Querido Iniesta
RAMÓN BESA Y LUIS MARTÍN-El País- 15/05/2011
Es el futbolista más querido de España. Aclamado en todos los estadios por su gol en la final del Mundial. Ahora luchará con el Barça por el trono europeo. Esta es la historia de un chico sencillo convertido en ídolo.
Los datos de evolución de inmigrantes por lugar de procedencia del departamento de estadística del Ayuntamiento de Barcelona indican que en 1996 se instalaron en la ciudad 11.028 personas, 99 de ellas procedentes de Castilla-La Mancha. Aunque las estadísticas no lo cuentan, en el padrón municipal debe constar que una de esas personas era Andrés Iniesta Luján; tenía 12 años y quería ser futbolista.
No hace mucho le confundieron con un camarero
Iniesta cumplió su sueño. Retiró a su padre de albañil a los 40 años y le compró una casa a su madre cuando firmó su primer contrato profesional. Hoy, a los 27 años, es campeón del mundo, acaba de ser padre, su plato favorito sigue siendo el pollo con patatas y fuera del campo pasa tan desapercibido que cualquiera le puede confundir con un camarero, como le ocurrió no hace mucho. Le queda, eso sí, una promesa pendiente como la del Camino de Santiago y cuando pueda le gustaría llegar hasta la India para ver el Taj Mahal."Yo creo en el destino, las cosas pasan porque tienen que pasar. También creo en Dios, pero no soy un fanático, sino en su justa medida. No soy practicante".
"Sabía que me costaría, pero estaba convencido de que iba a triunfar"
Andrés Iniesta se llama Andrés por su abuelo paterno. En Fuentealbilla (Albacete) hay tres Andrés Iniesta: el futbolista y dos de sus primos, hijos de los hermanos mayores de su padre, José Antonio. Da la casualidad que su abuelo materno también se llama Andrés. Andrés Luján tenía un bar en el pueblo, del que se ocupaba con su hija, y que cerró hace diez años.
Lo cuenta el jugador del Fútbol Club Barcelona en la ciudad deportiva del equipo, antes de un entrenamiento. Viste una camiseta Nike, firma que le contrató cuando era un niño a cambio de material. Hoy es uno de los iconos de la marca estadounidense. Cuando Andrés era un niño, su padre ahorró tres meses para comprarle unas Adidas Predator.De pequeño, Andrés Iniesta Luján jugaba al fútbol en la pista, como se conocía en Fuentealbilla a la suerte de polideportivo con suelo de cemento, situado a la intemperie, con dos porterías de fútbol sala y dos canastas. Hasta que cumplió los ocho años, momento en que pasó la prueba de acceso a las categorías inferiores del Albacete, a 80 kilómetros de su casa, y empezó a alejarse de la pista y también dejó de ir a ver cómo saltaban las ranas en las charcas del pueblo.
Siempre se temió por su fragilidad y aparente docilidad
"Yo era del Albacete. Se han contado muchas historias, pero la realidad es esta. Mi padre era simpatizante del Athletic, y yo del Albacete y del Barça, mi segundo equipo. Los fines de semana, como yo tenía pase por jugar en el alevín, iba a ver los partidos del Albacete en Primera División. Estaban Josico, Salazar, Catali, jugó Oscar cedido por el Barcelona, Bjelica, Molina... Me tocó vivir un año muy bueno, el que ascendió. Yo lo celebré en el pueblo. Tampoco podía ir muy lejos. Lo que pasa es que un día me enfadé porque el Barcelona le metió siete goles al Albacete y se interpretó mal".Allí jugó, en Albacete, hasta que dejó de ser anónimo, cuando fue elegido como el mejor jugador del torneo de alevines de Brunete, organizado por el periodista de la cadena SER José Ramón de la Morena. Imposible no reparar en aquel niño tan colorista en su juego y de cara tan pálida, la misma que su madre y hermana. Había observadores de los mejores equipos, también del Madrid y del Barcelona. Albert Benaiges, uno de los mejores colaboradores de Oriol Tort, responsable del fútbol base azulgrana, regresó al Camp Nou con unos cuantos nombres en la libreta, Iniesta a la cabeza.
