eran sobre todo biólogos varones los que lo decían”. En realidad, explica, en la manada existen dos jerarquías, “una de machos y otra de hembras”. ¿Y quién manda? “Es sutil, pero da la impresión de que las hembras son las que toman la mayoría de las decisiones”. Es decir, adónde dirigirse, cuándo descansar, qué ruta seguir, cuándo salir de caza. Smith dice que hembra alfa es un término obsoleto. “Yo utilizo la palabra matriarca para hablar de una loba cuya personalidad establece la tónica de toda la manada”.
En conclusión: a nuestro estereotipo del macho alfa no le vendría mal una corrección. Los verdaderos lobos nos pueden enseñar varias cosas: a gruñir menos, tener más “discreta confianza”, dar ejemplo, mostrar una fiel devoción al cuidado y la defensa de las familias, respetar a las hembras, compartir sin problemas la crianza. En eso consistiría ser un verdadero macho alfa.

Carl Safina es escritor, ecologista y profesor. Su último libro es Beyond Words; What Animals Think and Feel.

Lo que aprendí haciendo cosquillas a los simios

Los animales ríen, planifican y besan como los humanos. Ha llegado el momento de aceptar que son más inteligentes (y parecidos a nosotros) de lo que se creía
Retrato incluido en la exposición 'Animalistas' de la Casa Encendida.
Hacer cosquillas a un chimpancé joven es muy parecido a hacer cosquillas a un niño. El simio tiene los mismos puntos sensibles: en las axilas, el costado, el vientre. Abre mucho la boca, con los labios relajados y un jadeo que sigue de forma audible el mismo ritmo —ja, ja, ja— que la risa humana. La similitud es tal que resulta difícil no echarte a reír.
El simio también muestra la misma ambivalencia que el niño. Aparta los dedos que le hacen cosquillas e intenta escapar, pero enseguida vuelve a por más, y se coloca con el vientre directamente delante de ti. Entonces basta con que le señales un punto con el dedo, sin llegar a tocarlo, y vuelve a darle un ataque de risa.
¿Risa? ¡Un momento! Un verdadero científico debe rehuir cualquier asomo de antropomorfismo, de ahí que los colegas más inflexibles suelan pedirnos que cambiemos de terminología. ¿Por qué no designar la reacción del mono con una expresión más neutral, algo así como jadeo vocalizado? De esa forma evitamos confusiones entre el ser humano y el animal.
El término antropomorfismo, que significa forma humana, procede del filósofo griego Jenófanes, que protestó en el siglo V antes de Cristo contra la poesía de Homero porque describía a los dioses como si tuvieran aspecto humano. Jenófanes se burló de esa suposición, y parece que dijo que, si los caballos tuvieran manos, “dibujarían a sus dioses con forma de caballos”. Hoy en día, la palabra tiene un significado más amplio, y suele utilizarse para criticar la atribución de rasgos y experiencias de los humanos a otras especies. Los animales no practican el sexo, sino un comportamiento reproductivo. No tienen amigos, sino compañeros preferidos.
Como nuestra especie es propensa a las distinciones intelectuales, y en el ámbito cognitivo empleamos esas mismas castraciones lingüísticas, incluso con más vehemencia. Al explicar la inteligencia de los animales como producto del instinto o simple aprendizaje, hicimos que el conocimiento humano permaneciera sobre su pedestal, con la excusa de que era científico. Todo se reducía a los genes y los estímulos. Pensar otra cosa era correr peligro de hacer el ridículo, como le sucedió a Wolfgang Köhler, el psicólogo alemán que, hace un siglo, fue el primero en demostrar atisbos de entendimiento en los chimpancés. Köhler puso un plátano delante de la jaula de su mono estrella, Sultán, y le dio unos palos demasiado cortos para poder alcanzar la fruta a través de los barrotes. También colgó el plátano en alto y colocó alrededor unas cajas que no tenían la altura necesaria para llegar. Al principio, Sultán saltaba y arrojaba objetos al plátano, o llevaba a una persona de la mano hasta el sitio para utilizarlo como taburete. Al ver que no servía de nada, se quedaba sentado sin hacer nada, reflexionando, hasta dar con una posible solución. De pronto daba un salto y encajaba una vara de bambú dentro de otra para hacer un palo más largo, o amontonaba cajas para hacer una torre lo bastante alta como para alcanzar su premio. Köhler llamaba a ese momento “la experiencia, ¡ajá!”, similar al instante en el que Arquímedes corrió por las calles gritando “¡eureka!”.

