sábado, 24 de enero de 2015


«Wembley es el final de un cuento perfecto»

Abidal explica en primera persona lo que supuso para él levantar el trofeo de la Champions en Wembley con el brazalete de capitán tras haber superado un cáncer de hígado

ÉRIC ABIDAL/ EL PERIÓDICO DE CATALUÑA/Sábado, 24 de enero del 2015
 
Abidal, eufórico, levanta en Wembley la Champions del 2011, que simboliza su mayor victoria.

Es el súmmum. Miras la fotografía y piensas: el Barça ha ganado la Champions, he jugado el partido, me han dado el brazalete de capitán, puedo levantar el trofeo, pero además de esto hay muchas cosas más. Y es el camino para llegar aquí. Esto es el final. Y en el camino hay cosas que yo controlaba, pero en los últimos pasos hasta ese momento me llevó otra gente. PuyolXaviPepTito y todos los que estuvieron ahí.
Porque llega un momento en que yo estoy en forma, tengo posibilidades de jugar y Pep me puede poner en el banquillo o en la grada, y eso ya da igual porque lo importante es que ya he llegado, ya he conseguido el objetivo. Entonces, da la charla y dice: «Abi, titular». Un paso más. Empezamos a jugar y 0-1, 1-1, 2-1 y 3-1. Ganamos. Un paso más. Entonces viene Puyol y me da el brazalete. Un paso más. Subo las escaleras. Un paso más. Y al final levanto la copa. Es el camino perfecto.
Esta imagen la he visto un montón de veces y la voy a seguir mirando toda la vida. Porque cada vez que me preguntan cuál es el momento más guapo que he vivido digo que es este. No la foto, sino todo el camino hasta llegar a esa imagen.
¿Cuál es el principio del camino? [Piensa unos segundos] El principio está lejos. Muy lejos. Diría que cuando veía los vídeos que me enseñaba mi padre de Maradona en su época en el Barça. Y yo salía a la calle e intentaba hacer los mismos gestos que él. Mis tías me grababan y les decía: «Mirad, mirad, que voy hacer lo mismo que Maradona». Y así crecí. Hasta llegar al Barça. ¿Te imaginas? Eres un niño y tiene un sueño, jugar a fútbol; después, ser futbolista profesional; después, intentar jugar algún día en este equipo [señala la foto del Barça], y luego, ganar esto [señala la Copa de Europa].
Es el cuento perfecto. No hay ninguno mejor. Imposible.
Recuerdo también el partido anterior, la semifinal contra el Madrid. Fui a Pep y le dije: «Míster, si me necesitas, aquí estoy». Y él me dijo: «Te pongo en el banquillo». No sabía si iba a jugar. Y pasa el tiempo, ganamos, pasa el tiempo, y entonces me dice: «Abi, vete a calentar». Joder. Buffff. Fue una sensación, un subidón... Solo fueron dos minutos, pero entré como un avión, me sentí despegar... Volaba. Solo faltaba que me levantara del suelo. Para mí era la victoria de todos: del equipo, de la gente, porque todo el público estaba a mi lado. Y con el Madrid y a la final.
Y después Wembley. Normalmente Pep hacía la charla antes de salir del hotel, pero ese día la dio en el vestuario. Cuando llegamos, faltaba una hora y 10 minutos para el partido. Fuimos a una sala, estábamos todos sentados, puso un vídeo y cuando dijo el equipo que jugaba me puso a mí en lugar de Puyol. La cara que debí poner... «No puede ser», pensaba, y creo que hasta perdí unos kilos [risas]. Y entonces, ya me metí en el partido, venga, no pasa nada, y todos animándome.
Y luego, el momento en que Puyi me dio el brazalete. «¿Qué haces? ¿Estás loco? No, no, no». Y él: «Sí, sí, sí. No te preocupes, lo hemos hablado y todos queremos que seas tú». Por eso digo que al final del camino mandaban los demás, no yo. Y encima el que me dio la copa fue Platini, me felicitó -y cada vez que me ve me sigue felicitando- y me dijo que el equipo y yo nos merecíamos esa Champions. Y cuando voy a recogerla, escucho a Víctor gritando: «Abi, levántala bien alto». Y claro que la levanté bien alto.

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