Pero había un problema. Por entonces la edad mínima de ingreso en la residencia de la Masía era de 14 años, y Andrés solo tenía 12. El club explicó a la familia que seguirían con especial atención la trayectoria del niño y le reservaban plaza para dentro de tres años. "Lo típico de entonces. Ahora todo va mucho más rápido", explica Rodolfo Borrell con cierto aire de melancolía desde Liverpool, donde desde hace un año trabaja de director de The Academy, la escuela formativa del Liverpool.A favor de Iniesta jugó entonces un protagonista desconocido, un niño de la misma edad y que también figuraba en las notas de Benaiges, de nombre Jorge Troiteiro. Pasadas dos semanas del torneo de Brunete, el padre de Troiteiro se personó en la Masía con su hijo de la mano. "Ustedes mismos: ¡O se queda aquí o me lo llevo al Madrid, pero mi hijo ha de ser futbolista!", le soltó a Tort. A El Profesor, como se conocía al coordinador de la cantera azulgrana, se le ocurrió la mejor de las soluciones: aceptó el ingreso de Troiteiro y llamó a Fuentealbilla para que se incorporara Iniesta. "Al menos se harán compañía uno al otro, no se añorarán, tendrán con quién jugar", recuerda Rodolfo Borrell que aseveró Tort, responsable del fútbol base del Barça.
"Messi es el mejor, pero también necesita al equipo"
A la madre de Andrés ni se le había pasado por la cabeza la posibilidad de llevar a su hijo a Barcelona por más que su marido intentara convencerle de que la propuesta azulgrana era lo mejor para la carrera deportiva del crío. "Tal vez fui muy duro", recuerda ahora.
"Mi padre me dijo: 'Puede que el tren solo pase una vez en la vida', pero yo le respondí que no me quería ir", replicó Andrés. Aunque su intervención fue rotunda, no paraba de darle vueltas y más vueltas al consejo de papá cada vez que se tumbaba en aquella cama presidida por un póster de Laudrup y otro de Guardiola. El tema ni se tocaba en los viajes que tres tardes a la semana afrontaban padre e hijo desde Fuentealbilla hasta Albacete. Iban y venían al entrenamiento. Hasta que un día Andrés levantó la voz para decir: "Papá, llama a Barcelona".
Y su padre llamó.
El Premio Eroski al mejor jugador del torneo de Brunete incluía una visita a Port Aventura, de manera que aprovechando que estaban en Tarragona, José Antonio Iniesta quedó con Tort y Benaiges en la Masía. "Vimos las instalaciones y los campos. Las personas que hablaron con mi padre, Oriol Tort, Albert Benaiges y Joan Martínez Vilaseca, nos lo plantearon tan bien, nos transmitieron tan buenas sensaciones, que era muy difícil decir que no. Pero como yo era muy niño, también nos comentaron que si separarme de la familia iba a resultar dramático, pues que tranquilos, que ya volveríamos al año que viene. Teníamos las puertas abiertas y decidimos regresar a casa".
La idea era no volver, al menos ese año, pero aquella frase -"el tren pasa una vez en la vida"- seguía martirizando a Andrés. Un par de semanas después, a punto de empezar el curso escolar, otra vez camino de Albacete, Andrés Iniesta Luján decidió convertirse en uno de los 99 manchegos que aquel 1996 buscaron un sueño en Cataluña.
"Después de pensarlo mucho, de hablar con mis padres, dije que quería venir. Una vez dicho, me convencí de que costase lo que costase lo aguantaría. Es mi forma de ser, son los valores que tengo. Si tomo una decisión que sé que va a ir bien, y aunque sea consciente de que me va a costar muchísimo, no miro atrás. Es muy similar en la vida y en el deporte. Al principio de subir al primer equipo no jugaba mucho, pero tenía el convencimiento de que iba a triunfar y tenía mi ilusión. Se hablaba de cesión, pero yo prefería estar aquí aunque jugase cinco minutos, tenía el convencimiento de que con trabajo e ilusión me daría lo mío. Por eso cuando le dije a mi padre 'nos vamos', sabía que no habría viaje de vuelta".
El viaje de ida fue un infierno. En un Ford Orion azul oscuro, el mismo coche donde tomó la decisión que iba a marcar su vida. Nunca imaginó que ese camino que emprendía iba a llevarle tan lejos. En aquel Ford Orion azul marcharon, camino de Barcelona, los padres, el abuelo materno y el niño que soñaba con ser futbolista y que no dejaba de llorar.