Los seres humanos tienen una afición increíble a proyectar sentimientos y experiencias en los animales sin sentido

Según Köhler, Sultán demostraba su inteligencia al combinar lo que sabía sobre cajas y palos para obtener una nueva secuencia de actuación que le permitiera resolver su problema. Y lo hacía todo mentalmente, sin ninguna recompensa previa. Sin embargo, la idea de que los animales pudieran exhibir unos procesos mentales más parecidos al pensamiento que al aprendizaje resultaba tan perturbadora que todavía hoy, en algunos círculos, el nombre de Köhler se escupe, más que se pronuncia. Y, por supuesto, uno de sus detractores dijo que atribuir la capacidad de razonar a los animales era “un bandazo del péndulo teórico” de nuevo “hacia el antropomorfismo”.
Todavía hoy se oye este argumento, más que para referirse a tendencias que consideramos animalísticas (todo el mundo puede hablar de agresividad, violencia y territorialidad en los animales), a propósito de cualidades que nos gustan en nosotros mismos. Las acusaciones de antropomorfismo interfieren en la ciencia cognitiva tanto como las insinuaciones de dopaje en los éxitos deportivos. Su carácter indiscriminado ha sido perjudicial para este campo científico, porque nos ha impedido desarrollar una visión verdaderamente evolutiva. En nuestra prisa por destacar que los animales no son personas, nos hemos olvidado de que las personas también son animales.
Eso no significa que todo valga. Los seres humanos tienen una afición increíble a proyectar sentimientos y experiencias en los animales, muchas veces sin ningún sentido crítico. Acudimos a hoteles playeros a bañarnos con delfines, convencidos de que a los animales debe de gustarles tanto como a nosotros. Creemos que nuestro perro se siente culpable, o que nuestra gata se avergüenza cuando no puede dar un salto. En los últimos tiempos, la gente se ha tragado que Jojo —el gorila de California que sabe firmar— está preocupado por el cambio climático, o que los chimpancés son religiosos. En cuanto oigo esas afirmaciones, contraigo mis músculos superciliares (frunzo el ceño) y pido pruebas. Sí, efectivamente los delfines tienen un gesto sonriente, pero, dado que forma parte inmutable de su rostro, esto no indica nada sobre sus sentimientos. Y los perros que se esconden bajo la mesa cuando han hecho algo malo, lo más probable es que teman lo que pueda pasar.
El antropomorfismo gratuito es claramente inútil. Sin embargo, cuando los profesionales que trabajan sobre el terreno y estudian a los monos en la selva tropical me describen la preocupación que muestran los chimpancés cada vez que uno de ellos está herido, cómo le llevan comida o caminan más despacio; o cuando me cuentan cómo los orangutanes macho adultos anuncian ruidosamente desde la cima de los árboles en qué dirección van a encaminarse a la mañana siguiente, comprendo que haya especulaciones sobre su capacidad de empatía o planificación. Con todo lo que nos han enseñado los experimentos controlados en cautividad —como los que llevo a cabo yo mismo—, esas conjeturas no son tan absurdas.
Para comprender la resistencia a las explicaciones cognitivas, debo mencionar a un tercer griego de la Antigüedad: Aristóteles. El gran filósofo colocó a todas las criaturas vivas en una scala naturae vertical, que baja desde los seres humanos (los más próximos a los dioses) hasta los moluscos, pasando por los demás mamíferos, las aves, los peces y los insectos. Hacer comparaciones entre los elementos de esta extensa escala ha sido siempre un pasatiempo popular entre los científicos, pero lo único que hemos aprendido es a juzgar a otras especies con arreglo a nuestros criterios. El objetivo constante ha sido mantener intacta la escala de Aristóteles, con los humanos en la cima.
Ahora bien, parémonos a pensar: ¿qué probabilidades hay de que la inmensa riqueza de la naturaleza quepa en una sola dimensión? ¿No es más lógico pensar que cada animal tiene su propio sistema cognitivo, adaptado a sus sentidos y su historia natural? No tiene sentido comparar nuestra capacidad de conocer con la de un animal que tiene ocho brazos independientes, cada uno con su suministro nervioso, ni con el conocimiento que permite que un animal volador capture una presa móvil gracias a los ecos de sus propios chillidos. Los cascanueces americanos (miembros de la familia de los córvidos) memorizan la situación de miles de semillas que escondieron seis meses atrás, mientras que yo no recuerdo ni dónde aparqué mi coche. A cualquiera que sepa de animales se le ocurren otras muchas comparaciones cognitivas en las que no salimos bien parados. No se trata de una escala, sino de una enorme pluralidad de sistemas cognitivos con muchos picos de especialización. Picos a los que, paradójicamente, se les da el nombre de “pozos mágicos” porque, cuanto más aprenden los científicos sobre ellos, más profundo se hace el misterio.
Volvamos ahora a la acusación de antropomorfismo que oímos cada vez que surge un nuevo descubrimiento. La crítica sólo tiene peso si se parte de la premisa del excepcionalismo humano. Dicha premisa, nacida de la religión —pero que invade grandes áreas de la ciencia— ha quedado arrinconada en la actualidad por la neurociencia y biología evolutiva. Nuestros cerebros tienen la misma estructura básica que los de otros mamíferos: las mismas partes, los mismos neurotransmisores. Hasta tal punto son similares que, para intentar curar fobias en seres humanos, se está estudiando el miedo en la amígdala cerebral de la rata. Pero todo esto no quiere decir que la planificación de un orangután sea igual que la de mis estudiantes, cuando yo anuncio un examen, aunque, en el fondo, exista una continuidad entre los dos procesos. Más aún en el caso de los rasgos emocionales.

