La ley de Messi da al Barça su 27ª Copa
El argentino sella con dos goles y una actuación sobresaliente ante el Athletic
José Sámano El País
31 MAY 2015
En un Camp Nou teñido de rojiblanco, Messi también se sintió en casa.
Pocas cosas le extrañan, así que de nuevo impuso su reinado. La Pulga
descorchó la 27ª Copa para el Barça tras un partido emotivo en las
gradas, la única estancia en la que pudo reinar el Athletic, con su
hinchada abarrotando el estadio enemigo, entregada de principio a fin a
sus muchachos. Sobre el campo, la ley de Messi. Ante semejante barrera,
poco hay que hacer. El argentino fue el catalizador absoluto de un Barça
que transita de cima en cima, ya con un doblete a la espera de la final
de Berlín. El coraje del Athletic no fue suficiente ante un rival que
nunca le dio vidilla, que se desplegó con el timbre de autoridad de un
10 imperial, inalcanzable, autor de dos goles y una sinfonía de buen
fútbol. Por si fuera poco, el Barça ha dado con la coreografía perfecta
alrededor del genio. Desde la zaga hasta los puntas. Los tres pistoleros
ya suman 120 goles en los 59 partidos oficiales que ha disputado el
Barça hasta la fecha.
Athletic, 1-Barcelona, 3
Athletic: Herrerín; Bustinza, Etxeita, Laporte, Balenziaga; San José, Beñat (Ibai Gómez, m. 75); Iraola (Susaeta, m. 58), Mikel Rico (Iturraspe, m. 75), Williams; y Aduriz. No utilizados: Iraizoz; Aketxe, Gurpegi y Kike Sola.Barcelona: Ter Stegen; Alves, Piqué, Mascherano, Alba (Mathieu, m. 77); Busquets, Iniesta (Xavi, m. 55), Rakitic; Messi, Luis Suárez (Pedro, m. 77) y Neymar. No utilizados: Bravo; Bartra, Rafinha y Adriano.Goles: 0-1. M. 20. Messi. 0-2. M. 36. Neymar. 0-3. M. 74. Messi. 1-3. M. 79. Williams.Árbitro: Velasco Carballo. Mostró la tarjeta amarilla a Piqué, Iraola, Balenziaga, Williams, Aduriz, Neymar y Busquets.Camp Nou: 98.000 espectadores.
Este Messi descarga por igual goles que fútbol. A los veinte minutos, cuando aún mantenía la cerradura el Athletic, se le vio en una habitación cerrada. Balenziaga le había decretado prisión por todo el campo. Esta vez, cuando ya le había desquiciado, Rico y Beñat acudieron a la custodia. Leo, con el candado, enclaustrado en la banda derecha. Una ratonera, no había escapatoria posible. Así hubiera sido para cualquier terrenal, no para Messi, un desmentido perpetuo. Se libró de todos, y hasta de una tarascada de Rico. No hay cepos antiMessi. El 10 encendió el turbo, enfiló a Herrerín y dio un pase terminal a la red, un zurdazo de autor ante el que el portero vasco se acostó tarde por su palo. Este tipo algún día será objeto de una tesis doctoral, su tratado de fútbol no tiene fin. Es un simposio en sí mismo.
Ante un Messi así no hay nada que hacer. Es único por muchas cosas,
pero últimamente porque ha añadido a su infinito catálogo una innovación
para la historia. Nunca el cerebro del fútbol estuvo orillado, nunca el
ilustrado jugó con tal panorámica, con una visión diagonal del juego.
La Pulga gestiona los partidos con el periscopio de un extremo.
Inaudito. Se corre, se acelera y se frena cuando lo dicta el argentino.
De nada sirvió que Balenziaga le acosara con un marcaje personal. Cuando
prende mecha, Messi hace lo que le viene en gana. Cada vez que se animó
a despegar fue un tormento para el Athletic, al que le caían en cascada
el propio Messi, Neymar y Suárez, que parecen trillizos. Otra de las
patentes del rosarino es la asistencia telescópica para el brasileño,
siempre en diagonal. Todos la saben, nadie la pilla. En la final, solo
un linier, que marcó un fuera de juego por una uña en un gol de Neymar.
Tan misterioso es Messi que lo con él parece casual es la pura lógica.
Del Athletic no había noticias. Solo le cabía apelar al heroísmo de
la debilidad, abrigado por un San Mamés en el casco urbano de Barcelona.
Los chicos de Valverde trataban de aplicarse en la contención a la
espera de algún destello episódico. Williams interfería a Busquets y
todo el regimiento rojiblanco mantenía las líneas apretadas. Un
espejismo en cuanto se enchufaba Messi y la trama del equipo bilbaíno
quedaba al descubierto. Desde la órbita del argentino se fraguó el
segundo tanto. Con Leo colaboró Rakitic, que tras un tuya-mía citó a
Suárez con la portería de Herrerín. Como el tridente va de concilio en
concilio, con los divismos bien repartidos, el uruguayo prefirió la
generosidad con Neymar, al que bastó con soplar la pelota a la red. Tajo
y tajo para Herrerín, que ya había metido la pierna a punto ante
Suárez, y luego un guantazo en una falta ejecutada por Messi. Solo
Williams, en un disparo al filo del intermedio, puso los focos sobre Ter
Stegen, más defensa líbero que portero ante el nulo flujo ofensivo del
Athletic.
Con un tiempo por delante, al conjunto vasco le quedaba subir el
volumen, elevar la presión e incomodar todo lo posible al Barça,
atosigar a sus zagueros para evitar la circulación fluida. Lo intentó el
Athletic, pero este Barça tiene más de un equipaje. Si le encapotan se
da a la fuga a la carrera, le agrada el contraataque. Los adversarios
titubean, no saben a qué es mejor exponerse, si al rondo permanente o al
fútbol a campo abierto. Mientras decidía, Xavi relevó a Iniesta y tras
unos minutos de empuje rojiblanco, el gobierno regresó al Barça. Al
Athletic no le alcanzaba con el entusiasmo. Menos aun cuando Alves, por
la ruta de Messi, conectó con el genio, esta vez en posición de ariete,
pillo para meter la punterita antes que el batallón de los Valverde. De
Messi a Messi, una brecha definitiva para el cuadro vizcaíno, pese al
tanto final de Williams, un estupendo cabezazo de espaldas de este
prometedor futbolista. Una floritura sobrante de Neymar, que los rivales
entendieron burlesca, estuvo a un paso de cerrar de mala manera una
noche festiva. Por fortuna no fue así y todo acabó en paz.
Nada tuvo que reprocharse el Athletic. Como se vio en Barcelona por
enésima vez, con una marea oceánica de camisetas rojiblancas, su estado
social es excelente. En estos tiempos de fútbol bursátil, que con su
innegociable singularidad alcance finales y entre en Europa resulta
mucho más que encomiable. Sus gentes se lo hicieron saber con una
despedida gloriosa. Para su desgracia, ya son tres las veces que Messi
se ha cruzado en su camino hacia el trono copero. Un imposible para
muchos, una gozada para este Barça a un paso del segundo triplete de su
historia.
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