"Paramos por Tortosa a comer. No comió nadie. Mi madre lloraba, mi padre no tenía hambre, mi abuelo trataba de animarme... pero tampoco comía. Yo ni miré el plato... La primera imagen que tengo en la Masía es la de Joan Farrés, el director. Me presentó a José, un portero de los juveniles que medía más de 1,90 metros, y me enseñó toda la Masía. Yo le miraba y pensaba: '¡Dios mío!'. Nos pusimos a cenar. Yo no paraba de llorar. Al día siguiente fui al cole, me llevaron mis padres y me dijeron: 'A la salida te esperamos'. Cuando salí ya se habían ido. Fue la mejor forma de no alargar la agonía. Después seguí llorando, pero si se hubieran quedado habría sido mucho peor".
Esas despedidas sin adiós se repetían cada quince días. Los padres llegaban el sábado, veían al niño, le dejaban la noche del domingo en la Masía y le engañaban: "Mañana venimos a buscarte para llevarte al cole". Y Andrés ya sabía que al día siguiente al cole iría solo. El fin de semana que no iban los padres, Andrés se recogía en casa de Benaiges y se consolaba con una película de cine, con un partido de fútbol, con un paseo o una charla con la madre de su protector. Hasta el domingo por la noche. Y entonces lloraba de nuevo como lo que era, un niño que se sentía solo en una casa repleta de adolescentes que se las sabían todas. Allí, nada más llegar, conoció a Víctor Valdés.
"Ahora todos son muy jóvenes, pero entonces éramos yo y Troiteiro, no había más niños. Víctor nos cuidaba, se portó genial con nosotros. Troiteiro era muy bueno, pero hay muchas circunstancias que no controlas, cada uno tiene su historia y sus momentos. Él no cumplió su sueño de jugar en el Barcelona, pero ha vivido del fútbol".
A Iniesta "le salvó su mentalidad", advierte Benaiges. "A veces me preguntaba: ¿le salvaremos?", prosigue. "He conocido a jugadores muy buenos, incluso con 19 años, que no han aguantado ni dos semanas en la Masía; les podía la añoranza. Andrés era perfecto para el Barcelona por su perfil técnico e inteligencia -hoy juega igual que cuando era un crío-, pero no sabíamos si sería capaz de resistir. Se salvó él, por su cabeza. Aguantó, se fue adaptando y lo consiguió".
El mérito fue ciertamente de Andrés. Hubo dudas en el Barça hasta no hace mucho tiempo sobre el futbolista. Y también en las marcas publicitarias, que no sabían si apostar por Joaquín o Iniesta. No formó parte de una generación extraordinaria, como le pasó al grupo de Cesc, Messi y Piqué, ni tuvo un entrenador influyente en las decisiones del club. Llorenç Serra Ferrer y Louis van Gaal no consiguieron ganarse ni a la hinchada ni al presidente, y el bueno de Frank Rijkaard le reservó a menudo el papel de jugador número 12. La mayoría de compañeros de curso se caían en las distintas cribas de final de temporada. Andrés se salvó por los pelos de alguna, fue suplente en más de un equipo, y siempre se temió por su fragilidad y aparente docilidad. No desfalleció ante las lesiones ni frente a quienes le acusaban curiosamente de falta de carácter. Iniesta sobrevivió porque el destino le reservó en cada etapa de su vida un momento estelar para mantener un sueño alimentado muy a menudo en la camilla de los fisioterapeutas, de personas al final decisivas en su trayectoria como Raúl Martínez y Emili Ricart.
"Muchas veces me han dicho, para bien y para mal, que no me coma tanto el tarro. Yo soy así. Me afectan mucho las cosas porque las vivo muy de cerca. Con el paso del tiempo, con lo que viví el año pasado sobre todo, aprendes a diferenciar y priorizar las cosas. Todo son experiencias, y las he vivido de muchas clases. Si me pongo a pensar, es cierto que de mi generación, que yo recuerdo, solo quedamos Rubén y yo. Él debutó como portero. El aprendizaje ha sido bueno a nivel personal y a nivel futbolístico, porque he pasado por distintas situaciones: he jugado en varios puestos del campo, y ahora quizá ha llegado el momento de estabilidad".