La ‘antroponegación’ es al rechazo de rasgos humanos en otros animales o de rasgos animales en nosotros

Por eso, la ciencia actual parte muchas veces del extremo opuesto, de la hipótesis de que hay una continuidad entre los seres humanos y los animales: la carga de la prueba recae sobre quienes insisten en marcar las diferencias. Si alguien pretende hacerme creer que un mono al que se le hacen cosquillas, y casi se atraganta de risa, tiene un estado de ánimo distinto al de un niño en la misma situación, lo tiene difícil.
Para aclarar lo que quiero decir, he inventado el término antroponegación, que se refiere al rechazo a priori de rasgos humanos en otros animales o de rasgos animales en nosotros. El antropomorfismo y la antroponegación tienen una relación inversa: cuanto más próxima está una especie a nosotros, más nos ayuda el antropomorfismo a comprender esa especie y más peligro hay de antroponegación. Y, al contrario, cuanto más alejada está una especie, más riesgo existe de que el antropomorfismo sugiera unas semejanzas dudosas, que tienen un origen independiente. Decir que las hormigas tienen reinas, soldados y esclavas no es más que una descripción abreviada antropomórfica, sin que tenga mucho que ver con la manera de crear esas funciones en las sociedades humanas.
Lo importante es que el antropomorfismo no es tan malo como se piensa. En el caso de especies como los monos —apropiadamente denominadas antropoides, es decir, similares a la especie humana—, el antropomorfismo es una opción lógica. Después de trabajar toda mi vida con chimpancés, bonobos y otros primates, creo que negar las similitudes es más problemático que aceptarlas. Decir que el beso de un chimpancé es un contacto boca a boca esconde el significado de un comportamiento que los monos exhiben en las mismas circunstancias que los humanos: por ejemplo, cuando se saludan, o para reconciliarse después de una pelea. Sería como dar a la gravedad de la Tierra un nombre distinto de la gravedad de la Luna, sólo porque pensamos que la Tierra es especial.
Esas barreras lingüísticas injustificadas rompen la unidad con la que se nos presenta la naturaleza. Los monos y los humanos no tuvieron suficiente tiempo para desarrollar comportamientos casi idénticos en circunstancias similares de manera independiente. Piénsenlo la próxima vez que lean sobre la capacidad de planificación en los monos, la empatía de los perros o la conciencia de los elefantes. En lugar de negar esos fenómenos y burlarse de ellos, debemos preguntarnos: “¿Por qué no?”.
