30 años sin Olof Palme
El 'premier' sueco, símbolo de la socialdemocracia europea abatido a tiros en 1986, actuó sin complejos y acumuló tantos enemigos que son muchas las hipótesis sobre su asesinato
El político criticó sin reservas los bombardeos de EEUU sobre Vietnam, el embargo comercial de Cuba, las dictaduras y el apartheid en Sudáfrica
AFP / TOBBE GUSTAVSSON TT
Olof Palme, en 1984, dos años antes de ser asesinado en Estocolmo.
Al cumplirse 30 años del asesinato de Olof Palme (Estocolmo,
enero de 1927-febrero de 1986), primer ministro sueco entre 1969 y 1976
y desde 1982 hasta su muerte, prevalecen dos datos por encima de
cualesquiera otros: fue uno de los grandes líderes de la socialdemocracia europea
porque actuó sin complejos, y acumuló tantos enemigos que son muchas
las hipótesis verosímiles acerca de quiénes movieron la mano del asesino
que acabó con su vida cuando regresaba a casa sin escolta después de
acudir a un cine. Pierre Schori, diplomático que fue
asesor de Palme para asuntos internacionales y hoy preside la fundación
que exalta su figura, recuerda una frase suya que bien pudiera tenerse
por el núcleo de su ideario: “No existen ellos y nosotros, sino solo
nosotros”.
El ecosistema político en el que creció Palme fue el mismo que engrandeció el legado de Willy Brandt y de Bruno Kreisky.
Pero el hilo argumental del líder sueco tuvo quizá mayor influencia
ideológica en la siguiente generación de socialdemócratas, aunque la Realpolitik les obligara a rectificar sobre la marcha y su referencia más inmediata fuera a la postre Brandt.
Alejado
desde sus años universitarios de lo considerado políticamente correcto,
no dejó de criticar la lógica implacable de la guerra fría -la
carnicería de Vietnam, el embargo comercial de Cuba, las dictaduras a ambos lados de la divisoria entre el Este y el Oeste, el apartheid- y cuanto de ominoso contuvo el paisaje de su tiempo. Criticó sin reservas los bombardeos de Estados Unidos sobre Vietnam del Norte (1972), que comparó con el de la legión Cóndor en Gernika (1937); fue el primer jefe de Gobierno occidental que visitó Cuba desde el triunfo de la revolución y se entrevistó con Fidel Castro (1975), y aquel mismo año, después de las ejecuciones de militantes de ETA y del FRAP, salió a las calles de Estocolmo, hucha en mano, para iniciar una cuestación en apoyo de la democracia en España, con un cartelón colgado al cuello en el que se leía: “Por la libertad de los españoles”.
Tras las ejecuciones de militantes de ETA y del FRAP, inició una cuestación en apoyo de la democracia en España
El compromiso democrático de Palme
incomodó al 'establishment' de las cuatro esquinas del globo y no dejó
de apuntar a cuantos, por cálculo político, comodidad o interés
económico, se amoldaron a las más flagrantes injusticias. Solo siete
días antes de ser asesinado, recuerda Schori, denostó el apartheid sin
reservas: “Este sistema no puede ni podría mantenerse si no fuera
apoyado, tolerado o aceptado por el resto del mundo. Si todo el mundo se
decide, si la gente en todo el mundo decide que el apartheid va a
desaparecer, lo hará”.
MISTERIO SIN RESOLVER
El
conglomerado de los adversarios de Palme se alzó como un muro
infranqueable en el momento de su muerte y hoy el misterio sigue sin
resolverse. La detención y condena por asesinato de Christer Pettersson a partir de la declaración de Lisbet Palme,
esposa del primer ministro, que lo identificó como autor de los
disparos, fue posteriormente anulada por falta de pruebas. Todos cuantos
se sintieron agraviados por el político sueco, del Gobierno de Sudáfrica al de Estados Unidos, fueron mencionados en algún momento como inductores del magnicidio, pero nunca se pudo concretar algo. Cuando el exagente de la CIA Gene Tatum declaró a una emisora de Los Ángeles que la agencia estuvo detrás del asesinato, el escándalo inicial se diluyó en un mar de sospechas por esclarecer.
La detención y condena de Christer Pettersson como autor de los disparos fue luego anulada por falta de pruebas
No deja de sorprender, acaso por burlesca, la opinión de Henry Kissinger, uno
de los destinatarios habituales en los años 70 del discurso crítico de
Palme: “Generalmente, me disgusta la gente con la que yo estoy de
acuerdo y me gusta la gente que está en desacuerdo conmigo. Así que
Palme me gusta mucho”. En realidad, le incomodaba en grado sumo porque Suecia
fue una de las cajas de resonancia de las corrientes contrarias a la
carrera armamentista y al equilibrio del terror, a mantener el statu quo
en Oriente Próximo en perjuicio de los palestinos y a neutralizar el avance de la izquierda en América Latina mediante dictaduras militares sanguinarias, asuntos todos ellos que tenían en Kissinger a uno de sus instigadores.
¿Qué queda hoy del pensamiento de Palme en una socialdemocracia en crisis en el seno de una Europa en crisis? ¿Qué pensaría hoy Palme del 'Brexit', de los refugiados, de la postración de Grecia, de la globalización a toda máquina? Solo cabe aventurar que no se mordería la lengua.