Resulta curioso constatar que usted ha hecho prácticamente una carrera en solitario y, sin embargo, asegura su entrenador, Pep Guardiola, que si marcó el gol de Stamford Bridge con el que el Barcelona alcanzó la final de Roma fue porque todo el barcelonismo estaba depositado en su pierna derecha. Así se explicaría que en el tiempo añadido le saliera un tiro tan certero: por su calidad y porque estaba armado con la ilusión de un club. Quizá en momentos decisivos necesitas algo extra, sentir cosas positivas, es posible. A veces intuyo las cosas. Me pasa fuera y dentro del campo.
También intuyó el gol del Mundial. Yo sabía que tenía que ser el Mundial de España. Estaba convencido. Tenía que ser esta vez o nunca, por el seleccionador, por los jugadores, por las sensaciones, porque sí, porque tocaba. Así lo visualicé a nivel global y personal. Lo había pasado muy mal durante la temporada y sabía que no habría un mejor escenario para volver a encontrarme a mí mismo. Y al final me volví a sentir futbolista, fui de nuevo feliz. El Mundial me liberó de un año terrible a nivel personal. Sufrí mucho para tener estos minutos de gloria final, por ese gol, por disponer de esta última bala. El gol me ayudó a cambiar para mejor, a ganar confianza, a tener continuidad.
Andrés Iniesta es hoy un héroe nacional, titular indiscutible en el Barcelona, una celebridad por sus goles en Stamford Bridge y Johanesburgo, el mejor embajador del país en el mundo. "Más que nada me siento un privilegiado, pero no me veo más allá de un jugador que a veces puede ser mirado por mucha gente. No deja de ser curioso, en cualquier caso, que los aficionados me aplaudan cuando me sustituyen y generalmente su equipo va perdiendo. Entiendo que más allá del fútbol y del resultado se valoran otras cosas".
¿No se siente un jugador universal? Soy de Fuentealbilla, nací en Albacete, pero me siento catalán como el que más. Llevo más tiempo aquí que en Albacete, y me identifico igual en un sitio que en otro. Con el permiso de la gente que nació aquí, me siento uno más. Me he criado aquí y soy una persona muy agraciada: Barcelona y Cataluña me lo han dado todo a mí y a mi familia, me siento y nos sentimos de Cataluña. Sé de dónde soy y de dónde vengo.
¿España como país y como selección? Es complicado. De eso no entiendo. Cada uno es libre de opinar y mostrar lo que siente, pero siempre respetando a los demás. Más allá de sentirse español, catalán o andaluz está el respeto. No tiene que haber conflicto porque uno sienta una cosa y otro una diferente. Intentamos vivir de la mejor forma posible.
El niño que buscó un sueño en Barcelona tiene calle en Fuentealbilla y 140 hectáreas de viñas que reportan ilusión al pueblo y orgullo a una familia que dependía de la cooperativa. Los Iniesta, la primera semana de septiembre, recogerán su primera añada, y se supone que será buena porque si la uva requiere paciencia, no hay nadie más paciente que Andrés.
"Mi padre y sus hermanos trabajaron en la obra y en el campo. Para nosotros era complicado tener lo que ahora podemos permitirnos. Por eso hemos comprado una finca que se llama el Carril de Iniesta, porque por ahí pasa el camino que iba de Fuentealbilla a Iniesta, un pueblo de Cuenca. Es una casualidad, pero qué mejor nombre para mi finca, ¿no? Me gusta, estoy aprendiendo, es un mundo".Personaje sencillo, vive el fútbol con pasión, tanta que suele ver los partidos la misma noche que los juega. Ahí, frente al televisor, se junta con sus amigos, y entre ellos los hermanos de Estopa. Le encanta escuchar Como Camarón porque le calma y le inspira. Mata muchas horas compartiendo inquietudes y compagina los estudios de INEF con su carrera como futbolista y las clases particulares de inglés. Pronto, además, va a salir a la sala de prensa para hablar también en catalán. Ahora mismo, sin embargo, se desvela para coger en brazos a Valeria, la primera hija de su relación con Ana.
