sábado, 30 de mayo de 2015



Batallas

Quizá la decencia ha desaparecido de algunas de las instituciones de nuestro país, pero estaba y está entre la gente sin poder



Ana Pastor/ Periodista/ El Periódico de Cataluña/ Sábado, 30 de mayo del 2015.
 
Se sienta en la mesa y se dispone a dar la mala noticia. No es la primera vez pero eso no evita que le duela pronunciar las palabras. Delante de ella una mujer está a punto de recibir esa frase. Y para ella sí es la primera vez. Va a escuchar cáncer y después va a escuchar que no se puede hacer gran cosa. Pero esa mujer de 74 años hace tiempo que dio por perdida la batalla por la vida. Malvivía con una pensión que desde hace meses entrega a su hijo de manera íntegra porque está en paro y tiene que mantener a sus propios hijos. Ella acude a diario a un comedor social para salir adelante sin que los suyos se resientan. Los suyos... con quienes la relación prácticamente se ha roto ya. Está sola. Sola. La vida ha dejado de tener sentido desde hace mucho tiempo. Tampoco le importa. Y por eso cuando escucha «cáncer en fase terminal» lo único que quiere que le añadan detrás es que podrá quedarse en el hospital y terminar allí de perder la guerra. Pero está a punto de no ocurrir. Su estado es malo, muy malo, pero no como para ser ingresada ya. Hay un problema de plazas y no podrá quedarse en el hospital de media-larga estancia.
La doctora debería decirle eso. Pero no puede. Mientras le explica el diagnóstico piensa en lo que pasará si la envía a casa: «¿Cómo decidir poner tratamiento a una paciente debilitada, que en caso de que no pueda levantarse de la cama por el efecto combinado de la enfermedad y la quimioterapia, no va a poder avisar a nadie?». Días más tarde me contará: «No exagero si te digo que se han dado casos de no poder entrar el equipo sanitario para valorar a un paciente en domicilio, por no poder este levantarse a abrir la puerta».

Buscar un hueco

Así que esta médica, que da por perdidas muy pocas batallas, no llega a pronunciar eso de «no hay plazas». Reúne a otros colegas y hablan con dos trabajadoras sociales y el médico de cabecera de la paciente para buscar un hueco en algún lado. Ese hueco aparece un tiempo después gracias al empeño de este grupo de gente que hace mejor nuestro país. Días después la paciente llega al hospital con dos maletas. Su expediente médico no solo incluye la enfermedad, el tratamiento y los riesgos. En la última parte aparece el relato de sus últimas semanas. Y de nuevo aparece un grupo de gente que hace mejor este país. Dos vecinos se han hecho cargo de ella porque su deterioro físico la ha impedido valerse por sí misma en este tiempo. Uno de ellos en situación económica muy delicada. Eso no ha impedido que le consiguieran comida cada día. O que le arreglaran la casa. Así han sido sus últimos días. Ahora está en el hospital. Allí se quedará hasta el desenlace final. Pero ya no está sola. Ya no. Quizá la decencia ha desaparecido de algunas de las instituciones de nuestro país, pero estaba y está entre la gente sin poder. Ese grupo de gente es una buena prueba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario