lunes, 12 de julio de 2010

REFLEXIONES DEL PASIEGO
Identidad de clase, identidad nacional.
J. Manuel Marañón.

Con un recuerdo emocionado a Mario
Onaindía-“El precio de la libertad”

El 30 de junio, en Santander como en otras ciudades de España, nos manifestamos en protesta por las medidas que está tomando el gobierno y por las que anuncia que va a tomar, a través de las cuáles va a hacer recaer en las clases populares los costes de la crisis.
No me voy a extender ni en las medidas ni en el análisis de sus causas y consecuencias más o menos profundas. Tendremos tiempo hasta el 29 de septiembre de ir incidiendo en esto en la línea de aportar lo que cada uno pueda para que la huelga general sea un éxito.
Por lo tanto, este artículo está dedicado a un detalle que observé en la manifestación y que me dio que pensar, eso sí, reconozco que desde el afloramiento de mi más profundos demonios antinacionalistas.
El tema de la identidad nacional es un tema que nunca he llegado a comprender muy bien. Y que conste que no solamente hablo de la identidad nacional catalana, que también, sino que hablo de la misma manera de la identidad nacional española y, por supuesto, de la cántabra.
El detalle que disparó mi proceso de reflexión fue el que unos compañeros/as del sindicato portaban unas banderas con el lábaro que algunos/as dicen que representa al identidad nacional cántabra. En un extremo de esa bandera aparecían las siglas de CC OO.
Insisto mi única identidad es la de ciudadano trabajador. Incluso mi apelación permanente a mi origen pasiego es más un signo de rebeldía que de identidad. Hasta los años 80, en Cantabria la palabra pasiego se utilizaba como un insulto que nos dirigían a los que procedíamos de los valles altos del Pas, Miera, Pisueña o Trueba. Y entonces uno reacciona diciendo pues sí, soy pasiego, a mucha honra.
Mi gran identidad, de entrada, es la identidad de clase, la conciencia de clase en términos marxistas. Aunque no sé si apelar al marxismo comienza a ser contraproducente en CC OO
Eso no implica que no esté interesado en la vida de la ciudadanía que se organiza en un determinado ente político. Ni muchísimo menos. Me interesa todo aquello que afecta a las personas y, sobre todo, a las personas pertenecientes a las clases populares que viven en mis entornos más inmediatos.
Pero lo que más me indigna de todo esto son las simplificaciones sesgadas de la historia, hecho que se produce porque el estudio de las identidades históricas se basa muchas veces en cuestiones simbólicas (el lábaro) o en cuestiones mitológicas (corocotta). Y claro la historia socioeconómica, clave para entender la identidad de clase, no interesa demasiado porque es profundamente desmitificadora.
No me resisto a poner un ejemplo ilustrativo. A finales del siglo XVI comienza en Gran Bretaña el fenómeno de las “enclousures”, el cerramiento y la privatización de los terrenos comunales, fenómeno que se puede dar por terminado en el XVIII, extendiéndose a lo largo de ese siglo y del siguiente a muchos lugares de Europa occidental. Las actas de cercamiento (enclosure acts) perjudicaron principalmente a los campesinos, que no podían ya usar los beneficios de los terrenos. Por lo tanto, se da una acumulación de tierras en manos de la aristocracia rural y se crea un ejército importante de mano de obra de reserva.
Tal sistema vino dado por el continuo aumento de la demanda de bienes agrícolas a los cuales el viejo sistema agrícola no podía hacer frente en cuanto los terrenos eran cultivados por campesinos que se ocupaban del mismo campo sólo por un año, y que por lo tanto no sentían motivación para mejorar las condiciones del terreno. Con el cercamiento, los grandes latifundistas pudieron introducir modificaciones cuantitativas y cualitativas en la agricultura inglesa, mejorándola. El cerramiento se acompañó generalmente de la utilización de nuevas técnicas, de nuevos cultivos, de nuevas rotaciones.
Como colofón de este proceso se da la acumulación de capital que está en la base financiera de la revolución industrial. Este fenómeno lo analiza muy bien Marx en “El Capital”. Y pido perdón si citar a D. Carlos supone un sacrilegio en los momentos que vivimos, incluso en CC OO.
Pues bien, en a lo largo del siglo XVI se produce ese mismo proceso en los valles pasiegos aunque con características diferenciales. La demanda de mantequilla en las clase nobiliarias y en las ciudades castellanas, conlleva que se acabe con el pastoreo extensivo en los terrenos comunales de los valles altos y medios de los cuatro ríos. Se cambia el tipo de vaca, dando origen a la vaca pasiega cuya leche tenia un alto porcentaje de grasa, vaca que se estabulaba en cabañas con terrenos adyacentes cercados.
La mantequilla salía a través del mercado de Espinosa de los Monteros. Primero eran comerciantes castellanos los que compraban la mantequilla en las propias cabañas y la revendían en el mercado de Espinosa, para pasar mas tarde este comercio a manos pasiegas.
Es decir, se produce un cambio en la vida de los campesinos del SE de Cantabria y el NE de Burgos basado no en identidades colectivas sino en elementos de cambio económico y social.
Y otra vez pidoperdón porque no sé si hablar del valle del río Trueba, que discurre por la provincia de Burgos hasta su desembocadura en el Ebro, es romper la identidad cántabra o es que debemos reivindicar la integración de Espinosa de los Monteros en Cantabria.
Pues bien, este fenómeno de cambio socioeconómico solo parece interesante para cuatro estudiosos del tema y para aquellos que ponemos la identidad de clase por encima de la identidad nacional.
Y finalmente, decir que, cuándo hablo de estos temas, no puedo por menos que recordar emocionadamente a Mario Onaindia, viejo militante de CC OO, así como el precio que tuvo que pagar para conseguir su libertad.

1 comentario:

  1. Me gusta el artículo. En mi opinión, no hay que pedir perdón por citar a D. Carlos en CC.OO. No es ningún sacrilegio, si es que en CCOO cabe utlizar esta palabra.

    ResponderEliminar