sábado, 7 de marzo de 2015





¡Tengo algo que decir!

La huelga de las camiseras de Nueva York se mantuvo durante 11 semanas y llegó a sumar 30.000 trabajadoras


Emma Riverola/ Escritora/ El Periódico de Cataluña/ Sábado, 7 de marzo del 2015.
 
El gran salón de la Cooper Union en Nueva York estaba abarrotado. El aforo, de 900 personas, resultaba insuficiente y cientos de trabajadores del textil llenaban las salas adyacentes. Los dirigentes sindicales iban subiendo al escenario para dar sus palabras de ánimo a los asistentes, la mayoría mujeres inmigrantes de origen judío.
Aquel noviembre de 1909 estaba siendo especialmente agitado. Las protestas por las lamentables condiciones laborales se sucedían. A pesar de ello, los líderes no apoyaban la huelga general. Creían que las mujeres no serían capaces de resistir sin sus míseros sueldos. De repente, después de dos horas de discursos altisonantes, una voz atronó en la sala: «¡Tengo algo que decir!». Una joven de 23 años se atrevía a pedir la palabra. Clara Lemlich subió al escenario y pronunció en yiddish un escueto discurso: «Yo soy una de las muchachas trabajadoras. Una de las que están luchando contra estas condiciones deplorables. Estoy cansada de oír a los oradores hablar en términos generales. Estamos aquí para decidir si vamos o no a la huelga general. Propongo declararla ahora mismo». El clamor de los reunidos en la sala fue en ese momento absoluto y aquel día comenzó el Levantamiento de las 20.000.
La huelga de las camiseras de Nueva York se mantuvo durante 11 semanas y llegó a sumar 30.000 trabajadoras. Consiguieron importantes conquistas, pero no lograron mejorar las condiciones laborales en todas las fábricas. Un año más tarde, un incendio devoró la Triangle Shirtwaist147 mujeres perdieron la vida. Los dueños habían cerrado las puertas para que ninguna perdiera tiempo yendo al baño. La lucha de estas mujeres por unas condiciones laborales dignas ha quedado ligada para siempre a la celebración del Día Internacional de Mujer. Hoy, la voz de Clara Lemlich aún clamaría: «¡Tengo algo que decir!».

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