Un mayor respeto a la inteligencia de los animales también tiene consecuencias en la ciencia del conocimiento. Durante demasiado tiempo hemos dejado que el intelecto humano flotara en un espacio evolutivo vacío. ¿Cómo pudo llegar nuestra especie a la planificación, empatía, conciencia y demás, si formamos parte de un mundo natural en el que no existen unos escalones que permitan llegar hasta ahí? ¿No es esto tan improbable como que nosotros fuéramos los únicos primates con alas? La evolución es un proceso natural de descendencia en el que se producen modificaciones, tanto de rasgos físicos como mentales. Cuanto más menospreciamos la inteligencia animal, más estamos pidiendo a la ciencia que tenga fe en los milagros al hablar de la mente humana. En lugar de insistir en nuestra superioridad en todos los aspectos, debemos estar orgullosos de nuestros vínculos.
No tiene nada de malo reconocer que somos monos; unos monos listos, quizá. Con lo que yo los adoro, no me parece que sea una comparación insultante. Tenemos los poderes mentales y la imaginación necesaria para ponernos en el lugar de otras especies. Cuanto más lo logremos, más comprenderemos que no somos la única vida inteligente sobre la Tierra.

Frans de Waal es primatólogo y profesor de psicología en Emory University. Su último libro es ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? (Tusquets), del que está adaptado este artículo.

La Liga de Luis Suárez

El Barcelona conquista el campeonato en Granada de la misma manera que lo inició en Bilbao: una victoria firmada por el Pichichi uruguayo

Celebración de los jugadores del Barcelona al finalizar el partido. FOTO: ALEJANDRO RUESGA

La Liga ha tenido como único protagonista al Barça. No ha habido más equipo que el azulgrana ni ningún delantero que haya marcado más goles que Luis Suárez: 40. Así que la última jornada no tuvo emoción ni épica, ni siquiera misterio, sino que alcanzó con poner la mirada sobre el partido del charrúa y del Barça en Los Nuevos Cármenes. Y en Granada ganaron al final los azulgrana como también se habían impuesto al inicio en Bilbao. El campeonato nació con un gol de Suárez en San Mamés y acabó con un triplete del uruguayo en Granada. Nadie reparó en los marcadores ajenos, ni en el Madrid ni en Cristiano, tampoco en el carrusel ni, de momento, en los maletines y las apuestas; el campeonato, pendiente siempre de lo bueno y lo malo del Barça, reconocible en el arranque y en la salida de la temporada, muy al estilo de Luis Enrique.
El entrenador terminó la Liga el 14 de mayo en Granada con el mismo equipo que el 6 de junio del año pasado conquistó Berlín. Ha insistido en la alineación, también en el tridente y en la idea de juego, convencido el técnico de que estaba en lo cierto, que tenía más razón que un santo, por más monótono, reiterativo y previsible que pudiera parecer el Barcelona, capaz de sumar 39 partidos sin perder y también de ceder 11 puntos sobre 12 respecto al Madrid en solo cuatro jornadas después de perder el clásico del Camp Nou. El equipo azulgrana ha sido extremista para bien y para mal, indesmayable en la bonanza y vulnerable frente a la adversidad, confiado en su visita a Los Nuevos Cármenes después de defender el gol average con una diferencia a su favor disuasoria: 21-0.