"El destino", insiste al explicar que la noche de Sant Joan de 2007 no tenía ningunas ganas de salir. Había terminado la temporada, estaba mal, con el cuerpo dolorido. Al final le arrastró un amigo. Otra vez el destino. "Tuve suerte otra vez... Ana me dio vida. 2007 fue un año duro. Personalmente estaba pasando un mal momento y ella me resucitó. Como persona es un 10. Yo poco puedo ofrecerle a cambio de lo que recibo. A veces las personas se equivocan y ella se equivocó conmigo".
Iniesta vive en un chalet adosado en Sant Just, históricamente cinturón obrero de Barcelona, y es vecino de los hermanos Muñoz, David y José Manuel, o sea, de los Estopa. Podía vivir en una mansión, en la playa o en Pedralbes, el barrio más selecto de la ciudad. Pero el año 2000, cuando firmó su primer contrato con el Barcelona, su padre echó cuentas y no les daba para comprarla en otro lugar. Después de ser padre de una niña de nombre Valeria, está a punto de mudarse. Pero no se irá muy lejos.
"Cada uno busca su felicidad, su forma de vivir, de convivir con la gente, y mi felicidad es esa. Soy feliz como soy, ni mejor ni peor. Me gusta lo mío, hacer las cosas con poco ruido y disfrutar al máximo. A veces me vale un rincón y con pillar una serie de televisión o una película. ¿Actores? Denzel Washington, Russell Crowe. Más recogimiento que exhibición, es mi felicidad y mi forma de ser. La imagen que se tiene de mí es lo que soy. No me gusta hacerme notar, estar en el escaparate, aunque muchas veces lo tenga que estar. Quiero disfrutar de mis cosas. Tengo demasiado para no ser feliz. Sentirte feliz como persona es superior a cualquier triunfo. En el campo se refleja cómo te va la vida".
Usted es de los que están enganchados a la red y les gusta la conversación. Tengo amigos muy cultos, de fútbol, de lo nuestro. A veces no consigo entender muchas cosas que pasan. Las naturales, como la de Australia con las inundaciones o el terremoto en Japón, me generan pena, me entristece que sigan ocurriendo cosas así, tan desgraciadas. Pero también hay otras cosas... lo que ha pasado en Egipto, lo que está pasando con Gadafi... esas cosas me entristecen. No me gustan las injusticias, que se abuse de los niños, que se maltrate a las mujeres...
Triste sí, pero enfadado se le ha visto pocas veces precisamente. Me enfado cuando me pisan con mala intención. No hace falta chillar para hacer saber que estás cabreado.
¿Tampoco se enfadó cuando no le dieron el Balón de Oro? Nunca me creí favorito para el Balón de Oro ni para nada.
¿Es Messi el mejor? Es el mejor. El equipo necesita a Messi, pero Messi necesita también al equipo. Nosotros hemos tenido suerte de poder contar con Pep Guardiola como entrenador. Es una persona que conoce como nadie el percal: ha sido de la cantera, ve el fútbol como nadie y nos conoce a todos. Es la clave de que este equipo haya ganado lo que ha ganado y pueda volver a ganarlo. Ya me gustaban sus formas cuando era jugador, y ahora nos ha ayudado mucho con decisiones como la de minimizar las concentraciones, porque reduce el nivel de estrés, y reunirnos en la ciudad deportiva, porque nos da una mayor tranquilidad y mejor convivencia. El míster es nuestra luz.
Andrés Iniesta guarda en casa las botas que un día le compró su padre con el sueldo de tres meses en la obra. Cuando está en casa y las ve, recuerda la pista y aquellos viajes de ida y vuelta a Albacete, el torneo de Brunete, la comida más triste de su vida en Tortosa, el cobijo de Valdés y Benaiges...
"Cuando las miro, recuerdo de dónde vengo", comenta a modo de cierre. Una manera de reivindicar su currículo frente a quienes sostienen que la historia de la mayoría de las figuras del Barça acostumbra a ser empalagosa, demasiado bonita.
Y si hay suerte, la próxima vez que pase por casa de sus padres le estará esperando un plato de pollo con patatas, su hermana estará presente, y Ana, la mujer que le cambió la vida, le acompañará junto a su niña, la pequeña Valeria.
Entonces, Andrés Iniesta se sentirá bien y comprobará otra vez que su sueño se hizo realidad.
Y su madre, siempre protectora, estará feliz.
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