El Barcelona deja muy sonado al Real Madrid
Los azulgrana arrollan a su gran adversario y la hinchada madridista pide como nunca la dimisión de Florentino Pérez
José Sámano El País
22 NOV 2015
Los jugadores del Barcelona celebran uno de los goles. / JuanJo Martín (EFE)
Un excelente y puro Barça abrió en el Madrid una herida de
proporciones muy inquietantes para la entidad de Chamartín, sonada en lo
deportivo y con el palco ya en la diana. Del clásico todo el mundo
blanco salió mal parado: el entrenador, los jugadores y el presidente,
Florentino Pérez, al que la gente pidió la dimisión en el intermedio y
en varias fases del segundo tiempo. En la traca final, con el salón
principal del estadio ya vacío, el volumen musical sofocó el vocerío.
Las cargas previas contra el alto mando resultaron un hecho insólito. La
hinchada, tan desconcertada ante el meneo azulgrana, ya no sabía hacia
dónde apuntar y repartió estopa por igual. Nadie quedó a salvo y nadie
recibió más aplausos que Iniesta. El madridismo tiene gusto. Como entre
los suyos no había a quién engancharse, los asistentes acabaron por
desfogarse con una ovación a Isco, retrato de la pérdida total de
papeles con un estacazo a Neymar que le costó la expulsión.
Real Madrid, 0 - Barcelona, 4
Real Madrid: Keylor Navas; Danilo, Varane, Sergio Ramos, Marcelo (Carvajal, m. 58); Kroos, Modric; James (Isco, m. 54), Bale, Cristiano; y Benzema. No utilizados: Casilla, Pepe, Casemiro, Kovacic y Jesé.Barcelona: Bravo; Alves, Piqué, Mascherano (Mathieu, m. 27), Jordi Alba; Rakitic (Messi, m. 56), Busquets, Iniesta (Munir, m. 77); Sergi Roberto, Suárez y Neymar. No utilizados: Ter Stegen, Vermaelen, Adriano y Sandro Ramírez.Goles: 0-1. M. 11. Suárez. 0-2. M. 39. Neymar. 0-3. M. 53. Iniesta. 0-4. M. 73. Suárez.Árbitro: Fernández Borbalán. Expulsó por roja directa a Isco. Amonestó a James, Alves, Sergio Ramos, Carvajal y Busquets.Santiago Bernabéu: 80.000 espectadores.
El Madrid se alineó como gusta en los despachos, como hasta ahora no
había predicado el técnico. En el día grande, Rafa Benítez fue Carlo
Ancelotti, tiró del núcleo del italiano y despachó a Casemiro, su
principal apuesta. Aliviada la enfermería, había que hacer hueco a los
actores principales, a los de la gran pasarela. Como respuesta, se vio a
un Madrid momificado, con tiritonas, sin pulso, descolocado. Todo ante
un Barça que le quitó la pelota y el ánimo. Y peor aún: con Messi en la
sala de espera hasta el 0-3, complacido por el enésimo relevo exitoso de
Luis Suárez y Neymar, dos máquinas. Si encima al escarnio se suma el
arte de Iniesta, el reloj de Busquets y la graduación de Sergi Roberto…
Imposible para este Real deshuesado, sin una pizca de Cristiano,
cuyas únicas pisadas fueron dos duelos frustrados por Bravo cuando el
partido ya era colegial, con el meta chileno en alza y los visitantes
con poca saña ante Keylor, falla que falla goles. Tampoco hubo una miga
de Bale, un goteo de quien fuera. El único respiro local fue cuando se
bajó la persiana y se llevó una cartulinada. Hoy se llevan poco
los pañuelos. Un final estrepitoso para el Madrid. En el Bernabéu ya
atizan la hoguera, veremos en qué acaba este crepitar.
En Chamartín solo se asomó de puntillas un Madrid desteñido, a merced
de los barcelonistas, que se plantaron con cuatro volantes y no con
tres puntas, como acostumbran. Lo mismo dio, el Barça le cantó una nana a
su rival, de palique con el balón y los espacios a resguardo, siempre
con tramas azulgrana por el césped. Los blancos, a la intemperie,
precipitados cuando ganaban algún asalto, más bien pocos, y sin
mandíbula para apretar al contrario. De una parsimoniosa cháchara con la
pelota en los morros locales llegó el primer aguijón azulgrana. En
medio de ese fútbol tertulia que le distingue despegó Sergi Roberto. El
chico saltó las tibias alambradas contrarias y conectó con ojo clínico
con Luis Suárez, que armó un disparo estupendo, sin más toque que el
definitivo, con el empeine exterior. Un toquecito más y Sergio Ramos le
hubiera acorralado.
A la faena inicial del uruguayo se añadió Neymar, que decidió
atormentar a su compatriota Danilo, que pasó una tarde calamitosa. Por
el flanco izquierdo del ataque culé también emergió un Iniesta imperial,
ese que juega con un termómetro en las botas: ahora ventilo a un
enemigo, ahora paro por aquí y ordeno por allá. Suyo fue el quite a
Modric que derivó en una asistencia con precisión de cirujano para
Neymar, que embocó bajo el sobaco izquierdo de Keylor, que en jornadas
así no está para milagros. El Madrid defensivo de Benítez quedaba
subrayado por el inusual tembleque de Varane y el sufrimiento de Danilo.
Mientras hubo chicha, de ese Madrid ofensivo que autoproclama el
entrenador ante el espejo público solo quedaron señas con dos arreones
de Marcelo y James recién iniciado el segundo acto. El Madrid perseguía
moscas sin fe.
En nada rectificó Benítez al descanso, pero el Barça, pilotado por
Iniesta y Busquets, bien anclado por Piqué y con los dos picadores a la
caza comprendió que todavía precisaba una marcha más. Ni en las peores
conviene fiarse del Madrid: lo dice su leyenda, no su presente. Así que
los muchachos de Luis Enrique se pusieron a ello. Otra vez Iniesta al
frente. Otro jugadón, una pared con Neymar que el brasileño le devolvió
de taco y que el manchego cerró con un misil a la escuadra izquierda de
Navas. Chamartín era una caldera salvo para el puñado de seguidores
azulgrana. Solo ellos tenían motivos para la verbena, con su equipo
líder, con seis puntos de ventaja sobre el gran opositor, con Messi de
regreso y ya jugando con buen ritmo y Arda y Vidal a punto de lograr el
pernocta deportivo.
Para el Madrid, un desengaño colosal, mareado por el PSG, fulminado
en Sevilla y atropellado por el Barça. No hay duda del desequilibrio
deportivo e institucional, con un entrenador que ya no suena tan
auténtico tras claudicar en el día de autos, un Cristiano extraviado en
estos días y el alto dirigente cuestionado como nunca. El fútbol va y
viene, pero hoy el Barça vuela y el Madrid se come las entrañas y ya no
sabe en qué dar. ¿Jugadores? Se fichan y fichan. ¿Entrenadores? Quita y
pon, quita y pon. ¿Entonces?
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