Nada que ver con el Granada. José González preparó un partido a la carta, solo para ganar al Barça después de asegurar su permanencia en Sevilla. Jugó con tres centrales y tres mediocentros para defender a Messi, Suárez y Neymar. No le salió bien porque el tridente se activó al pisar la cancha y antes de retirarse por más que en el calentamiento se sospechara de la actitud de Neymar.

Granada-Barcelona, 0-3

GRANADA: Andrés 5, Lombán 6, Babin 4, R. Costa 4, Miguel Lopes 6, Rochina 5, Fran Rico 6, Rubén Pérez 5, Doucouré 6, Peñaranda 6, El Arabi 4

Técnico: José González (5).

Cambios: Cuenca (6) por Rochina (m. 46); Barral (sc) por El Arabi (m. 77); Doria (s.c.) por Costa (m. 80).

BARCELONA: Ter Stegen 7, Alves 8, Piqué 7, Mascherano 7, Alba 7, Rakitic 7, Busquets 7, Iniesta 7, Messi 7,Suárez 10, Neymar 7

Técnico: Luis Enrique (9).

Cambios: Mathieu (6) por Mascherano (m. 74); Arda (sc) por Rakitic (m. 78); Sergi Roberto (sc) por Busquets (m. 87).

ÁRBITRO: Hernández Hernández (5), canario

Tarjetas: Busquets (m. 18), Babin (m. 53), R. Pérez (m. 62); Piqué (m. 73), R. Costa (m. 76), Andrés (m. 73).

GOLES: 0-1 (m. 21) Suárez, a puerta vacía, tras recibir un pase de la muerte de Alba. 0-2 (m. 37) Suárez cabecea un centro de Alves. 0-3 (m. 86) Suárez, a puerta vacía, tras una asistencia de Neymar.

CAMPO:
Nuevo Los Cármenes (21.692 espectadores).
(Cuadro: El periódico de Cataluña)


El Barça supo que nada bueno podía esperar del Deportivo y que por tanto se imponía rematar con paciencia y concentración su partido en Granada. Abatido Andrés Fernández, los azulgrana se empeñaron en no conceder ocasiones, se esforzaron en los repliegues para no dar situaciones de superioridad al rival y se esmeraron en atacar de forma selectiva y terminal, como ocurrió en el 0-2.
Mascherano cambió el juego en largo para Alves, la banda contraria desde la que había atacado Alba en el 0-1, el brasileño llegó a tiempo para centrar sobre la línea y Suárez atacó como un jabato el primer palo para cabecear ante Andrés Fernández. La efectividad azulgrana en el juego, en el control y en el dominio de las áreas fue sobrecogedora: no remató a portería el Granada y por el contrario marcó dos goles el Barcelona, uno por cada costado, el primero muy largo y el segundo a tres toques, señal de variedad, autoridad y jerarquía, muy superores los muchachos de Luis Enrique a los de José González.
El técnico andaluz cambió de plan después del descanso, cuando dio entrada a Cuenca, y el partido se abrió hasta convertirse en un ir y venir peligroso para los azulgrana, a pesar de que nunca despreciaron las transiciones, el intercambio de golpes, también en el marco de Ter Stegen. El meta respondió a un tiro de Fran Rico y después Neymar no atinó ante un espléndido Andrés Fernández. El partido incluso se calentó con la lesión de Mascherano. El fútbol decayó y se hizo eterna la espera hasta el alirón del Barça.
Apareció entonces de nuevo Suárez para concluir una triangulación con Messi y Neymar. No había mejor manera para celebrar el título que una combinación del tridente, la apuesta de un equipo que necesitó ganar dos veces la Liga después de su derrota contra el Madrid. El equipo se sobrepuso al 1-2 y desde la madurez convirtió la defensa del liderato en una cuestión de vida o muerte cuando se discutía sobre el ridículo que habría supuesto perder el torneo el último día en Granada. Aunque la Champions se escapó, nadie puede discutir que el único actor de la Liga ha sido el Barça del regular Suárez.